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ENTREVISTA

Juan Gómez de Salazar: «El Ejército es una de las cosas de las que podría presumir Sevilla»

El Teniente General Jefe de la Fuerza Terrestre hace balance de su primer año en el cargo

Juan Gómez de Salazar J.M.SERRANO

ALBERTO GARCÍA REYES

Desde Sevilla dirige el grueso del Ejército de Tierra. Lleva un año al frente y ya tiene una convicción:«El deber militar, que es nuestro concepto sagrado, nos obliga a sacrificar todos los derechos».

Es muy afable, buen conversador y, sobre todo, muy directo. El teniente general jefe de la Fuerza Terrestre hace balance de su primer año en el cargo sin eludir ningún tema. Al grano.

–Se va a cumplir a un año de su desembarco, por lo que la primera pregunta es obligada. ¿Qué ha cambiado?

–Un año es una buena referencia para hacer un balance de la situación. Mi caso es singular porque a este año hay que sumar los tres anteriores, en los que estuve también aquí como Jefe del Estado Mayor. Esos tres años condicionan mucho porque dan una visión muy amplia de todo lo que es la Fuerza Terrestre y de todo lo que ahora está bajo mis órdenes. Sin embargo, sí que había un pequeño déficit, porque la visión que tengo de Sevilla en este último año es bastante más amplia de la que tenía antes. Antes yo estaba en la sala de máquinas y ahora ya he salido a la cubierta y me he enterado de lo que se cuece en Sevilla.

–¿Y qué se cuece?

–No lo digo en ningún sentido peyorativo, sino que la sociedad sevillana es una sociedad muy completa, más que compleja, que no lo es, es muy completa. Tiene de todo. Los que no somos sevillanos vemos la sociedad sevillana muy particular y hasta que no entramos dentro no nos damos cuenta de lo que hay. Por ejemplo, en el mundo cofrade se ve mucho la cosa plástica y folclórica, pero no se ve la labor que hay detrás de las hermandades, la labor social, eso es un mundo. Luego, la importancia que da el sevillano a las tradiciones. Yo me quedo asustado cuando vamos de visita y empiezan a explicarnos las juntas de gobiernos las tradiciones de su hermandad, los ornamentos de los pasos… Eso es un aspecto que me gusta particularmente de Sevilla, el respeto por las tradiciones.

–Otra de las grandes tradiciones de Sevilla es el Ejército. Pero ya nada es lo que fue.

–Sí, eso hay que decirlo con un poco de melancolía, ¿verdad? La cantidad de guarnición que había aquí en Sevilla hace no muchos años y lo poco que va quedando. Pero bueno, eso es un signo de los tiempos. Desde que yo salí teniente por los ochenta llevamos cinco planes de transformación. Hemos pasado de más de 300.000 efectivos en el Ejército de Tierra a unos 70.000. Claro que hemos pasado de un Ejército de reemplazo a uno profesional. Pero, efectivamente, Sevilla tenía una tradición militar con mucho peso.

–Hay una cosa que podría simbolizar esa Sevilla militar que fue: el cuartel Alfonso XIII o el hospital

–Bueno, pero eso va con los tiempos. Si vas de visita a Carmona o a Osuna ves edificios impresionantes que dan a entender la vida que hubo y ya no hay.

–La relación de Sevilla con el Ejército siempre ha sido buena. ¿Ha empeorado?

–No, no. Yo he estado destinado por toda España y la relación que tiene aquí la sociedad sevillana con las Fuerzas Armadas es impecable. Aquí uno se siente valorado. Por eso cuando hablamos de cultura de Defensa sería oportuno particularizar porque aquí la sociedad sevillana te respeta. Aquí te sientes acogido. Cada vez que me presento de uniforme en algún evento de los muchos que hay en Sevilla, la gente agradece verte de uniforme y eso no ocurre en todos los rincones de España. Todavía quedan sitios donde hay que convivir con residuos de hostilidad.

–La Fuerza Terrestre Española se gobierna desde Sevilla. ¿Tiene la sensación de que los sevillanos no se han enterado de eso?

–Sí, eso lo comentamos aquí mucho. Los sevillanos saben todos dónde está la Capitanía General, que es un término en desuso, pero si preguntas lo que se hace dentro de Capitanía, somos desconocidos. Y eso es uno de los asuntos de los que Sevilla puede presumir. De este Cuartel General dependen todas las unidades operativas del Ejército de Tierra excepto las que están en Canarias. Todas las demás, las de combate y apoyo logístico, dependen de este Cuartel General. Somos 40.526 efectivos.

–Para llevar a cabo todo esto es necesaria una dotación económica concreta. ¿Qué diferencia hay entre lo que usted considera ideal y la realidad actual?

