Hazte premium Hazte premium

CONFUNDADORA DE BÚCARO

Marta Pastega: «Ya no se regalan flores en San Valentín ni en el Día de la Madre»

Esta empresaria acaba de recibir el premio a la trayectoria empresarial de la Cámara de Comercio de Sevilla

«En Sevilla hay la cultura de la maceta pero rara es la casa donde se compran flores naturales todas las semanas»

«No tengo nada en contra de las flores artificiales pero, si no son muy buenas, mejor no ponerlas»

Marta Pastega Benjumea abrió Búcaro en Sevilla en 1979. Diez años antes lo había hecho su hermana Isabel en Madrid VANESSA GÓMEZ

M. J. PEREIRA

Marta Pastega Benjumea , fundadora junto a su hermana Isabel de la tienda de flores Búcaro, acaba de recibir de la Cámara de Comercio el premio a la trayectoria empresarial tras 40 años al frente de un negocio que ha puesto la nota de color en grandes eventos sociales, institucionales y empresariales de Sevilla y Madrid, entre otras ciudades. De madre sevillana y padre italiano, Marta Pastega nació en Buenos Aires, donde se crió hasta los 10 años porque su padre era diplomático, por lo que tiene nacionalidad española, argentina e italiana. Nieta de Rafael Benjumea Burín, conde de Guadalhorce , y de Isabel Heredia Loring, dama de la real Orden de las Damas Nobles de la Reina María Luisa, Marta Pastega se casó con Fernando Oriol Ybarra y estaba llamada a tener una tranquila vida hogareña, pero cambió su destino cuando en 1979 abrió Búcaro en Sevilla, una ciudad en la que entonces sólo había dos pequeñas tiendas de flores y apenas se usaban los claveles y los gladiolos. Búcaro transformó el concepto de la decoración floral y desde entonces ha sido una fuente de inspiración para muchos profesionales del sector.

-¿Cómo surge Búcaro, la floristería que provee de flores a la jet y a la Casa Real?

-Mi hermana Isabel estudió decoración de interiores en Londres y además trabajaba allí en una floristería para sacarse un dinerillo. Montó Búcaro en Madrid en 1969 y yo la abrió en Sevilla en 1979. Nuestra pasión por las flores y la decoración nos la inculcó mi madre. Nuestra casa de Italia es muy grande y mi madre nos obligaba a mi hermana y a mí a cambiar cada semana los veinte jarrones que había en la casa usando flores de nuestro jardín.

-Usted ha sido una mujer emprendedora cuando muchas mujeres veían los negocios como algo de hombres.

-Cuando empecé las mujeres empresarias éramos muy pocas. En Sevilla no había floristerías, salvo una en la Puerta Jerez y otra frente ala capillita de San josé. Había gente que se dedicaba a montar los pasos de Semana Santa y no salían de los claveles y lis gladiolos. Mi marido, Fernando de Oriol, vivió los dos primeros años del negocio. Yo siempre fui una persona muy activa y abrí la tienda porque me gustaba el tema de las flores y era un aliciente para viajar pero tengo que decir que las floristerías sólo dan dinero cuando sólo trabajan en ellas la familia, pero no si tienes una plantilla de ocho o diez personas como teníamos nosotros.

-¿Quiere decir que le ha costado dinero Búcaro?

-Pues yo diría que sí porque tengo dos defectos gordos. Uno es que cuando hago una decoración miro más que quede bonito que el presupuesto y eso me ha llevado a no escatimar en horas de trabajo. Yo los presupuestos no los he respetado muchas veces y en las bodas he gastado más de lo que debiera. Tengo que decir que yo, como economista, soy un desastre.

-¿Cuándo dejó el negocio y quién lo lleva ahora?

-Dejé Búcaro en lo más alto en junio de 2014 tras 40 años de trabajo intenso. Para mí la flor es una pasión y no he mirado horas en mi trabajo. Yo me llevaba mis trabajos a casa, dormía y soñaba con ellos. Ahora lo lleva mi hija Blanca (Chitina) y dos personas que han sido mis colaboradoras en el negocio, Mercedes y Rosario.

Marta Pastega, en el palacio del conde de Casa Galindo VANESSA GÓMEZ

-Ha sido premiada por la Cámara de comercio por su trayectoria empresarial ¿Qué cree fundamental para emprender?

