La niña del Alcázar vivió a finales del siglo XIX y era de una familia poderosa de Sevilla
El plomo, la cal y el agua han impedido obtener un ADN positivo de los restos óseos hallados hace dos años en la capilla del Palacio Gótico; la menor, de entre 4 y 5 años, estaba muy bien alimentada y cuidada
La inhumación bajo el altar de la Virgen de la Antigua evidencia el sentido religioso y devocional de la familia
Hallan un sarcófago con los restos de una niña en la capilla del Palacio Gótico del Alcázar de Sevilla

Era una niña de entre 4 y 5 años de edad, rubia, perteneciente a una familia con poder en la ciudad de Sevilla y con acceso a los Reales Alcázares y muy devota de la Virgen de la Antigua. Vivió entre finales del siglo XIX y muy principios del XX. Durante sus años de vida estuvo muy bien cuidada y alimentada. Esto es todo lo que se ha podido extraer tras dos años de investigación arqueológica sobre los restos óseos hallados en 2021 en la capilla del Palacio Gótico del Real Alcázar. «El carné de identidad es lo que no sabemos». Y es que el plomo, la cal y el agua han impedido obtener un resultado positivo en las pruebas de ADN de los restos.
En abril de 2021 se estaban llevando a cabo trabajos arqueológicos en la capilla del Palacio Gótico del Real Alcázar, donde un equipo de arqueólogos estaban realizando unas catas en todo el perímetro previas a construir una cámara bufa que aísle de la humedad los muros donde reposan los extraordinarios revestimientos cerámicos de Cristóbal de Augusta (segunda mitad del siglo XVI), que durante el terremoto de Lisboa se desprendieron y se recolocaron distorsionando el dibujo original, que ahora se pretende recuperar.
Al llegar a la zona del altar mayor de la capilla, bajo el retablo que cobija a la Virgen de la Antigua de Diego de Castillejo, copia de la original que está situada en la capilla del mismo nombre de la Catedral, localizaron a unos 20 centímetros de la superficie, un pequeño espacio que podría corresponderse a un enterramiento. Al abrir el hueco descubrieron un pequeño sarcófago de plomo. En su interior, un ataúd de madera muy deteriorada, que albergaba restos óseos que pertenecían a una menor. Se abrían muchas interrogantes.
Las claves de los botones y los zapatos
Un equipo de profesionales del más alto nivel científico en España, liderados por el arqueólogo Miguel Ángel Tabales, se ponía manos a las obras para descubrir todo lo que habías detrás de esos restos. ¿Quién era? ¿Cuándo vivió? ¿Por qué estaba enterrada allí?
Tras dos años de investigación, se han conseguido todas las conclusiones posibles. Las tres dataciones mediante radio carbono sobre los restos humanos, calzado y ataúd coinciden en señalar que abarca la segunda mitad del siglo XIX, sin descartar los inicios del siglo XX. Tabales y antropólogo Juan Manuel Guijo han afinado un poco más este jueves en un encuentro con los medios. Quizás el último tercio del siglo XIX.
El estudio pormenorizado del sarcófago de plomo descarta que fuese abierto en un momento posterior al enterramiento. Del análisis del calzado y de lo poco que se conservaba de la ropa también se extraen conclusiones. Uno de los botones tiene huellas de talla producidas mediante maquinaria, una técnica que coincide con producciones industriales inglesas y norteamericanas del último tercio del siglo, un periodo que también se refleja en el tipo de producción de la tela, según el resto que se conserva, y del calzado de cuero cosido a mano.
Esto es, el sarcófago y el cadáver infantil localizados en las obras de consolidación de la azulejería de la capilla del Palacio Gótico fueron depositados durante un periodo que abarca las últimas décadas del siglo XIX y tal vez las primeras del XX.
Los resultados de ADN
Tabales ha lamentado que los estudios de ADN hayan arrojado un resultado negativo debido al estado en el que se encontraban los huesos por los efectos del plomo, la cal y el agua. Si bien, el resto de pruebas, análisis y estudios llevados a cabo por los expertos que han trabajado en este proceso concluyen que son los huesos de una niña rubia más cercana a los cuatro años que a los cinco, con una alimentación buena, que no sufrió desnutrición y con buenos cuidados. Según Guijo, en su dieta habría aportes de carne, algo nada habitual en esa época.

Esto, unido al lugar del enterramiento, una de las zonas más privilegiadas del Palacio Real, corrobora la teoría de que era una niña perteneciente a una familia de un estamento acomodado de la ciudad, con suficiente capacidad para realizar dicha inhumación en un lugar como el altar de la Virgen de la Antigua, cuya devoción debió marcar la decisión de la familia.
Según Tabales y Guijo, era una familia con alto poder y decisión en el Alcázar para realizar una operación que no podía hacerse de forma oculta porque había que levantar todos los ricos azulejos. O ese poder hizo que se guardara el silencio, sostienen. Para los expertos, el lugar elegido y la calidad del sarcófago son «incompatibles» con una acción oculta para el personal responsable del Alcázar en aquellos momentos.
La niña, de la que han intentado hacer una recreación imposibilitada por la ausencia de algunos huesos del rostro, murió por una enfermedad poco común y que ahora se deberá estudiar en foros especializados. Hay pocos casos en la literatura médica. Falleció como consecuencia de una malformación vascular intracraneal.
Es una época de enfermedades como la fiebre amarilla (1860), el cólera (la más importante fue en 1885), tuberculosis,... Tabales, personalmente, cree que la familia pensó que la patología de la menor era infecciosa y por eso se usó un sarcófago de plomo. «No era la práctica habitual»., según Tabales.
El enterramiento está desprovisto de identificación alguna, al menos que se conserve. Está situado a los pies de la imagen de la Virgen de la Antigua. Aquí hay un hecho trascedente. En 1872 se dicta la norma para iniciar los registros de los enterramientos en los cementerios. ¿Fue legal la inhumación de la niña en el Alcázar? Si es anterior, sí. Si fue después, quizás fuera alegal, porque hubo años para su correcta aplicación normativa.
A falta del «carné de identidad», Tabales y Guijo han hecho mucho hincapié en el lugar elegido para su enterramiento, un rincón de un palacio Patrimonio de la Humanidad, y que tiene un sentido religioso y del poder de la familia a la que pertenecía a finales del siglo XI. Según el antropólogo, no es raro encontrar enterramiento de niños en altares, se descubrieron algunos en la Catedral y en Santa Catalina.
¿Familia Real?
Desechadas quedan las teorías de que pudiera ser de una familia noble de la Alta Edad Media o incluso familiar de Alfonso X. Preguntado por los medios si esta niña tiene lazos con la Familia Real, Tabales, que no lo puede descartar al cien por cien, si ha reiterado que en aquellas décadas la Familia Real visitaba poco el Alcázar. «Hemos indagado sobre enterramientos reales y de bastardos. No hay vinculación alguna».
«No podemos establecer quién es», ha insistido a pesar del intenso estudio bibliográfico de las publicaciones en torno al Alcázar. Aunque sea «una aguja en un pajar», no cierran la investigación y ahora toca seguir profundizando en archivos en busca de alguna pista más.
Tabales no se ha mostrado frustrado por las conclusiones de la investigación, pues a nivel profesional el hallazgo es muy relevante, tanto como si es hijo de la nobleza de la Edad Media. «Siempre partimos de la prudencia», ha afirmado en referencia a las primeras hipótesis que situaban la vida de la menor siglos atrás.
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