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domund 2014

«Si nos fuéramos de África, sería una traición a la gente»

Al menos siete misioneros españoles continúan su labor en la zona cero de la epidemia de ébola

«Si nos fuéramos de África, sería una traición a la gente» abc

eduardo s. molano

Desde que la epidemia de ébola sumergiera al oeste de África en una de las peores emergencias sanitarias de su historia, cerca de 9.200 personas se han contagiado y otras 4.500 han muerto. Entre ellos, los dos misioneros españoles: Miguel Pajares y Manuel García Viejo. Pese a que ya han pasado varias semanas desde su fallecimiento, la repatriación de ambos religiosos continúa creando una polémica que obvia la realidad del terreno. Ninguno de estos religiosos estaba de turismo, sino jugándose la vida para evitar que la epidemia siga extendiéndose de forma mortal.

«Si me fuera de aquí, sería como una traición a esta gente», asegura en conversación con ABC René González, misionero de los Agustinos Recoletos en la localidad de Kamabai, norte de Sierra Leona. Solo en este país se han producido 3.410 contagios y 1.200 muertos. «La situación es tensa, de miedo. Sentimos una gran impotencia», afirma René. Junto a este natural de Olmedo (Valladolid) continúan en el país africano otros tres misioneros españoles: el salesiano Antonio Gutiérrez, en la ciudad de Bo; Luis Pérez, javeriano que reside en Makeni; así como José Luis Garayoa, compañero Agustino Recoleto de René en Kamabai.

«Yo entiendo la alarma social que se está produciendo en España, pero de ahí a gritar “sálvese quien pueda” y correr pisando a tu vecino sin mirar derecha o izquierda, me parece una locura», reconoce Garayoa a este diario. Su experiencia es un aval. En la última década, este navarro ha sufrido malaria, fiebres tifoideas e, incluso, un secuestro. Aunque, en su crónica, también hay espacio para el recuerdo de viejos compañeros, sobre quienes se desahoga en un blog personal. Porque para él, el fallecido García Viejo no era un simple misionero repatriado, sino un amigo. «Era un hombre que siempre lo recuerdo con una sonrisa. En cuanto le llegaba un poco de vino y chorizo de la tierra, siempre me llamaba para compartirlo (...) Siempre sacaba minutos para atender a los enfermos. Era incansable», destaca este sacerdote con más de diez años en Sierra Leona.

«Solo nos importa su suero»

No obstante, Garayoa tampoco quiere olvidar un caso especialmente ejemplificador sobre la actual situación en la «zona cero» del ébola, el de la hermana africana Paciencia Melgar. Cuando el misionero Miguel Pajares fue repatriado desde Liberia a comienzos de agosto tras conocerse su positivo por ébola, una de sus colaboradoras, Paciencia (también contagiada), se quedó, sin embargo, en el país africano. Entonces, se pidió sin éxito que la trajeran a Madrid. La religiosa superaría finalmente la enfermedad. Un mes después, ya recuperada, viajaría a España para tratar de ayudar al segundo religioso ingresado con ébola, Manuel García Viejo. En los últimos días, la enfermera Teresa Romero, infectada por el virus en España, recibió sangre de la misionera. «De la hermana Paciencia solo nos importa su suero», denuncia con amargura Garayoa.

Niños huérfanos por el ébola

Sin embargo, la miseria del ébola no se limita a Sierra Leona. En Liberia, país más afectado actualmente, se han registrado 4.262 casos y 2.484 muertes. En este Estado, pese a encontrarse asignados varios religiosos españoles, la realidad del terreno impide su llegada. De igual modo, en la vecina Guinea (donde se iniciara el foco de la enfermedad) conviven tres salesianos españoles: José Ramón Guinea, en Kankan; Rafael Sabé, en Siguiri, y Emilio Hernando, en la capital, Conakry. Algunos de ellos forman parte de un comité de prevención que se dedica a informar a la gente para evitar más contagios. El resto atiende a más de 300 niños que han perdido a sus padres por culpla del ébola.

«El hospital donde se encuentran los enfermos está ya saturado», asevera Emilio, quien reside en el continente africano desde hace más de tres décadas. «¿Por qué sigo aquí? Por la sencilla razón de que no podemos abandonar a la gente».

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