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REPORTAJE

Kandy, la abuelita mochilera: «El miedo son las barreras que nosotros mismos nos ponemos»

Empezó a recorrer el mundo tras su jubilación y anima a más personas de su edad para unirse a sus experiencias

Cándida García, de 84 años, en uno de sus viajes por el sudeste asiático ABC

María José Morón

«Los años no pesan, lo que pesa es el arraigo, las ataduras, la rutina y los miedos a todo lo desconocido», relata Cándida García , de 84 años, en su libro «Abuelita mochilera». En él se reta a ser una persona nueva, valiente y decidida, y a «aprender a vivir el presente para que mañana no puedas arrepentirte de que tus sueños nunca llegaron a realizarse».

Lo primero que hizo Cándida tras jubilarse fue cumplir un «gran» sueño: dar la vuelta al mundo . Lo tuvo claro desde que empezara a trabajar en un camping de San Sebastián para ayudar a sus padres. «Trataba con muchos viajeros que realizaban aventuras increíbles. Yo quería hacer lo mismo y algún día lo conseguiría».

Kandy, como le gusta que la llamen, nació en Valladolid y se vino a Andalucía, en concreto, a la localidad de Carchuna (Granada) , para ejercer como abogada. Durante más de treinta años, ha hecho lo que le apasionaba, pero confiesa que no estaba del todo safisfecha. «Siempre iba con prisas, mirando el reloj y preocupándome por cosas que si lo piensas fríamente no son importantes. Tardé en darme cuenta, pero lo hice». A los 66 años, no lo dudó, preparó una pequeña maleta que iba a llenar con miles de vivencias únicas. « Necesitaba volar , como las aves, para sentir la libertad y que había aprovechado mi vida. Quería hacerlo con calma y saboreando cada minuto de cada experiencia que se me iba a presentar», cuenta Kandy con cara de ilusión como si no hubiera pasado el tiempo ella.

Tomar la decisión de dar la vuelta al mundo no es tarea sencilla, pero si a eso le sumas que su sueño lo hizo en solitario, siendo mujer —lo que supone esto en algunos países donde los derechos de ellas brillan por su ausencia— y encima hace casi veinte años —los recursos y avances en las comunicaciones no eran los mismos,— la cosa se complica. «Yo lo tenía claro desde el principio, no me iba a dejar llevar por lo prejuicios. Quería vivirlo en primera persona y luego contar mi experiencia».

Kandy con una mujer "jiraja" de Tailandia ABC

Su periplo duró algo más de ocho meses y le dio tiempo a recorrer todos los continentes. «En Temuco (Chile ) llegué a las «rucas», las casas donde vivían los mapuches, y fui invitada a pasar unos días con ellos. En la Casa de Madre Teresa de Calcula (India) estuve colaborando durante diez días. Al final nunca estaba sola. La soledad cuando no es impuesta es maravillosa».

Hoy Kandy tiene 84 años y sigue viajando . «Cada nuevo día es un regalo. Es un paquete que el universo me envía para que lo abra. No sé lo que me voy a encontrar y ese momento es realmente mágico». Es por eso por lo que disfruta de cada escapada. «Desde el momento que lo estoy planificando, imaginando qué lugares voy a visitar, qué sorpresas me voy a encontrar y a quién voy a conocer, hasta cuando regreso a casa y recuerdo cada una de las experiencias vividas. Tengo un hijo y le cuento todo esto. Él es feliz porque a mi me ve feliz».

Dificultades

Durante todos estos años, Kandy ha tenido momentos «no tan bonitos», como los que vivió en Hong Kong cuando unos filipinos le hicieron «chantaje» y estuvo a punto de pisar la cárcel o en Colombia cuando un encapuchado subió al autobús con una pistola bucando turistas para luego pedir un rescate. «Afortunadamente no sucedió nada. Pero cosas parecidas te pueden suceder en España. Son situaciones muy puntuales y no suelen ocurrir. No hay que tener miedo. El miedo son las limitaciones que nosotros mismos nos ponemos y hace que no queramos movernos de casa».

De hecho, Kandy anima a otras personas de su edad para unirse a sus experiencias. Desde hace tres años organiza expediciones y todas ellas se pueden consultar a través de su blog «la abuela mochilera» y redes sociales. «Casi siempre vienen jubiladas. Son más valientes», se ríe mientras recuerda una frase que aprendió en la Casa de Madre Teresa de Calculta, «cuando por los años no puedas correr, trota; cuando no puedas trotar, camina; cuando no puedas caminar, usa el bastón; pero nunca, nunca, te detengas».

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