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SEGURIDAD

Nuevos clanes de narcos se disputan el control de las Tres Mil Viviendas

La decadencia de las familias que hasta ahora controlaban el tráfico de droga ha provocado un vacío de poder en el barrio y la lucha encarnizada de varias bandas

Intervención policial en las Tres Mil Viviendas FELIPE GUZMÁN

E. BARBA

La zona más conflictiva del Polígono Sur sevillano, la barriada de las Tres Mil Viviendas , ha sufrido en los últimos años un evidente empeoramiento tanto de su seguridad como de la convivencia entre el vecindario. A pesar de los múltiples y costosos esfuerzos de las administraciones y de las iniciativas del Plan Integral para esta zona desfavorecida, la coyuntura en esta demarcación es muy complicada porque a los habituales índices de alta delincuencia se suma desde hace tres o cuatro años una guerra entre clanes por el control del barrio y la venta de drogas , lo que ha agravado el ambiente hasta límites impensables hasta hace bien poco.

Esas nuevas familias que pelean por ejercer el mando han aprovechado el vacío de poder que han dejado los clásicos «dueños» de las Tres Mil, unos desaparecidos y otros venidos a menos tras detenciones policiales . De esta forma, actualmente está planteada una cruenta batalla por las calles cambiando un panorama donde predominaba el menudeo y los pequeños delitos contra la salud pública a otro más hostil y violento con grupos vinculados a auténticas bandas de narcotraficantes con contactos en el extranjero y con un movimiento de armas de fuego que jamás se había conocido en esta zona. De hecho, han sido bastantes los enfrentamientos con armas que han protagonizado los clanes actuales en los últimos años para poder controlar de manera exclusiva el tráfico de estupefacientes. Que permanece sin un dueño claro a estas alturas.

Después del gran patriarca

Hasta hace unos diez años, todo el negocio que generaba la droga en el Polígono Sur estaba controlado por el clan del Tío Casiano , que ejercía el control absoluto de cada calle, de cada bloque, y sabía quién y qué se movía, como constatan fuentes policiales. Sin embargo, la muerte del gran patriarca, Manuel Silva, en el año 2006 y el procesamiento al año siguiente de los principales cabecillas de este clan, que acabó con doce condenados por tráfico de drogas y delitos contra la salud pública, blanqueo de capitales y falsedad, terminó por diluir el enorme poder que tenían sobre las Tres Mil. A partir de ahí, poco a poco, otros grupos familiares comenzaron a pugnar por la «jefatura» del Polígono y del tráfico de drogas, erigiéndose en los clanes dominantes hasta hace apenas tres o cuatro años.

Entre esos grupos ha destacado especialmente por su tremenda fuerza en el barrio el llamado clan de los Mariano , que debía su nombre al primer cabecilla del mismo pero que cayó en decadencia a raíz de la enfermedad incurable de su líder, Francisco Salguero, «Paquito». Éste, de hecho, ha sido excarcelado hace unos meses por motivos humanitarios después de aceptar el año pasado una pena de seis años. En la operación por la que se detuvo a «Paquito» también se arrestó al padre de éste, otrora jefe del grupo, y a un empleado de la banda, de forma que este clan entró en decadencia y ha perdido buena parte de su influencia.

Otras de las principales familias del narcotráfico en la etapa posterior al Tío Casiano fue la del clan de los Perla , que debe su nombre a María la Perla, mujer del líder de la organización, Antonio el Coleta. Este grupo movió ingentes cantidades de dinero en las Tres Mil gracias a los negocios vinculados a la droga, pero en agosto de 2013 uno de los componentes de este clan mató en un tiroteo a una niña de la familia de los Mariano a causa de una bala perdida cuando pretendían ajustar cuentas con un delincuente del piso de al lado al que ocupaba la menor, que cenaba con sus padres. Este suceso obligó al grueso del clan a huir del barrio por miedo a las represalias. El patriarca fue repudiado por esa muerte y luego la Justicia le mandó a prisión, con lo que su poder en el Polígono Sur quedó hecho añicos.

En este ámbito de grupos delictivos que se han debilitado puede incluirse también al clan de los Melli , que recibe ese nombre por haber sido sus jefes dos hermanos mellizos pero que ha caído en desgracia tras la muerte de uno de los dos cabecillas. De este modo, los clanes de corte más clásico han ido desapareciendo del mapa de las Tres Mil, aunque hay varios que ya existían en los tiempos de oro de los Perla y de los Mariano y que aún mantienen cierta actividad, según exponen desde fuentes policiales. Es el caso de los Mikhailovich , gitanos procedentes del este de Europa que el pasado mes de febrero fueron objeto de un nuevo golpe policial y la detención de una decena de miembros por sus vínculos con el narcotráfico y con el asesinato de Sandra Capitán, su hija y su pareja, el Turco, en Dos Hermanas . Fueron arrestados en el propio Polígono Sur después de que la Guardia Civil les siguiera la pista tras un robo a mano armada a los empleados de una compañía de Chipiona. Este grupo, como constató el Instituto Armado, se caracterizaba por ir sumando miembros en función de las necesidades delictivas que tuvieran, actuando con pistolas, escopetas o recortadas.

Contactos en el extranjero

Pero la presión policial y de la Justicia han terminado debilitando también bastante a esos clanes de corte clásico, provocándose ese vacío de poder actual que está siendo aprovechado por nuevas bandas muy distintas a esos grupos familiares que buscan hacerse con el territorio para poder controlar el negocio de la droga. Fuentes de seguridad explicaban a este periódico que estas nuevas organizaciones que luchan para ganar presencia en el barrio son más reducidas que las precedentes, pero presentan un cariz más violento por el uso de armas de fuego , algo que hasta hace bien poco era muy inusual en estas calles.

Ese movimiento de armas les ha granjeado contactos a nivel internacional que antes apenas existían y que ha aumentado la virulencia de sus acciones y que también se hayan abierto las puertas de los caminos de la droga desde Turquía , que llegan a estas organizaciones de España a través de Holanda y Bélgica y que tienen un punto de movimiento y distribución destacado en esta barriada hispalense. Se han detectado movimientos en ese sentido en momentos puntuales, en los que estos grupos llegan a «cortar» la calle donde están realizando una entrega atravesando coches en los accesos e incluso provocando los famosos incidentes con los autobuses de Tussam (apedreamiento por parte de menores) en las vías que deben servir a las patrullas policiales para llegar a donde se está cometiendo el delito; los percances con los buses municipales sirven de elemento de distracción y de «muro» para las bandas.

Las fuerzas de seguridad conocen, como es lógico, los cambios de este escenario de clanes, aunque mantiene el tradicional dispositivo en el barrio, donde a nivel policial se realiza un trabajo eminentemente preventivo que emana de las reuniones de coordinación que mantienen los responsables policiales con los vecinos cada dos semanas. Pero la preocupación ante los nuevos grupos resulta innegable.

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