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ENTREVISTA

«No he podido vivir del arte pero cuando vendía un cuadro me pegaba una juerga o un viaje»

Gerardo Delgado, arquitecto y destacado representante sevillano del arte abstracto español, repasa sus cincuenta años como artista y profesor universitario

Gerardo Delgado en su estudio de Olivares JUAN MANUEL SERRANO

JESÚS ÁLVAREZ

Con Gerardo Delgado (Olivares, 1942) el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo ha saldado la deuda que tenía Sevilla con uno de sus pintores abstractos más destacados, cuya andadura pictórica supera cinco décadas. De la generación de José Ramon Sierra, Juan Suárez y Manuel Salinas , Delgado es arquitecto y compañero de aula de Vázquez Consuegra y Pérez Escolano , entre otros. Con la tesis doctoral aún por hacer, ha estado dando clases durante cuarenta años en la Escuela de Arquitectura de Sevilla.

¿Por qué nunca quiso ejercer como arquitecto?

Nada más acabar la carrera me decidí por la pintura porque gané el premio Pasarela que concedía la prestigiosa galería del mismo nombre. Antes pintaba sólo los veranos en mi época de estudiante.

¿Ha podido vivir de la pintura?

No, ni de la pintura ni de la Universidad porque me pagaban muy poco. He vivido de la Caixa, a la que le he montado muchas exposiciones. He viajado mucho con ellos para montar exposiciones en toda Europa.

¿En España cuántos pintores pueden vivir de la pintura?

Muy pocos. Y si eres un pintor abstracto es aún más difícil. Si eres figurativo, tienes más posibilidades. Como abstracto, si vendes un cuadro te pegas una juerga o un viaje, pero hay que tener otra profesión para poder comer.

Sevilla es una plaza especialmente difícil para el arte abstracto.

Lo es. Siempre se ha dicho que pesa mucho la tradición y que gustan más los paisajes y las vírgenes. Sevilla tiene la Semana Santa y la Feria y con eso ya tiene su cupo de ocio. Hubo posibilidades de renovar la ciudad en materia artística pero no se aprovecharon

¿Cuál fue, en su opinión, la mayor oportunidad perdida?

En los años 70 cuando el catedrático Bonet Correa dirigió el Museo de Bellas Artes. Quiso darle un zamarreo al museo y a la ciudad. Traer cosas nuevas para que Sevilla las conociera pero le hicieron la vida imposible y tuvo que dimitir e irse a Madrid. Con su hijo, Juan Manuel Bonet, actual director del Instituto Cervantes, y algunos otros como José Ramón Sierra puso en marcha en El Correo de Andalucía de la época de Javierre unas páginas de arte donde escribíamos varios artistas. Allí apareció lo más interesante que se escribía de arte en España.

¿La Biacs fue otra oportunidad perdida para Sevilla?

Sí. Juana de Aizpuru lo intentó pero no funcionó y solo hubo tres ediciones.

¿Cómo es el coleccionista de arte sevillano? Antes había médicos, abogados, ingenieros y funcionarios que compraban cuadros y se hacían su colección.

No sé qué decirle. Si hay alguno, yo desde luego no lo conozco. Es verdad que hubo momentos mejores pero con la crisis todo se fue al garete. Nunca hubo mucho pero algo había pero con la crisis todo lo superfluo, lo que no era para comer, se acabó.

Se fue entonces a Madrid a exponer su obra. ¿Qué pasó?

Nada. Expuse en una galería pero no vendí ni un cuadro.Yo nunca me he sabido relacionar con los galeristas. He sido artista pero he vivido de otras cosas y nunca he empujado y para vender y colocarse hay que empujar un poco. Pero no me encuentro a gusto empujando. Hacer tantas cosas también ha ido en mi contra. Si solo me hubiera dedicado a mis clases y al arte me hubiera ido mejor como artista pero estar trabajando en el montaje de otras exposiciones me perjudicó y le hizo mucho daño a mi carrera aunque me dio de comer.

Vive en Olivares. ¿No le gusta Sevilla?

Me vine a Olivares en los años 80 harto del ambiente artístico de Sevilla, que me resultó insoportable. Llegó una generación de artistas más jóvenes que se creían los nuevos descubridores del arte y a los mayores nos ningunearon. Conmigo especialmente y entonces me pregunté qué hago aquí. No tenía ganas de pelear con esta gente y además tenía todas las de perder. Prefiero no mencionar los nombres pero esto fue así. Sufrí muchas criticas por trabajar para la Caixa en sus montajes y eso me hizo alejarme de ese circuito. Ahora, con el tiempo, lo veo como un error porque si uno quiere ser pintor tiene que estar más en lo sitios. Si yo hubiera tenido que vivir del arte me habría ido mejor de pintor.

