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La Expo92 se gestó hace cuatro décadas

Se cumplen 40 años del discurso con el que Don Juan Carlos llamó a celebrar la exposición de 1992

J. MORILLO/ J. RUBIO

Todo era histórico, pero de verdad y no como ahora que cualquier competición deportiva se adorna con los ribetes de la ocasión única e irrepetible. Era la primera vez que un Rey de España pisaba suelo americano como corrobora, testigo mudo, la portada de ABC del 1 de junio de 1976: «Un Rey de España llega a América». Don Juan Carlos había cumplido seis meses en el Trono, rumiaba ya la sustitución de Arias Navarro por Adolfo Suárez al mes siguiente y tenía por delante la trascendental visita oficial a Estados Unidos con motivo del bicentenario de la Independencia por invitación oficial de la Casa Blanca en la que el inquilino, por poco tiempo, era Gerald Ford.

Pero antes había hecho escala en Santo Domingo, capital de la República Dominicana en la isla de la Española, que por algo luce como sobretítulo «la tierra que más amó Colón» y disputa con Sevilla el honor de ser la última morada del Almirante de la Mar Océana. Era la primera vez que un Monarca español pisaba suelo americano , de los que habían sido dominios de la Corona hispana hasta 1898 en que se acabó la presencia pero en modo alguno se había extinguido la huella española.

«En el momento de pisar el suelo de las Américas, doy gracias a Dios por haberme deparado la honra de ser el primer Rey de España que cruza el Atlántico para visitarlas», dejó dicho Don Juan Carlos -que vestía el uniforme de verano de capitán general de la Armada- en contestación al discurso de bienvenida del presidente dominicano, el incombustible Joaquín Balaguer.

Luego, en el banquete de gala donde el Rey Don Juan Carlos recibió la condecoración de la Gran Cruz-Placa de oro de la Orden del Mérito de Duarte, Sánchez y Mella, el Soberano español hizo hincapié en la historia, la cultura y la lengua en común con los pueblos hispanoamericanos. Fue entonces, en el penúltimo párrafo del más solemne de los discursos de aquel viaje cuando el Rey lanzó la idea de una exposición que rememorara el Quinto Centenario del Descubrimiento de América . Textualmente, dijo: «Será tarea de la Corona española alentar esta voz de la cultura que hoy constituye el único mensaje pacificador y el único lenguaje universal. Trataré de cumplirla, y para darle asiento y logro, quisiera comunicaros un propósito que significa un comienzo de la tarea. Reanudando una noble tradición familiar y monárquica, desearía que se celebrase en España, si todos me ayudáis, la III Exposición Internacional Iberoamericana. Las dos primeras, como recordaréis, se celebraron en Sevilla y en Barcelona y fueron auspiciadas por mi abuelo el Rey Alfonso XIII . Nuestros pueblos están a punto. Pueden hacer un alarde. Tienen que hacerlo. Sólo precisan demostrar lo que son, demostrar lo que hacen. Para mí, personalmente, nada será más alentador que iniciar mi reinado con esta empresa y convertirme en patrocinador de vuestro esfuerzo y en portavoz de vuestro espíritu».

Aquella alocución siempre se ha tomado como la génesis del proyecto de la Exposición Universal de 1992 . No en vano, se trataba de la primera ocasión en que la Corona hacía votos por la conmemoración de esta empresa inicialmente iberoamericana.

Aquel primer anuncio, sin embargo, pasó inadvertido en los periódicos de la época que no le dieron mayor relieve y, por supuesto, en la ciudad de Sevilla, inmersa aquellos días finales de mayo en los preparativos de la romería del Rocío. Dieciséis años después, la exposición se hacía realidad el 20 de abril de 1992 . Cuatro años menos de lo que tardó en fraguar la Exposición Iberoamericana de 1929 desde que el comandante artillero Luis Rodríguez Caso lanzara la idea en Capitanía en un banquete en 1909.

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