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Un monolito al «ángel» de la Guardia Civil que salvó a Sevilla de la masacre de 1990

La plaza de la Concordia, zona cero del atentado que nunca se cometió, luce ya una piedra conmemorativa que recuerda la providencial captura de Henri Parot

Momento en el que se descubre el monolito que luce ya en la céntrica plaza de la Concordia JUAN JOSÉ ÚBEDA

SILVIA TUBIO

Se preparaba Sevilla para la inminente llegada de su Semana Grande aquel Lunes de Pasión de 1990 . Recordaba este viernes el periodista Francisco Robles cómo se afanaban los sevillanos en las últimas compras antes de lucir los estrenos reglamentarios de todo Domingo de Ramos . Fue entonces cuando un inmenso agujero se abrió en el corazón de la ciudad, entre el epicentro de la vida política de Andalucía (la antigua sede del Parlamento), de la Policía Nacional (la otrora comisaría de la Gavidia), y el pulmón comercial.

En un puñado de metros cuadrados se concentró el horror . Ése hubiera sido el deseo de los terroristas, que habían planeado una carnicería con un coche bomba aparcado en los subterráneos de El Corte Inglés. Un control de la Benemérita interceptó al cerebro de la matanza antes de que pudiera ejecutarla. El etarra Henri Parot cayó para siempre a pie de carretera en Santiponce. Un monolito que se ha descubierto este viernes en la plaza de la Concordia , zona cero de lo que hubiera sido y nunca fue, recuerda desde hoy al «ángel de la Guardia Civil » que salvó a Sevilla.

La iniciativa ha partido de Habecu (Hermandad de Amigos del Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil), con la colaboración del Ayuntamiento, que ha facilitado el espacio donde luce la pieza conmemorativa. En el acto ha estado presente una nutrida representación de la Guardia Civil, del Consistorio y del Gobierno, con el alcalde Juan Espadas y el delegado en Andalucía, Antonio Sanz , a la cabeza.

Las palabras del presidente de Habecu Sevilla, Francisco Herrero , dieron la bienvenida pasada la una de la tarde a los presentes, a los que se fueron sumando viandantes que, sorprendidos por la presencia de guardias uniformados en mitad de la céntrica plaza , se detuvieron curiosos.

Francisco Robles recordó lo ocurrido hace 26 años con una glosa construida como si el baño de sangre se hubiera producido y en esta ciudad, «nada hubiera vuelto a ser igual». La intervención del guardia primero, Adolfo López , y del cabo José Infante lo impidieron. «Sólo cumplieron con su deber. Este debe ser un homenaje a todos los guardias que se dejaron la vida por los demás. Este Cuerpo es un lujo para España».

Espadas y Sanz junto a uno de los guardias que apresó a Henri Parot. Juan José Úbeda

Los discursos miraban una y otra vez a una esquina del atril donde con rostro solemne escuchaba atento el guardia Adolfo López la lluvia de agradecimientos que caía sobre él. Su compañero, que reside en Chucena (Huelva), no ha podido asistir y ha sido el único representante presente de aquel providencial control de carretera que frenó en seco al asesino cuando circulaba con un coche cargado con más de 300 kilos de explosivos.

«Hubo suerte, mucha. Pero la suerte hay que buscarla. Su cometido era asegurar el bloqueo de cualquier coche que se saltara el control e hicieron su trabajo. Nuestra deuda con ellos es inmensa. Ellos son los que nos hacen grandes como Cuerpo», señalaba el general jefe de la IV Zona , Laurentino Ceña Caro.

El etarra Parot en el momento de su captura ABC

El guardia Adolfo López recordaba antes de que arrancara el acto cómo otro general fue quien le enseñó lo que realmente había hecho y la trascendencia de la detención que acababan de realizar al mostrarle el maletero del coche que conducía un entonces desconocido Parot. «Llevaba cinco bombonas de butano cargadas con 310 kilos de goma 2. Al verlo me dio un ataque de nervios ». No fue la única secuela que sufrió, durante meses se alteraba con la simple cercanía de un vehículo.

La caída del histórico etarra se produjo porque los cuerpos policiales estuvieron preparando a la población para la cita internacional que se les venía encima, la Expo 92 , que obligaba a reforzar la vigilancia y a asumir el precio con más controles. Parot se topó con uno de esos dispositivos, que en el último momento había cambiado de ubicación, e intentó saltárselo. Fue reducido después de perder el control del vehículo, vaciar su cargador contra los agentes y quedarse sin munición. «Yo no me di cuenta que tenía la espalda abrasada hasta que un compañero me lo dijo».

De deudas impagables también habló Juan Espadas: «Evitaron una tragedia sin parangón y para este alcalde es una gran satisfacción que se haga este reconocimiento». 26 años después, un monolito perpetuará el recuerdo de la tragedia que pudo ser y nunca fue gracias «al ángel» de corazón verde.

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