¿Se planteó alguna vez cambiar los temas de su obra para adaptarse a los gustos del mercado y poder vender mejor su obra?

No, eso no. Al público nunca lo he tenido cuenta. Me ha dado un poco igual. No se me ha ocurrido pensar ni en el público ni en una galería a la hora de crear sino en lo que a mí me gusta. Por supuesto que me preocupa la opinión del público y de lo galeristas pero no pienso en ellos cuadno pinto.

¿Nunca ha envidiado a los artistas que venden más cuadros?

Hay muchos tipos de artistas y a mí esos no me interesan, los que hacen más cosas comerciales. Yo creo en el arte. Pinto para mí y para unos cuantos. Ahora lo veo como algo negativo pero es tarde para intentar enderezarlo.

Sus cuadros tienen un gran rigor compositivo y una geometría impecable. ¿Hay algún mensaje en ellos acerca del autor o del espectador?

Me gusta que el espectador participe en los cuadros e incluso intervenga moviendo una instalación y creando una obra diferente, pero nunca me he preocupado de contar una historia en un cuadro. Lo abstracto tiene sus propias leyes, dentro de la geometría y tal vez sea un poco fría para entendernos. Pero no quiero transmitir estados de ánimos aunque la gente reacciona a mi pintura.

En una de las salas del CAAC sólo se ven cuadros de color negro.

Me gustan los negros y soy conscinte e que hay gente que no aguanta ese color y que jamás compraría un cuadro negro. Pero yo he empleado también colores muy nítidos: verde, naranja, azul. Tengo mis colores favoritos pero por épocas. En la sala de los cristales rotos, utilizo tres colores rojos mezclados y encima un negro que tiene bastante azul. Estoy muy contento con la exposición del CAAC porque me ha servido para ver toda mi obra durante 50 años.

¿Nunca ha pintado un puente, un campo o un paisaje? ¿Ni en su época de estudiante?

No. Siempre me ha atraído lo abstracto. En los años 80 pinté obras con ciertas referencias figurativas en las que se veía algo. Había referencias a la música y literatura que escuchaba en ea época, pero luego volví a recuperar la geometría.

¿Le gustaban las matemáticas?

No demasiado. Estudié en la carrera pero tampoco me emocionaban.

¿Era buen estudiante?

Ni bueno ni malo. No sacaba buenas notas. Iba más a la biblioteca de Filosofía y Letras que a las clases. Yo me llevé toda la carrera haciendo cualquier cosa menos estudiar.

Una de ellas fue fundar el cine club universitario.

Recuerdo que teníamos que recoger los rollos de las películas al tren en macutos. Venían de Madrid y las llevábamos al Pabellón de Uruguay.

¿El cine club Vida fue su referencia?

Sí, pero para diferenciarnos de él. El Vida lo montaron los jesuitas con el padre Alcalá al frente. Nosotros siempre traíamos películas en versión original y escogíamos las cintas más problemáticas. Ellos elegían películas dobladas y menos políticas. Alfonso Guerra y Guillermo Galeote lo fundaron conmigo y otros estudiantes

¿Mantiene relaciones con ellos?

Con Alfonso Guerra sí. Nos conocíamos mucho. Él hacía muchas presentaciones y participaba en los debates que se hacían después de las películas. Y también íbamos mucho a su librería.

¿Sufrieron la censura política?

No, pero el material que había era el que había.

Fue a Alemania a trabajar. ¿Qué recuerdos tiene de esa experiencia?

Buenos. Estuve trabajando en la Bayer durante un verano. Aún era estudiante de Arquitectura. Hacía de todo, barría el suelo y lo que hiciera falta. En Alemania las grandes fábricas tenían que admitir en verano a estudiantes para hacer prácticas y había un cupo de extranjeros. Los jesuitas tenían mano en la Bayer y me colocaron allí.

¿Qué películas pudo ver allí que no se podían ver en España?

Todas las de Buñuel y de Bergman. Mi idea era acaba Arquitectura e irme a estudiar a Cine en Madrid pero en los dos últimos años de la carrera, me enganché con los estudios y cambié mis planes. El premio Pasarela me enfocó hacia la pintura

Luego se hizo profesor universitario.

La Escuela era muy nueva y no había profesores de Arquitectura y los arquitectos que se licenciaban se metían a dar clases. Recuerdo que muchas veces no iban, aquello era bastante desastroso y era casi imposible engancharse con la carrera.

¿Ahora son mejores?

Sí.

¿Cómo eran sus alumnos?

Los había de tres tipos. Un grupo gracias al cual merece la pena dar clases, otros medianetes y un tercer grupo al que te entraban ganas de decirle que por qué no se iban a Medicina.

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