–Cuando uno se pone a hablar de recursos, el personal es el recurso más importante. Pero con independencia de eso, detrás está la economía, y hablar de necesidades de recursos en este periodo de crisis es complicado. Lo que a nadie escapa, y nos consta que en el Ministerio son bien conscientes de esto, es que nosotros ahora, y hablo de lo que mando, que es lo que conozco con detalle, somos capaces de asegurar el adiestramiento operativo, que es el que se dirige directamente a las unidades que se van a desplegar en cualquiera de los escenarios. Ese adiestramiento operativo lo aseguramos al cien por cien. ¿Dónde nos tenemos que apretar el cinturón? Pues en el adiestramiento orgánico, en el día a día, en la realización de actividades, que se hacen menos maniobras. Hemos tenido que aparcar determinado material para no tener que dedicarle gastos de mantenimiento. La gente tiene que saber que el soldado es una persona que se sacrifica. Hace unos años, cada vez que un soldado salía al campo recibía una contraprestación económica y ahora no siempre es así. Pero esos tiempos son para todos. Todo el mundo es consciente de la situación y nuestros dirigentes lo dicen, que agradecen que todos los españoles se han apretado el cinturón y han sufrido con dignidad esos recortes. El Ejército, como el que más

–En un momento en el que sufrimos la mayor amenaza que se recuerda con el tema del terrorismo yihadista se ha desatado una corriente política antimilitarista. ¿Por qué?

–Es verdad. Por un lado tenemos que reconocer que en el Ejército podríamos haber insistido en que la sociedad nos conociese con mayor detalle. Eso es así. Ha habido cierto complejo. De un tiempo a esta parte hemos procurado darnos a conocer porque es imposible querer lo que no se conoce. Por otro lado, hay que convencer a nuestros ciudadanos de que la seguridad tiene un precio y es indispensable para alcanzar una serie de valores que el mundo occidental considera, no prioritarios, sino fundamentales: la libertad, la igualdad, la justicia o la democracia. Si no hay seguridad es imposible garantizar eso. El precio de la seguridad es disponer de unas fuerzas armadas que garanticen eso. Las corrientes antimilitaristas siempre se han dado. Todavía hay ciudadanos que con muy buena voluntad piensan que la paz es un bien supremo, cuando hay otros bienes que son más importantes que la paz, como la democracia y la libertad. ¿Cuántos países tienen paz y no disfrutan de libertad? Ejemplos son muy fáciles de encontrar en el mundo. Esa gente que tiene esta convicción, que yo diría que es romántica y en el fondo no es mala, sufren el espejismo de la paz confundiendo el deseo de que no haya guerras con la ilusión de que no se vayan a producir. Y las guerras, por desgracia, y la historia nos lo enseña, pueden producirse en cualquier momento y lugar. Y tenemos que estar preparados para hacerles frente.

–Las guerras también evolucionan y las amenazas cambian. ¿Cuál es el principal peligro que nos acecha ahora?

–La mayor amenaza del mundo occidental hoy en día es el terrorismo islámico. Hasta nuestros socios americanos, que son poderosos como el que más, lo han sufrido en sus carnes. Ese terrorismo es muy difícil de atacar y es un riesgo gravísimo que está dentro y fuera de nuestras fronteras. Las redes sociales hoy día están al alcance de todo el mundo, hay vías de canalización de estas actividades perniciosas que son impresionantes. ¿Quién iba a hablar de ciberdefensa hace unos años? Sin embargo, hoy es una actividad preponderante. En España hemos creado el mando conjunto de ciberdefensa y desde hace tiempo le damos mucha importancia a esto. Pero todo empieza por la concienciación. Un niño con acceso a internet tiene riesgos inmensos y esa concienciación también ocurre en el mundo de la Defensa. Trabajamos con profesionales que garantizan la protección de nuestras redes.

–En Francia la gente ve bien a los militares por las calles. ¿Por qué está eso mal visto aquí?

Es como todo, hasta que no se le ven las orejas al lobo, la gente no se mentaliza. Cuando el conflicto está en la puerta de tu casa, ya ves con mejores ojos que haya un guardia de uniforme allí. Los franceses tienen en marcha la operación Centinela, que tiene desplegados permanentemente 7.000 efectivos por las principales ciudades y con el armamento perfectamente visible. Nosotros, después de los atentados de Atocha, estuvimos desplegados en las vías del AVE y no recibíamos malas caras porque la gente lo veía necesario.

–¿Existe un cliché ideológico sobre el ejército? ¿Militar y facha son palabras que se siguen asociando?

–Eso hay que combatirlo con el día a día, pero es cierto. A mí no me gusta mucho cuando el ciudadano me alaba la función del ejército y únicamente lo relaciona con las operaciones de paz. No me gusta. Me gustaría que fuese consciente de que estamos para todo y a lo mejor lo que nos falta es esa cultura de defensa. ¿Por qué la gente no se molesta cuando ve guardias civiles en las carreteras? Es más, no es que se moleste al verlos, se molesta cuando no les ve. Pues esa labor de pedagogía pura nos hace falta. Pero no sólo de los que vestimos uniforme, sino de toda la sociedad. ¿Cuánta gente le habla a los niños del Ejército?

–¿Impera el buenismo?

–Así es. No hay otra explicación. ¿A que en Israel no necesitan que se les explique estas cosas?

