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El tabaco causa cáncer; la política, también

Desde hace tiempo, la ley que librará de humo de tabaco a bares, restaurantes y espacios públicos en general descansa plácidamente en un cajón del despacho del ministro/a de Sanidad de turno. Usted pensará que dicha dilación se debe al tiempo que necesitan los sesudos asesores para calcular el impacto que tan importante medida legislativa causará sobre la salud de los ciudadanos, pero se equivocan de parte a parte (hace décadas que sabemos que el tabaquismo pasivo, o el humo de segunda mano, como también coloquialmente se le conoce, causa la muerte a unas 6.300 personal al año en España). La auténtica realidad es que doña Trinidad Jiménez no termina de alumbrar la ley por que tiene pavor, terror, miedo o pánico a la erosión de votos que su promulgación puede causar al partido de sus amores, desgastado hasta límites insoportables, y por derivación al cómodo sillón que ella ocupa en el Paseo de Prado. Pero, ¿no quedamos en que cuando reciben su abultada cartera los ministros juran o prometen servir y no servirse, y poner su alma a los pies de la ciudadanía aun a costa de renuncias y sacrificios personales?

El partido de la acera de enfrente igual, pero al revés, para que me entiendan. Todo lo que es malo para el PSOE es bueno para el PP. Todos los votos que los socialistas pierdan son de dulce sabor para la bolsa de los populares y pasan al igual que sus colegas del hemiciclo por encima de intereses educativos o sanitarios comunes si ello no les lleva a ganar votos.

¿Y de los sindicatos, qué me cuentan? Hasta hace escasas fechas en que CCOO y UGT han mostrado su apoyo a la actual ministra de Sanidad para que endurezca la actual ley para la protección de la ciudadanía en general y de los 1,2 millones de trabajadores de la hostelería en particular, ni estaban ni se les esperaba. Han permanecido mudos e impasibles ante el riesgo profesional que ha supuesto para sus afiliados, durante décadas, trabajar más de ocho horas diarias en bares, restaurantes y discotecas viciados de humos. Nunca es tarde si la dicha es buena, como dice el refranero.

Resulta dolorosamente repetitivo que tanto en el tema que nos ocupa, como en muchos otros, el interés de los políticos siempre esté alejado del de la sociedad civil; si convergen, los dan por bienvenidos, pero si hacen peligrar el escaño, la consejería, la alcaldía o la delegación ¡que Dios le ampare hermano! No es de extrañar que el pueblo se acerque menos a las urnas en las consultas electorales y que los jóvenes «pasen» de ellas.

En prácticamente toda Europa ya existen leyes como las que faltan por promulgarse en España y la economía de los hosteleros no se ha resentido; al mismo tiempo, la población ha ganado en bienestar y salud.

Muy recientemente se han publicado datos en la revista cardiovascular más prestigiosa del mundo, Circulation ( http://circ.ahajournals.org ), sobre la reducción de infartos que se producen en los países con leyes restrictivas sobre el tabaquismo en lugares públicos. Destacan la reducción del 11% que se ha evidenciado en Italia o Irlanda y el 40% de Montana al primer año de vigencia de la ley. En años siguientes, la reducción siguió aumentando. Hirayama hace ya casi 30 años, fue el primero en dar la voz de alarma, en otra prestigiosa publicación, British Medical Journal, sobre el incremento de mortalidad, por cáncer de pulmón, que sufrían las esposas de fumadores comparadas con aquellas cuyos maridos no fumaban y desde entonces han aparecido multitud de publicaciones, todas concordantes en este sentido.

La «ruina» que fulminará a la hostelería de nuestro país cuando entre en vigor la ley es una auténtica patraña del «lobby tabaquero-hosteleril», pues en ningún lugar de Europa o América se ha visto que medidas similares a las que desde hace lustros se debían ya haber tomado en España causen paro, ruina o depresión. En Italia, tras la entrada en vigor de la ley, se incrementó el público en bares y restaurantes en un 10% y un estudio publicado en Journal of Epidemiology and Commnunity Health, afirmaba que «en Italia la legislación antitabaco afectó positivamente al negocio de bares y restaurantes y sigue respetándose mayoritariamente». Y yo añado: con menos infartos entre los italianos. Los empresarios irlandeses, al igual que los españoles, auguraban una reducción del 25% en su clientela lo que resultó totalmente erróneo como se publica desde el Royal Collage of Phisician. En EE.UU., por terminar con datos de otro continente, con leyes bastante más estrictas que las europeas, la revista de la American Cancer Society publicó hace un par de años que «las leyes antihumo son seguras, baratas y efectivas, no tienen impacto económico negativo y aumentaron el empleo en Nueva York en un 18% tras la prohibición de fumar en 1995».

Respeto máximo, para concluir, al fumador que desee hacerlo, pero obviamente en lugares que no puedan dañar a aquellos que no desean enfermar por humos ajenos. Ayudas por parte de la Administración a los hosteleros (el 1%) de los 350.000 establecimientos de ocio censados en España, que en su momento hicieron reformas en sus locales en 2005 para adecuarse a la ley de entonces, y un mínimo de cordura y generosidad en los políticos para olvidar, por una vez, las próximas elecciones y pensar en la salud de las futuras generaciones.

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