-Imaginación, las ideas claras y experiencia. Yo había viajado mucho, sabía cuatro idiomas, había aprendido a ser relaciones públicas con mi padre, que era diplomático en Argentina... Cuando empecé con Búcaro trabajé mucho como relaciones públicas porque es importante para venderle flores a un director de banco o a un político. Cuando yo empecé los hombres parece que tenían ya una parte del camino andado, mientras que las mujeres no tenían esa mentalidad empresaria. En ese sentido, me ayudó mucho mi padre porque era un hombre muy avanzado, muy internacional y nos inculcaba una mentalidad que no era la que teníamos en España. De hecho, yo creo que éramos los únicos niños de Sevilla que en aquella época nos mandaron internos al extranjero.

-Búcaro terminó decorando los principales eventos de la ciudad ¿Cuál fue la clave de su éxito?

-Creamos escuela. Trajimos el estilo inglés, mezclando muchas flores. Nuestros ramos y centros primaverales eran una novedad tremenda y se hicieron famosos. De hecho, mucha gente nos copió. Hicimos una cosa que no se hacía: decorar con flores las mesas de los eventos, las lámparas de los salones, las carpas.... Ahora parece algo normal pero es que nadie lo hacía. Cuando empezamos en Madrid existía la floristería Bourguignon, que sigue siendo muy buena, pero Búcaro le superó porque innovó en las decoraciones. Tengo que decir que si Búcaro se ha podido mantener en Sevilla y ha hecho tantas cosas no sólo ha sido por mí, sino por mi equipo, que ha sido como mi familia porque yo pasaba muchas horas con ellos. Ellos se han adecuado a los malos momentos, cuando llegó la crisis, y se adaptaron a mí, que soy muy perfeccionista. Nunca hemos sido chapuceros, las flores de Búcaro han sido siempre de calidad y la calidad se paga. Búcaro era como la alta costura de las flores y se mantiene ahora, aunque con más dificultades.

-¿Qué personajes de la aristocracia y la jet han sido clientes de Búcaro?

-En Madrid y Sevilla nos han contratado las hermanas Koplowitz, la Casa de Alba, la Casa Real, Isabel Preysler, los grandes bancos... También hemos tenido a Bvlgari, que nos pidió decorar la Casa de Pilatos para un acto que celebró allí.

-¿La boda de la Infanta Elena fue vuestra consagración como floristería?

-Sí. Con el trabajo que desarrollamos demostramos de lo que éramos capaces. Teníamos hasta 12 trabajadores fijos pero cuando tenía decoraciones importantes, como la boda de la Infanta Elena, venía personal de Búcaro Madrid, de forma que llegábamos a ser 25 profesionales. Yo diseñé toda la boda pero después había que llevarla a cabo. Todo lo que se hizo en esa boda fue una proyección impresionante de Sevilla al resto del mundo. Decoramos las calles, la Catedral, la Plaza y la iglesia del Salvador, la Real Maestranza, el Ayuntamiento...

Durante 40 años, Marta Pastega llevó las riendas de la tienda de flores V. GÓMEZ

-¿Cuál es boda que ha decorado con mayor presupuesto?

-Aparte de la de la Infanta Elena, la de Eugenia Martínez de Irujo y Fran Rivera, ya que fueron 1.500 personas y tenía muchas carpas. A mí me gustó mucho hacer la boda de la Duquesa de Alba. A ella le gustaban mucho las hortensias rosáceas, violetas y celestes.

-¿Cuál ha sido la petición más extravagante que le hicieron?

-La de una boda hindú que se celebró en un cortijo hace cuatro años. Nos pidieron una especie de cenador con orquídeas, bambú... y quedó muy exótico. También el propietario de un gran yate que atracó en el puerto de Sevilla nos pidió, sin límite de presupuesto, treinta centros de flores exóticas, sobre todo orquídeas. Además, hicimos otra boda hindú en el Hotel Macarena, donde tuvimos que llenar las camas y suelos con pétalos. En la boda de la Infanta Elena nos dijeron que teníamos que decorar unos copones de tres metros de alto que había en la calle. Pusimos grandes bolas con naranjas y limones porque flores las hay en todo el mundo pero si hay algo que caracterice a Sevilla son las naranjas. Hicimos algo tan original que llamó la atención y, la verdad, es que nadie más ha vuelto a hacerlo.

-¿Algún cliente os ha cambiado la decoración floral a última hora?

-La reina emérita quería que la decoración floral de la iglesia donde se casó la Infanta Elena tuviera colores pasteles. Dos días antes de la boda la Infanta vino a Sevilla y dijo que quería mucho color, que no quería una iglesia tan pálida. Así que tuvimos que cambiar todo.

