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Los delitos del prófugo reincidente que se fugó armado con una pistola de jabón en 1984 ya han prescrito

Rafael Bueno, en paradero desconocido, nació hace 62 años en Utrera y su primera fuga de una cárcel se registró en 1978

Fotografía del archivo policial ABC

MANUEL MARÍA BECERRO

Se llama Rafael Bueno Latorre y nació hace ahora justo 62 años en Utrera . Allí donde haya ido a parar finalmente (si es que sigue vivo) habrá estado celebrando el jueves su efeméride. También es la espina que más hondo se ha clavado en la Policía Nacional , que en el arranque de la última legislatura completa no le quedó más remedio que claudicar en una búsqueda que arrancara hace ya más de tres décadas, cuando el reo volvió a fugarse parece que inspirándose en la película «Toma el dinero y corre» de Woody Allen: como el personaje de Virgil, encañonó a los funcionarios de prisiones con una pistola de jabón pintada con tinta china.

La vida de este sevillano, que como tantos emigró siendo un chiquillo con su familia a Cataluña en busca de oportunidades, es en sí misma un guión de película; pero nada neoyorkina, sino más bien de Quentin Tarantino. Empezó de tironero y ya de adolescente entró en un reformatorio, del que se fugó en días. Nada más alcanzar la mayoría de edad fue de cabeza a la cárcel Modelo de Barcelona por una condena de un año, pero la experiencia en las prisiones franquistas no le hizo abandonar su «modus vivendi» de atracador entre Cataluña y Valencia .

Su primera fuga de una cárcel data de 1978 : los barrotes de Carabanchel no fueron lo suficientemente fuertes para retenerlo. Cuatro meses tardó la Guardia Civil en ponerlo de nuevo entre rejas, y Rafael Bueno empezó a tomar buena nota de en qué había fallado y cómo se podía esquivar a la Justicia . Emigró por varias prisiones hasta llegar a la de Burgos en mayo de 1982. Año y medio forzó su ingreso hospitalario clavándose unas tijeras en el vientre .

Estaba esposado a la cama y con vigilancia policial las 24 horas. Pero dos compinches disfrazados de médicos entraron en la habitación y acabaron a tiros con la vida de dos agentes , Jesús Postigo y Raúl Santamaría, a los que arrebataron las armas tras quitarle los grilletes a Bueno para huir en coche hacia la ciudad condal. Un mes después proseguía la orgía de sangre con el secuestro y asesinato de los dos supuestos soplones de la banda, a los que se les obligó a cavar su tumba en un descampado de San Fausto de Capcentellas. Rafael Bueno habría pedido que se les enterrara boca abajo por si revivían: «Si escarban, que escarben para abajo».

El 25 de noviembre de 1983 fue detenido por decimoséptima y última vez. Fue la Policía Judicial de Barcelona quien dio con su paradero y permitió su ingreso en la cárcel de máxima seguridad de Alcalá-Meco ya con la lección aprendida para idear la fuga perfecta . El Viernes Santo siguiente, 20 de abril de 1984, el utrerano con dos de compañeros en la sombra y un par de pistolas de jabón dejó en evidencia los 1.300 millones de pesetas de la época invertidos en el complejo penitenciario.

Sobre las 21 horas, Bueno Latorre y los presos Antonio Álvarez y Antonio Retuerto arrancaron la taza del inodoro de la celda 47 del cuarto módulo de la prisión. Por el hueco descendieron hasta una galería de servicio y, tras serrar una rejilla de hierro, alcanzaron el sótano donde se localizaban la llave del agua y la luz. Otros presos rompieron un grifo en una celda vacía del módulo número tres y provocando la inundación y que tres funcionarios bajaran a cerrar la llave de paso. Les esperaban los tres expedicionarios con falsas pistolas Star de 9 milímetros y un punzón.

Bueno, Álvarez y Retuerto les quitaron ropa, placas y llaves y los maniataron y amordazaron. Dos se pusieron uniformes y el tercero un mono de albañil. No podían salir por la puerta principal porque la Guardia Civil les pediría la identificación con pistolas de verdad. Pero fueron por el patio hasta las cocinas, a sabiendas de que la puerta por la que se descargaban la comida no tenía vigilancia ninguna.

En el último recuento de presos se les echó en falta, pero no se pudo hacer nada por detener campo a través a los tres fugados. Casualidad o no, esa Semana Santa no funcionaba el sistema de rayos infrarrojos en los sótanos que habría hecho saltar las alarmas, porque seguía pendiente de reparación por parte de una empresa externa.

Y desde entonces hasta ahora, nada. La Policía Nacional se limita a reconocer que no hay «ninguna novedad» sobre el paradero de Rafael Bueno, quien a principios de esta década encabezaba la lista de los presos más buscados , detallándose la pantera negra que llevaba tatuada en la espalda o su más que previsible calvicie definitiva. Si se le sigue buscando es en la previsión de que pueda haber cometido otros delitos en las últimas décadas , pero a sabiendas de que, como le comunicó el Ministerio de Interior a la viuda de Raúl Santamaría en abril del año pasado, se han superado con creces los 30 años máximos de prescripción y el caso queda impunemente cerrado.

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