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Sevilla para románticos

Sevilla está llena de pequeños rincones y espacios que parecen especialmente diseñados para dar rienda suelta a los sentimientos más románticos

Sevilla para románticos José Luis Ortega

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Con San Valentín a las puertas (o sin necesidad de ello, pues un romántico de corazón no necesita días especiales para tener un detalle), Sevilla se convierte en un lugar ideal para pasear por sus calles y descubrir rincones con un sabor especial. Sevilla es una ciudad romántica por naturaleza, ideal para encontrar el amor, y si bien algunos de sus lugares son famosos en el mundo entero, otros son rincones desapercibidos para todos menos para los más sensibles.

Los jardines del Real Alcázar de Sevilla

Plaza de Doña Elvira. Autor: José Luis Ortega

La plaza de Doña Elvira

La Plaza de Doña Elvira es un pequeño espacio encerrado en pleno casco antiguo, custodiada por casas históricas, circundada por un pequeño ejército de naranjos, y coronada con una preciosa fuente en su corazón. Sus bancos se convierten en un lugar ideal para sentarse a pasar el rato y hablar mientras se disfruta del arrullo del agua.

Calle Judería

La estatua de Bécquer

Si hay un poeta romántico en la literatura clásica que haya tenido una relación especial con Sevilla, ese es Bécquer, que dispone de su propia estatua en un rincón del Parque de María Luisa. Sobre una pilastra de estilo clásico se encuentra un conjunto en el que vemos un busto del poeta, y tras él la figura de Cupido, además de otra del mismo díos herido de amor a sus pies. Cierran el conjunto tres mujeres, que representan el amor que llega, el amor que vive, y el amor que muere. Sentarse junto a la estatua, en uno de sus bancos, bajo el centenario ciprés de los pantanos que los cobija, es ideal para los más enamoradizos.

Paseo Marqués de Contadero

Y terminamos esta breve lista (que podría ser interminable), sin olvidarnos de nuestro maravilloso río Guadalquivir, que encuentra en el Paseo Marqués de Contadero uno de sus mejores miradores. Un lugar ideal para contemplar el atardecer y pasear de noche, ver el reflejo de la ciudad en sus aguas, y cruzar alguno de los puentes que lo adornan, como una silenciosa metáfora.

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