La gala funeraria de Michael Jackson intenta reivindicar su disimulada negritud y todo su monumental talento musical, opacado por los escándalos y excentricidades que el rey del pop acumuló en su vida privada.
Un concierto «corpore insepulto»
Los hermanos de Michael Jackson retiran el féretro / REUTERS
Fue como la noche de los Oscars pero con un ataúd recubierto de oro en el proscenio. Con alfombra negra en lugar de roja. Mucha vanidad enlutada y el mensaje -reiterado con ayuda de palabras, baile y todo un alarde musical- de que Michael Jackson era y será la mayor estrella posible en la historia del entretenimiento de masas. Todo un coreografiado esfuerzo por reivindicar su disimulada negritud y el monumental talento que el propio rey del pop logró eclipsar al vivir en un permanente estado de pubertad.
El “show” de dos horas largas empezó con la lectura de icónicos mensajes remitidos por Nelson Mandela y Diana Ross. Testimonios leídos por el cantante Smokey Robinson que marcaron un tono de cariñosa trascendencia sostenido durante la toda gala funeraria celebrada en el abarrotado Staples Center. Espectáculo que empezó musicalmente con un coro de gospel cantando el espiritual negro “Aleluya, aleluya, marchando para ver al rey”.
Los mayores aplausos llegaron con la entrada del féretro dorado, estilo bling-bling de Las Vegas, transportado por los hermanos de Michael Jackson (Jackie, Tito, Jermaine, Marlon y Randy). Todos vestidos iguales, con corbatas amarillentas, flores vistosas en la solapa y solitarios guantes blancos con pedrería en conjuntado homenaje al benjamín que les hizo saltar a la fama en los años setenta.
Berry Gordy, fundador de la legendaria compañía discográfica Motown que sirvió como trampolín a los Jackson 5, enfáticamente declaró que el título de rey del pop se había quedado pequeño para Michael, al que definió “simplemente como el más grande”. Según el gran empresario de la música negra con base en Detroit, Jackson “estudió a los grandes y se hizo el más grande, elevó el listón y después lo rompió”.
Los gigantes del baloncesto Kobe Bryant y Magic Johnson, en su turno conjunto, llegaron a afirmar que su propio éxito atlético no habría sido nunca posible sin las barreras raciales superadas por Michael Jackson.
Brooke Shields, con la complicidad de haber experimentado la peculiar condición de niños prodigio del “showbusiness”, fue la primera persona blanca en tomar la palabra para explicar que su jovial amigo siempre le recordó al protagonista literario de “El Principito”.
Junto a dos hijos de Martin Luther King, el reverendo Al Sharpton machacó con retórica de predicador sureño el mensaje de trascendencia racial y orgullo afro-americano. En su furibunda homilía, Sharpton se dirigió directamente a los tres hijos del rey del pop, sentados en primera fila.
Alguno masticando chicle al igual que su abuelo Joe Jackson. Según reiteró Sharpton a los pequeños: “No había nada extraño en vuestro padre. Algunos han venido aquí hoy para decir adiós. Yo he venido aquí para decir gracias”.
En su oda a Michael Jackson, el reverendo Sharpton llegó a reiterar que si Estados Unidos tenía ahora un presidente negro en la Casa Blanca, era gracias al rey del pop. A su juicio: “Él creó un nivel de confort, en el que la gente que se sentía separada se interconectó a través de su música. Esos chicos de entonces crecieron y se han sentido cómodos a la hora de votar a una persona de color para la presidencia de Estados Unidos. Michael hizo eso. Michael nos hizo amarnos los unos a los otros. Michael nos enseño a respaldarnos”.
Los grandilocuentes testimonios de alabanza fueron alternados con actuaciones musicales a cargo de artistas como John Mayer, Jennifer Hudson, Lionel Richie, Mariah Carey o Steve Wonder, hablando desde su ceguera de “un momento que deseaba no haber vivido para ver”. Con muchas versiones, a veces corales, de las canciones más famosas de Michael Jackson. Además de una elegía realizada por la poetisa Maya Angelou y recitada con devoción por Queen Latifah.
Con diferencia, el momento más espontáneo y triste del memorial fue cuando los hermanos del artista y sus hijos subieron al escenario de color azul para compartir sus sentimientos a micrófono abierto. La hija de Michael Jackson, Paris, cerró ese turno de despedida reafirmando entre lágrimas su incondicional amor hacia su padre. Según la niña de once años, “desde que nací, mi papá ha sido el mejor padre que nadie se pueda imaginar; solamente quería decir que le quería mucho”.
Las dos ex esposas de Jackson —Lisa Marie Presley y Debbie Rowe— optaron por no aparecer en las luctuosas ceremonias. Tras el funeral, familia y amigos se congregaron en un exclusivo hotel de Beverly Hills para una recepción y comida. El féretro habría retornado temporalmente a la custodia de una funeraria privada, sin que todavía haya trascendido la decisión de donde será enterrado finalmente el cuerpo de Michael Jackson. Debate en el que figura la posibilidad de un mausoleo permanente dentro de un rentable parque temático en el rancho de Neverland.

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