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VERANO EN EL GUADALQUIVIR

Las otras «playas» de Sevilla

«Sevilla Beach», en las Delicias, última novedad de una larga lista de ocio litoral en la ciudad

Playa de María Trifulca, en el Batán, en agosto de 1950 ABC

E. BARBA

La apertura este viernes del complejo «Sevilla Beach» en el muelle de las Delicias -con tres piscinas, «playa» artificial con arena y solárium y pistas deportivas- es la última novedad de una larga lista de intentos, unos más o menos fructíferos y otros frustrados, de uso de las márgenes del Guadalquivir como espacio de ocio vinculado al baño, a modo de litoral. La historia de la «costa hispalense» viene de lejos, desde los propios baños en el río para aplacar el calor sin más, de manera natural. Pero a esa naturalidad se sumaron luego iniciativas de índole política de lo más variadas.

Playa de María Trifulca

Obviando épocas ancestrales o los baños en la zona de los Humeros y la Barqueta en el siglo XIX, Sevilla ha tenido playa en su historia más reciente: la de María Trifulca . Ésta estaba situada bajo el actual puente del Centenario . Estando cercana, por la margen izquierda y en la que sería su orilla más familiar, al barrio de Heliópolis y al antiguo desvío del río Guadaíra y, por la margen derecha, junto al Cortijo del Batán y unos metros antes de las instalaciones de Astilleros, siendo esta orilla para un ambiente más diverso. El origen de este área recreativa es la ejecución del Canal del Rey Alfonso XII o popularmente la Corta de Tablada. Esta zona tuvo su esplendor entre los años 20 y los 50, cuando el mayor desarrollo del puerto terminó con el espacio de recreo. Y lo tuvo a pesar de que se trataba de un lugar peligroso, con corrientes y donde los ahogamientos eran relativamente frecuentes. La gran explosión en un polvorín del Regimiento de Artillería en el Batán a finales de julio de 1941, que causó numerosos heridos, supuso el inicio de la decadencia de este lugar como referencia para bañistas. Posteriormente, hubo alcaldes como el Conde de Halcón o el andalucista Alejandro Rojas-Marcos ya en los años 90 que intentaron llevar a cabo un proyecto de playa fluvial adecuado a la ciudad, aunque sin éxito. El propio Rojas-Marcos planteó también una piscina fluvial en San Jerónimo, idea que se quedó sólo en declaración de intenciones.

Muelle de la Sal

Desde que dejara de tener actividad portuaria, los más jóvenes han usado este muelle entre la Torre del Oro y el puente de Triana para bañarse aprovechando las zonas con escaleras de granito que llegan hasta el agua junto a donde atracan los barcos de visitas turísticas. Cuando el calor aprieta, es normal ver a chavales en esa margen izquierda del río a su paso por la zona histórica de la ciudad dándose un baño en las verdosas aguas... a pesar de que éstos están oficialmente prohibidos. Pero hay costumbres ante las que se hace la vista gorda y ésta es una de ellas. Aunque bañarse en el río está prohibido, por razones de seguridad y también de salubridad, lo cierto es que no hay ninguna autoridad que ejerza una vigilancia específica sobre estas prácticas ilegales.

Del paseo de la O a Puerta Triana

Desde que se reformara este paseo fluvial y se colocaran nuevos pantalanes de recreo y para la pesca durante la pasada década, muchos son los jóvenes que utilizan este tramo de la margen derecha de la dársena para darse un baño, especialmente en la zona más cercana a la Cartuja y a los pies de la propia torre Schindler , junto al Pabellón de la Navegación. La inminente apertura de los Jardines de Magallanes, justo en este lugar de Puerto Triana, podría fomentar esta práctica al tratarse de amplias extensiones de césped junto a la misma lámina del Guadalquivir. El escenario para esos baños mejora, qué duda cabe, con este inminente estreno. En la parte más trianera, de los bajos del hotel Abba hasta el Museo de la Inquisición, no resulta extraño ver a gente bañarse en julio y agosto, como viene haciéndose de antaño.

Embarcadero del Alamillo

Éste es otro nuevo punto de baño en el río a su paso por la ciudad. Se trata del embarcadero que construyó hace cuatro años la Junta de Andalucía al lado -casi a los mismos pies- del puente del Alamillo y en un extremo del parque del mismo nombre, un espacio verde que gestiona el ejecutivo andaluz. La pequeña infraestructura, ya vandalizada con múltiples pintadas, no ha servido para el atraque de embarcación alguna, tal y como se había vendido en su día, pero sí para la cita de multitud de jóvenes que usan el embarcadero para lanzarse a un baño en el Guadalquivir y también para tomar el sol, beber y comer. Se trata de un punto con cada vez más afluencia a pesar del evidente peligro del río en esa zona y la frondosidad de ese tramo de la margen derecha, aunque se trate del brazo muerto de la dársena.

Las piscinas fluviales de Zoido

Durante su etapa en la oposición antes de convertirse en alcalde, el popular Juan Ignacio Zoido prometió la construcción de dos piscinas fluviales en la margen derecha del río, cerca del Alamillo. Presentó el proyecto, recreaciones del mismo y hasta planes de financiación, pero la llegada al poder y la crisis económica cambiaron la perspectiva del dirigente siendo ya alcalde. Ese proyecto se quedó en un cajón, aunque probó con otro de algo menor fuste una piscina fluvial en el que denominó Paseo del Arte , esta vez en la margen izquierda del Guadalquivir. Lo presentó en 2013 y sus promotores, según explicó Zoido, habían tomado como modelo las piscinas fluviales de Amsterdam y Berlín, con la intención de que pudieran usarse todo el año. Para su construcción se requería del visto bueno de la Autoridad Portuaria y para el complejo entero, la de la comisión de patrimonio de la Junta de Andalucía. Nada de eso llegó. Ni el dinero para afrontar el proyecto.

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