-¿Su peor recuerdo?

-Cuando ardió Búcaro en los años 90 porque alguien tiró un cóctel molotov en su interior. Estaba comiendo en casa de mi hijo Fernando y le dije que me iba porque tenía un mal presentimiento. Cuando llegué a la tienda me encontré la casa en llamas rodeada de camiones de Bomberos. Afortunadamente las llamas no pasaron de la planta baja. No se salvó nada de Búcaro, salvo una virgencita del Rocío. El seguro me cubrió el siniestro pero cerré seis meses y no sabía si abrir de nuevo pero un primo mío me convenció de que comenzara de cero porque aquello era mi vida.

-¿Se arrepintió de haber abierto de nuevo tras el incendio?

-No.

-¿Algún personaje famoso hizo un «sinpa»?

-(risas) No sé, tengo mala memoria. Bueno, el último año que estuve en Búcaro un famosillo muy sinvergüenza nos dejó una buena roncha pero no voy a dar nombre. Nos pidió una decoración de Navidad en su casa porque una revista iba a hacerle un reportaje. Ese personaje ha estado en la cárcel fuera de España. Con esos datos ya imagina a quien me refiero.

Búcaro decoró con hortensias la capilla donde la Duquesa de Alba se casó con Alfonso Díez V. G.

-Comenzó en una época en que los gustos florales eran más barrocos que ahora.

-Ahora la decoración floral es más minimalista. Hay sitios donde me gusta pero no es lo que más me atrae.

-¿Hay cultural floral en Sevilla?

-No, en Sevilla no hay ninguna cultura floral. Hay cultura de la maceta de gitanillas y geranios pero no del centro de flores natural. Rara es la casa sevillana donde se compran flores cada semana, como ocurre en muchas casas de Madrid y, por supuesto, en Holanda o Inglaterra.

-¿Tiene algo en contra de las flores artificiales?

-No. Yo he hecho muchas cosas con flores artificiales, pero tan buenas que parecían frescas. Las flores artificiales, si son de los chinos y no son muy buenas, mejor no ponerlas. En Francia, Italia y Estados Unidos hacen flores artificiales muy buenas.

-¿Cuáles son sus flores preferidas?

-Los tulipanes me gustan mucho y las rosas inglesas, esas que se abren y huelen maravillosamente.

-¿La crisis económica clavó sus zarpas también en Búcaro?

-Claro. Desaparecieron muchos clientes, entre ellas constructoras importantes. Los bancos y las empresas dejaron también de comprar flores y además subió mucho su precio porque el IVA pasó del 7 al 21%. Búcaro no fue ajena a esa crisis. Fue muy difícil hacer lo mismo con menos flores, con menos gasto... Los centros de flores empezaron a hacerse por un 25% menos y había que romperse la cabeza. A eso hay que sumar el hecho de que se ha dejado de regalar flores el día de San Valentín o el Día de la Madre. Ahora las madres no ven una flor (risas). Eso fue un golpe duro porque hay que tener en cuenta que durante muchos años en esos días vendíamos tanto como en un mes.

-Los escaparates de Búcaro, en el palacio del conde de Casa Galindo, formaban parte ya de la plaza del Museo. Ahora se ha trasladado a un pequeño local en el lateral del palacio del conde de Casa Galindo. ¿Es un paso atrás?

-Las personas que llevan ahora el negocio han considerado necesario recortar gastos y trasladarse a un local más pequeño en el mismo edificio, que sigue siendo mi casa familiar. Este palacio estuvo veinte años vacío y cerrada. Mi marido lo compró a unos primos suyos y empezó la obra. Levantó el piso de arriba pero no llegó a vivir aquí porque murió con 38 años y entonces las obras se pararon porque la idea primera era convertirlo en casa familiar, algo descabellado porque tiene de planta más de 3.000 metros cuadrados.

-El edificio está protegido porque es patrimonio histórico artístico. ¿Tuvo problemas para modificarlo?

-Cuando murió mi marido, deshice su proyecto y tuve que pedir permisos para hacer 9 apartamentos y remodelar la actual casa. Llegué a hacer cuatro proyectos hasta que la Comisión de Patrimonio me dio el visto bueno en 1989. Me cogió la Expo del 92 y no encontraba arquitectos para hacer la obra, tuve que contratar a dos mujeres arquitectos para las que éste era su primer trabajo y la verdad es que trabajé mucho porque yo no era arquitecta. Las equivocaciones en estas casa tan grandes cuestan mucho trabajo y dinero.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación