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Entrevista

«Los bueno de Sevilla es que no se puede copiar ni su Feria ni su Semana Santa»

La canadiense Victoria Stapells vive desde hace 41 años en Sevilla, donde se ha convertido en una mecenas de la música

Victoria Stapells, empresaria, mecenas e invesetigadora afincada en Sevilla desde 1976 ROCÍO RUZ

M. J. PEREIRA

La antropóloga, empresaria y crítica operística Victoria Stapells llegó a Sevilla hace 41 años para investigar en el Archivo de Indias sobre los corsarios españoles en el siglo XVIII. Aquí se quedó y aquí nacieron sus dos hijos. Con el tiempo, su nombre apareció vinculado al caso Odyssey, pero finalmente la información que aportó y su testimonio permitieron que España demostrara que el tesoro rescatado pertenecía a la Armada Española. «Parezco extranjera y tengo aún acento canadiense pero para mí Sevilla es mi casa», subraya Stapells, cofundadora de las academias de inglés ELI y patrocinadora del Teatro de la Maestranza, la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, la Joven Orquesta Barroca y el Festival Turina.

¿Cuándo comenzó su flechazo con España?

De cría. Una tía canadiense se caso en los años 50 con un señor de Salamanca. Cuando tenía 13 años estuve interna en Madrid en un colegio con mis primas. Ahí empezó mi flechazo con España y aprendí español. Después, para reforzar mi español, mi madre me apuntó dos veces por semana a un centro nocturno. Por mi tía hemos tenido las muñecas de flamenca kitsch desde que yo era pequeña. Es más, aún las guardo de recuerdo.

Llegó con su marido a Sevilla en 1976 porque iba a investigar en el Archivo de Indias y terminaron montando las academias ELI, con más de veinte centros en toda Andalucía.

A Sevilla nos trajo mi pasión por la ópera y el Archivo de Indias. Lo de las academias fue algo que surgió cuando estaba casada con Richard Johnson, hoy mi socio en ELI. Entonces, al Instituto Británico le faltó a principios de curso y pidieron a Richard que diera clases. Finalmente, llegó a ser director de estudios en el Instituto Británico y dio clases también en el Instituto de Idiomas. Él había hecho Económicas pero se tomó la cosa en serio y comenzó a prepararse en Reino Unido para montar la academia ELI. Era 1980 y él quería crear una academia para enseñar inglés de una manera diferente.

Nació en Canadá y se nacionalizó española. ¿En usted manda más el corazón canadiense o el sevillano?

Tardé siete años en lograr la nacionalidad española. Yo creo que las autoridades se preguntaban por qué una canadiense, con lo bonito que es Canadá, quería ser española. Me decidí a pedir la nacionalidad cuando se produjo la crisis del fletan en 1995 y se produjeron incidentes entre Canadá y España por los derechos de pesca en los grandes bancos. Yo estaba en Londres visitando a mis padres y cuando volví a Sevilla había saltado la crisis del fletan y no me dejaban entrar en España aunque yo vivía en esta ciudada, aquí tenía a mis dos hijos, mi empresa, aquí pagaba mis impuestos... Me dejaron pasar pero me enfadé tanto que decidí pedir la nacionalidad porque para mí Sevilla es mi casa. Parezco extranjera y tengo acento aún canadiense, pero me siento española porque vivo aquí desde los 22 y tengo 63 años. Mis dos hijos son sevillanos sin tener sangre sevillana. Mi hijo es bético hasta la médula, empezó a salir de nazareno con 4 años en el Amor y con 34 años sigue siendo hermano de esa hermandad.

¿Qué tal se integra un canadiense en la Feria de Abril o la Semana Santa?

Pues tuvimos caseta de Feria durante diez años pero ya no. Pero a mí me gusta más la Semana Santa. Lo importante es que estas cosas no se pueden copiar. Estamos tan localizados con los Zara, los Starbucks... pero la Semana Santa y la Feria de Sevilla no se pueden copiar.

¿Qué tradiciones canadienses mantiene aún en Sevilla?

De comida nada, sólo comemos comida española. De hecho, mi madre ponía en Londres el día de Navidad lentejas, en lugar de pavo. Yo he transmitido a mis hijos valores muy canadienses, como el amor a la naturaleza, la independencia, la constancia y la responsabilidad social. En Canadá las familias son pequeñas y se implican mucho en su ciudad, su barrio o comunidad.

Usted ha vivido en Quebec ya dos referendos para independizarse y las dos veces se perdió. Allí, al igual que en Cataluña, ha habido una fuerte política lingüística para dar prioridad al francés en lugar del inglés. ¿Qué solución ve al independentismo catalán?

Hace dos semanas estuve en Canadá y nunca me han preguntado tanto como ahora sobre España y en los periódicos canadienses hay todos los días noticias sobre Cataluña, en ocasiones con fotos en portada. Allí se mira a España con preocupación. El proceso de independentismo en Canadá trajo mucho pobreza a Montreal, que era la ciudad número uno de Canadá, tipo Barcelona. Muchas empresas de Montreal se trasladaron a Toronto y no han vuelto. Montreal se ha quedado muy atrás con respecto a Toronto. Un canadiense inteligente ve lo que está pasando en Barcelona y se lleva las manos a la cabeza.

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