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REPORTAJE

Profesiones y oficios en peligro de extinción

Los avances tecnológicos hacen que determinados puestos de trabajo acaben desapareciendo con el tiempo

La crisis económica y los nuevos avances han acelerado la defunción de oficios hasta ahora comunes ABC

MARÍA JOSÉ MORÓN

Las costumbres van cambiando, no hay duda, y la tecnología inunda nuestro día a día relegando al olvido profesiones y oficios que antaño fueron esenciales. Algunos han modificado su nombre, como fueron los antiguos «bañeros» que ahora se les conocen como socorristas. Otros perdieron su puesto en la sociedad por la introducción de la maquinaria , como el «latero», que reparaba utensilios de barro o porcelana; el «paragüero», a pesar de que en Sevilla no tuviera mucho sentido; o el «senero» que vigilaba calles y encendía las farolas. Y otros permanecen como una actividad residual, tal y como ha ocurrido con los «afiladores», con sus inconfundibles sonidos de armónicas, «curtidores, herreros o campaneros», oficios artesanales que permanecen casi por cuestiones nostálgicas .

En todas las épocas han desaparecido trabajos. La crisis económica y los nuevos avances han acelerado la defunción de oficios hasta ahora comunes. En España hay 217 profesiones reguladas , es decir, aquellas que se exige directa o indirectamente un título. La mayoría de ellas son del sector sanitario y de servicios sociales, según la Comisión Europea.

Se ha impuesto la rentabilidad frente al romanticismo, la supervivencia frente a la vocación, o simplemente nacen nuevas profesiones. Entre los perfiles más buscados por las empresas se encuentran los ingenieros en redes, ingenieros en seguridad informática, desarrolladores de software, consultores especializados en sistemas para las empresas, gestores de cuentas, ciberseguridad o desarrolladores de videojuegos, que además estas profesiones son las que mejor pagadas están, según los últimos datos de la Unión Europea. Desde ahora hasta el año 2020 se crearán más de 900.000 puestos de trabajo relacionados con la tecnología .

En la actualidad, y a pesar de estos informes, en Andalucía los perfiles más ocupados están relacionados con la restauración y el comercio (456.700), intelectuales de la salud y la enseñanza (263.700), técnicos y profesiones de apoyo (259.400) y peones de la agricultura, pesca, construcción, industrias manufactureras y transportes (248.400), según el Instituto Nacional de Estadística.

Los cambios estructurales en la distribución comercial también están arruinando a los oficios y al pequeño comercio. Las empresas unilocalizadas, aquellas que no tienen sucursales, libran una lucha sin cuartel contra las grandes superficies , y pese a no ser rentables hoy en día, siempre hay un vecino que necesita de la cercanía, calidad, variedad y, por supuesto, de los consejos del artesano que nos recuerda nuestras tradiciones.

Alfarero. Antonio Campos: «es mi vocación y me adapto a la demanda del mercado»

Juan José Úbeda

Antonio de 59 años es el único alfarero que queda ya en Triana . Nació en La Rambla, Córdoba, donde existe una tradición alfarera desde hace siglos. Allí aprendió la profesión.

Recuerda que la artesanía siempre le había llamado la atención y con trece años se escapaba del colegio para practicar con el barro. «Mi madre no lo sabía, pensaba que estaba estudiando y tardó una semana en darse cuenta».

Los talleres de La Rambla comenzaron a industrializarse y decidió mudarse a Sevilla, donde en aquel entones la cerámica estaba resurgiendo. «Soy alfarero por vocación, disfruto transformando el barro en vasijas, botijos, cántaros, macetas,... de forma artesanal». Lleva más de treinta años en la capital y romper con la alfarería tradicional ha sido una de las claves de su éxito. «Me gusta innovar y adaptarme al mercado. Esto implica usar técnicas distintas. Es más decorativo, artístico y, por supuesto, complejo».

Entre sus manos ha modelado piezas para la Plaza de España o el Real Alcázar y las calles de Sevilla están repletas de reposiciones de Antonio por rupturas o deterioros. Los incensarios que vemos por el centro de la ciudad fueron creadas por él y un amigo fallecido. Empezaron a venderse en la Expo del 92 y hoy en día los vemos por todos los rincones. «Estoy orgulloso. Hemos creado un objeto y un mercado».