–La visión general en España del Ejército es que se trata de un mundo muy rancio en el que además las mujeres no han sido bien aceptadas.

–Dentro del ejército, y a lo mejor resulto pretencioso, los derechos de los que estamos hablando, como todo lo relacionado con el acoso sexual, están súper garantizados. En todo lo relacionado con la mujer dentro de las Fuerzas Armadas, con el ministro anterior se redactó un protocolo de actuación para casos de acoso sexual para garantizar que cualquier mujer militar que se sintiese acosada tenía varias vías rápidas para solucionar su problema. Fuimos los primeros en eso

–¿Qué opina de las asociaciones de militares?

–El asociacionismo ha entrado en las fuerzas armadas. Lógicamente, ha tenido que someterse a una regulación porque nosotros, nos guste o no, no somos funcionarios, somos militares. Nuestra actuación está siempre presidida por un concepto que a veces se olvida, que es el del deber militar. El deber militar excede a cualquier garantía, a cualquier derecho, hasta a los derechos humanos. El deber militar nos obliga a sacrificarlo todo por el cumplimiento del deber. Un militar, cuando jura bandera, se compromete a llegar hasta las últimas consecuencias en el cumplimiento de sus cometidos y de su deber. Cualquier otro civil que ve amenazada su propia vida está exento de cumplir con su deber. El militar no, el militar tiene que cumplir con su deber. Por eso digo que nosotros no somos funcionarios. Por lo tanto, el asociacionismo dentro de las fuerzas armadas tiene que estar regulado. Ahora mismo las asociaciones de militares están perfectamente estructuradas. Está el Consejo de Personal de las Fuerzas Armadas donde estas asociaciones están registradas y ahí exponen sus problemas y se buscan soluciones. La actividad más importante del militar está resumida en una frase que se llama mandar. La acción de mando, que es lo más complejo y lo más sagrado de nuestra profesión, implica todo: enseñar a nuestros subordinados, velar por su bienestar y por sus intereses… Eso es una responsabilidad de la cadena de mando y el mando tiene que resolver todos los problemas del personal militar, no sólo los institucionales, los personales también. Por eso, ¿cómo vamos a ver con malos ojos las asociaciones, si persiguen el mismo fin? Lo que pasa es que tienen que hacerlo dentro de la legalidad.

–Ahora no está de moda mandar, muchos prefieren las asambleas

–Eso siempre ha existido. En la milicia hay otro concepto importante, que es el de la lealtad y en el mundo civil a veces no es así porque cuando uno se juega sus cuartos es difícil ser sincero. La lealtad en el Ejército significa que el subordinado le dice a su jefe que está en desacuerdo. Entonces el jefe puede preguntar. Pero al final la decisión es del jefe y el responsable de esa decisión es del jefe. La responsabilidad en las Fuerzas Armadas nunca se comparte. Lo que hay que intentar es que antes de tomar una decisión se hayan cumplido dos premisas importantes: que haya sentido común y que el jefe tenga un buen equipo. Entonces seguro que no se falla nunca.

–Hace unos años era impensable que los jueces y los militares hicieran manifestaciones políticas. Actualmente incluso concurren en partidos políticos. ¿Qué opina?

–Una cosa es ser apolítico y otra cosa es estar despolitizado. El militar es una persona y pretender que sea apolítico es una ilusión. El militar puede tener ideas políticas, lo que pasa es que no las puede exponer en su condición de militar. Las unidades militares tienen que estar completamente despolitizadas. Ahí no hay otra deriva ni soluciones intermedias. Pero ni la institución ni el individuo son sordos e insensibles. Lo que preocupa al ciudadano de a pie nos preocupa también a nosotros. Luego, meterse en política, particularmente a mí es algo que no me gusta. No se le hace ningún bien al Ejército cuando se ocupan puestos políticos, pero todo depende de las circunstancias. Pero un militar en un partido político va un poco en contra de la esencia.

–Acabamos con un tema que duele mucho a Sevilla. La Armada ha estado unos días buscando a Marta del Castillo en el río. ¿Cómo hemos podido llegar a una situación así?

–Tengo la opinión en eso de cualquier español. No sé si llamarlo desilusión, pero la condición humana a veces nos da estos disgustos. Entender que hay semejantes nuestros que son capaces de estas barbaridades… El otro día el padre vino a decir algo que no es políticamente correcto. Dijo que si hubiese tomado parte en el asunto y hubiese cometido una barbaridad con el chico, probablemente ahora él estaría ya en la calle. Y eso tiene que hacernos reflexionar a todos porque tiene razón. La condición humana nos da estos disgustos y lo que eso quiere decir es que no somos tan buenos como nos creemos y que en el mundo de la Justicia también esa adaptación es necesaria. Hay que buscar medios para garantizar que cosas como estas no vuelvan a ocurrir. Tenemos unas fuerzas de seguridad de las que no podemos tener quejas porque están a la cabeza de todas las de nuestro entorno. Pero esto no es una crítica, es una crónica: vivimos en una sociedad garantista y el malo, en ocasiones, tiene algunas ventajas.

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