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UNIVERSIDAD INTERNACIONAL ANDALUCÍA

Losada Villasante, el mal estudiante que logró el Premio Príncipe de Asturias

El carmonense, propuesto en varias ocasiones para el Nobel de Fisiología, presentó ayer sus memorias

Manuel Losada Villasante, en la Universidad Internacional Andalucía J. M. SERRANO

M. J. PEREIRA

En la historia del investigador Manuel Losada Villasante (Sevilla, 1929) y en la del Nobel de Medicina Santiago Ramón y Cajal hay muchos puntos en común: su pasión por la ciencia, su prestigio internacional... y unos inicios escolares poco exitosos. Ambos fueron pésimos estudiantes durante su etapa escolar, provocando la desesperación de sus padres. Mientras que los de Ramón y Cajal lo pusieron a trabajar como aprendiz de barbero antes de llegar a ser médico, la madre de Manuel Losada Villasante tuvo que escuchar de una profesora que «Manolito no sirve para estudiar». Afortunadamente la maestra erró y aquel estudiante se convirtió en el primer científico andaluz en lograr el Premio Príncipe de Asturias en 1995 por sus investigaciones sobre la fotosíntesis.

Losada Villasante, quien fuera amigo íntimo y discípulo del premio Nobel de Fisología y Medicina Severo Ochoa , ha recopilado esa anécdota y otros muchos datos de su vida personal y científica en dos tomos que acaba de publicar la Universidad Internacional de Andalucía, un legado que sin duda nos ayudará a conocer mejor a este brillante químico, biólogo, fisiólogo y también farmacéutico. «Mi vida ha sido muy rica desde el punto de vista científico y personal. Pensé que sería una pena que se perdieran esos datos y por eso los he recopilado en dos libros, que son mi última lección como profesor universitario», ha declarado este lunes pasado a ABC el que el que fuera c atedrático de Bioquímica de la Hispalense, quien estaba llamado a heredar la botica de su tío en Carmona, aunque el azar le tenía preparado destinos más ambiciosos, como la dirección del Instituto de Biología Celular del CSIC o las universidades de Münster y California (Berkeley ).

Losada Villasante, flanqueado por Antonio Ramírez de Arellano, consejero de Economía, y el rector de la Universidad Internacional Andalucía, Eugenio Domínguez J. M. SERRANO

Su pasión por la ciencia no impide a este carmonense abordar en sus memorias su profunda fe. «Durante mi carrera universitaria docente e investigadora me dediqué casi exclusivamente a temas científicos y culturales, a reflexionar sobre la historia del Universo, del hombre y su destino. Sin embargo, en los últimos años después de mi jubilación, me volví más filósofo y teólogo ». A su juicio, «la ciencia sin religión es coja y la religión sin ciencia es ciega. Ni los intelectuales de cualquier campo pueden pasar de la ciencia y la tecnología, ni viceversa. Al final, ambas acabarán por ser sólo una».

Losada Villasante, casado con Antonia Friend, su fiel colaboradora y una aliada en su carrera profesional, ha declarado que «la ciencia ha logrado ofrecernos una visión fascinante y realista del origen y la evolución del Universo y de la vida, incluida la vida humana, la culminación de la escalada biológica. Este logro representa una de las más extraordinarias conquistas de la ciencia y, como todas las grandes conquistas humanas, ha sido ardua, apasionada y apasionate, pero es todavía muy fragmentaria e incompleta. Fiel a sus ideales y a su realidad biológica, el hombre tiene que seguir luchando honesta e incansablemente, con estusiasmo y confianza, hasta conseguir descubir toda la verdad a su alcance, buscando por todos los medios dar sentido -su verdadero sentido- a la vida y encontrar su propio destino -sea el que sea-. La vida humana es alegre, efímera y llena de vigor, y hay que vivirla con intensidad y provecho, pero la muerte, que es en sí el remedio natural que pone fin a la vida, ¿es viertamente el fin o el principio de todo?».

Sobre el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios en el seno de la Virgen, Losada Villasante plantea la siguiente cuestión: «¿Deben los mejores cerebros y grandes hombres de la humanidad, los santos y los sabios, unir sus esfuerzos y analizar escrupulosamente y objetivamente —no subjetivamente— lo que dicen sobre esos hechos “discutibles” la teología y la ciencia. Eso es lo que yo, a pesar de mis muchas limitaciones, dudas, incertidumbre y escrúpulos, he venido haciendo a lo largo de mi vida con prudencia, buenos deseos y altruismo».

Wert y las reválidas

Y precisamente cuando estamos en pleno proceso de debate sobre la necesidad de las reválidas introducidas en la Ley Wert , Losada Villasante refiere en sus memorias una anécdota ocurrida en el verano de 1946, cuando dio un «pequeño-gran» disgusto a su padre y que le afectó sensiblemente. «A pesar de mi brillante expediente en el colegio San Francisco de Paula , me suspendieron con un cero absoluto en la materia de Religión del entonces llamado Examen de Estado o Reválida de ingreso en la Universidad, lo cual impedía que alcanzara la máxima calificación obtenida en las otras disciplinas», cuenta el científico en sus memorias. Tuvo que esperar a 1952 para compensar este episodio, aunque su padre ya no lo vio, al obtener el premio fin de carrera en la licenciatura de Farmacia.

En el acto de presentación de estas memorias estuvo presente el rector de la Universidad Internacional de Andalucía, Eugenio Domínguez, quien trabajó como biólogo con Losada Villasante; y el exrector de la Hispalense y hoy consejero de Economía de la Junta, Antonio Ramírez de Arelllano, quien subrayó la importancia de este investigación entre la «hibridación» entre la ciencia pura y la ciencia aplicada.

Creó escuela

Por su parte, Miguel García, presidente de la Fundación CSIC y discípulo de Losada Villasante , destacó ayer que el Premio Príncipe de Asturias «siempre ha distinguido y separado saber de creer, por lo que la ciencia y religión no parecen constituir un conflicto para él. La disyuntiva ciencia.-fe no le asusta». En este sentido, el presidente de la Fundación del Consejo Superior de Investigaciones Cientícicas subrayó su perseverancia para la búsqueda de la Verdad y su «impresionante magisterio y capacidad de liderazgado han permitido el florecimiento de numerosas escuelas de fisiólogos vegetales y bioquímicos por toda España».

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