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FERIA DE ABRIL DE SEVILLA

El cansancio por el puente se notó en el primer día laborable de la Feria

El cansancio provocado por el puente inicial se notó este martes en el primer día laborable de la Feria, al que sólo fueron fieles los que están dispuestos a dejarse la vida en el intento

Un grupo de mujeres baila sevillanas en una caseta al mediodía sin problemas de espacio V. GÓMEZ

ALBERTO GARCÍA REYES

Queda oficialmente acreditado, a expensas del correspondiente bando municipal, que la Feria arranca de verdad a las cinco de la tarde . Y que se pone a gusto a las ocho. Cuando ya no hay forasteros. El martes fue un paradigma . La exactitud. La medida de todas las cosas. Tanto es así que en una caseta de Gitanillo de Triana apareció un señor a media tarde, ataviado con un mono de trabajo, que decía que tenía que medir la temperatura del aire acondicionado. Palabrita del Niño Jesús.

El tío sacó un aparato con una antena de transistor antiguo , metió el presunto termómetro por una de las calles de los farolillos, que son como separadores de piscina olímpica, y comprobó los grados. Hacía 29 . O eso al menos marcaba la pantallita ante la expectación atónita del público. Hasta que, de repente, uno de los presentes cortó el ambiente con una reflexión rotunda: «Como este tío se lleve de aquí cuatro carteras es para hacerle una novela». La verdad es que el personaje parecía una versión moderna del pícaro de la barra de hielo. Pero no, no era un truhán. Era real. Un contradiós. El exotismo de la Feria es siempre sorprendente porque no está en los trajes de flamenca o en los claveles, sino en los currantes con la axila sudada. Que este martes eran los mejores termómetros del real. Porque hacía calor a espuertas.

Todas las casetas le estaban haciendo un homenaje a la que está en el número 204 de Pascual Márquez , en cuya pañoleta se lee un título más que ilustrativo: «Los que suamos» . Este martes «suamos» todos. Por eso los aires acondicionados no rulaban. Necesitaban abanicos. «¡No abaniques, niña, que distorsionas la medición!», le espetó muy serio un socio a una muchacha en la caseta del medidor de temperatura, que, por cierto, pasa el aparatito todos los días por los techos de setenta casetas que tienen aires de alquiler con mantenimiento incluido. «Sí, eso está muy bien, hemos conseguido que venga todos los días un medidor de temperatura, pero no somos capaces de lograr que venga nadie a limpiar el vater», sentenció un señor que se guardaba en la manga una verdad como un templo: «La limpieza llama a la limpieza. Si entras en un cuarto de baño y está todo perdido de mierda meas en las paredes, pero si está como una patena te entretienes en apuntar bien». Aunque no lo parezca, este es un t ema trascendental de la Feria . Un tabú. En un lugar al que todo el mundo va a exhibirse, nadie habla del lavabo ni de la cocina. Que sea lo que Dios quiera.

Pero este martes estaba la cosa tan tranquila, tan pacífica, que todo cabía en el vacío de la tarde. La brisa leve. Las murmuraciones sobre los pinchazos de Morante en la plaza. Y las conversaciones profundas.

-Pídeme una cerveza.

-¿Con o sin?

-Con alcohol y con gas, por favor.

Mujeres de flamenca JUAN FLORES

Bien visto. La aclaración es más que oportuna. Y la hizo un extranjero en la calle Costillares , harto de beber agüilla de cebada. Hay casetas en las que la cerveza se parece más de lo debido a una prueba de orina. Ag. Rebujito, por favor. Y continuemos con la charla.

-Estoy acabao y todavía estamos a martes. Aquí el jueves no va a haber nadie.

La confesión sale de un feriante de carné en la calle Chicuelo . Se le está haciendo largo el adelanto. Una señora de la mesa contigua le contesta.

-Yo el jueves me voy a la playa.

-¿A qué hora?, se interesa el señor.

-Bueno, vendré a comer a mediodía, luego iré a los toros, que hay un corridón, y volveré a cenar y a cerrar la cuenta. Me iré ya por la noche a El Puerto -responde la mujer con naturalidad.

O sea, que se va el viernes. Porque los días aquí se miden como nos da la gana. Todo lo demás lo podrán cambiar, pero eso no. En la Feria no hay noción del tiempo . Una muchacha se lo intentaba explicar a su novio, que le decía que se diera prisa por el puente: «Niño, no me apures, que a la Feria da lo mismo llegar tarde que temprano». ¡Línea! Esa frase confirma lo que, muy solemnemente, le comentó un artista de postín a otro durante una recepción de válvula de mariposa, que es la que se trabajan los fontaneros buenos. «Además de tontos, en Sevilla también hay sevillanos» . Sí señor. A veces nos obcecamos en creer que la Feria es una pasarela para la hipocresía, pero este martes se demostró que eso no es así. En cuanto el cuerpo y la cartera hacen la primera criba, el real recobra su medida exacta. Tras el volcánico arranque, ha llegado el valle. «Esto está siendo tan largo que, o nos guardamos un poquito, o el jueves esto va a ser como la serie The Walking Dead , vamos a ver muertos andando por la calle», dice uno mientras bosteza sin reparar en que su gesto natural e inconsciente es el mejor resumen del martes, primer día laborable al que sólo han sido fieles los jartibles. Y seguimos para bingo. Ánimo, señores, que ya queda menos para morirse.

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