Su taller no está abierto al público, trabaja por encargos. Hace cerámicas que el mercado necesita. «Ahora estamos trabajando con las boquillas de las cachimbas . Es un tabaco que no es nocivo y nos hemos adaptado a la demanda».

En el taller, que se encuentra en la calle Alfarería , trabajan cuatro de sus seis hijos. El mayor ha abierto su taller en Madrid y el menor aún es pequeño para trabajar. Es el único alfarero de Sevilla, pero sus hijos cogerán la «antorcha» de la alfarería y ellos irán evolucionando.

Entoladora. María Ramos: «la gente no tiene paciencia para hacer esta artesanía»

Jesús Spínola

El taller de María Ramos González-Serna se ha dedicado a la confección de trajes, velos y mantos de novia entolados a mano, así como batones de bautizo. Trata con telas «muy delicadas» y este tipo de costura hace que el taller, ubicado en José Laguillo , sea uno de los pocos que queden hoy en día.

También se hace un minucioso trabajo de restauración sin usar en absoluto la máquina de coser. «Piezas perdidas, entolado y zurcido de encajes , sustitución de partes irrecuperables por otras nuevas... de tal forma que sean casi imposibles de diferenciar». Son muchos los clientes que cada vez más demandan este tipo de trabajo, ya que suelen ser prendas que han ido pasando de generación en generación y tienen un gran valor sentimental. «No es un trabajo bien pagado, pero no hay mucha competencia», dice.

María, de 53 años, es de la pocas entoladoras de Sevilla. «Yo enseño a mucha gente, lo que sucede es que no se tiene paciencia. Los clientes quieren las cosas de inmediato y prefieren gastarse el dinero en una mantilla nueva».

Carbonero. Luis Aguilar: «el cisco ha repuntado al subir las facturas de la luz»

Juan José Úbeda

Un negocio que mantiene viva la llama. La carbonería de la calle Parras, a escasos metros de la basílica de la Macarena , es la única que hay en Sevilla capital y lleva más de un siglo en el mismo lugar. Por ella han pasado tres generaciones y de momento no parece que vaya a cerrar. Luis Aguilar, de 51 años, está al frente del negocio familiar. «Me quedan unos años para jubilarme. No tengo hijos pero sí sobrinos y quién sabe si seguirán».

Carbón para barbacoas, cisco para el brasero , leña para chimeneas y bombonas de camping gas es lo que podemos encontrar en la carbonería que parece no haber pasado el tiempo. Al entrar «vemos un museo» sobre nuestro pasado y las paredes ennegrecidas lo acompañan. El tizne inunda todo el local.

Según Luis, el cisco se sigue vendiendo. En los últimos años ha repuntado su consumo por la crisis. «Al subir la factura de la luz, mucha gente viene a comprar picón que da además un calor más confortable ». Por menos de un euro, calienta una casa todo el día.

Cuenta que no es un negocio rentable, pero sí le da para vivir y disponer de su tiempo. Las redes sociales y la página web son de los pocos cambios que ha sufrido la tienda a lo largo de su historia reciente.

Luthier. Robert Louis Baille: «mientras haya músicos, habrá luthiers. Van de la mano»

Raúl Doblado

Después de varios siglos el oficio de luthier se ha convertido en un arte excepcional, y, desde la selección de las maderas hasta el último barnizado, todo el proceso se efectúa mediante técnicas muy depuradas hechas a mano. « Un violonchelo tiene tres meses de trabajo , y un violín, un mes», explica el maestro francés Robert Louis, de 56 años, que lleva más de dos décadas en Sevilla.

La calidad de un luthier no es la misma que la calidad que ofrecen las grandes superficies. «No son instrumentos para profesionales». Aquí se ofrecen «objetos únicos, con sonidos únicos ». Robert Louis viaja hasta los países balcánicos en busca de madera para conseguir el sonido que ya tiene en mente, porque «la madera es esencial».

Sobre su mesa no sólo se diseña, también se restauran instrumentos de arco. Cada músico acude a su taller de la calle Baños al menos una vez al año. «Mientras haya músicos, hay luthiers. Los instrumentos necesitan un mantenimiento. Somos los médicos de los músicos », asegura. En Sevilla no hay muchos luthiers, sólo hay tres reconocidos, y en este taller también se fabrica la cuerda, uno de los pocos sitios del mundo que se ha atrevido a hacerlo.

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