Música

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«Voy a parar un poco, quiero conservar lo que tengo: mi familia y mi carrera»

La noche de su reaparición en la Scala de Milán, tras su operación de cáncer, ABC compartió velada y confesiones con Plácido Domingo, que desgranó algunos de sus miedos y de sus futuros proyectos

Día 13/06/2010 - 05.46h
Viajar a Milán siempre es excitante. Meca de la moda y el diseño, lo es también de la ópera, gracias al Teatro alla Scala de Milán, templo de la lírica donde han cantado los mejores intérpretes (Callas, Tebaldi, Caruso, Capuccili) y dirigido las mejores batutas (Toscanini, Abbado, Muti, Barenboim) de la Historia de la Música. Hasta allí viajó ABC para presenciar la reaparición de Plácido Domingo (Madrid, 1941) después de la operación a la que fue sometido de urgencia el 2 de marzo para extirparle un pólipo canceroso en el colon.

El médico le prescribió al tenor seis semanas de reposo antes de volver al trabajo, y ése es el tiempo que Domingo ha tardado en volver a subirse a un escenario. Lo ha hecho para meterse en la piel de Simon Boccanegra (en julio lo hará en el Teatro Real de Madrid), su último reto: cantar en el registro de barítono. Tras hacerlo con éxito en Berlín y Nueva York, lo afrontó, con buena nota (quince minutos de aplausos), en la ciudad que vio morir a Verdi en 1901. Después de la función, ABC compartió mesa y mantel con el cantante en la Scala. Domingo viste para entonces un traje gris oscuro. Su aspecto es bueno, no parece haber pasado recientemente por el quirófano. «Adelgacé un poco, pero ya he recuperado el peso», comenta entre bromas el tenor, que en los últimos años ha mantenido un «tour de force» con la báscula. En la cena, por supuesto, también se encontraban su mujer, Marta Ornelas; el ssuperintendente de la Scala, Stéphane Lissner (aprovechamos para preguntarle si es verdad que estuvo a punto de fichar por el Teatro Real, y él se limita a sonreír...) y parte de su séquito. El italiano, el francés, el inglés fluyen en las conversaciones, así como los infinitos proyectos de Domingo. A la una y media de la madrugada concluye la cena y emprendemos la retirada junto al tenor. Caminamos hacia el camerino. «La Scala ya no es lo que era. Ha cambiado mucho desde la remodelación», afirma Marta, siempre junto a Domingo. Muchas flores esperan al tenor en el camerino. Marta selecciona algunas y la ayudamos a llevarlas hasta su hotel. No encontramos la salida. «Ha cambiado tanto la Scala», vuelve a repetir el matrimonio con cierta añoranza del teatro en el que debutó Domingo hace ya 40 años. Recorremos pasillos, escaleras... En la puerta de salida espera todavía al tenor una legión de admiradoras. Son casi las dos de la madrugada. Domingo se deja retratar y vuelve a firmar autógrafos, siempre con un gesto amable, sin alterarse. «Es lo menos que puede hacer», asevera rotunda Marta. La noche es fresca en Milán. Nos dirigimos hacia el hotel. Marta se despide amablemente mientras desde el ascensor le recomienda a su marido: «No tardes mucho». Y es que es ahora cuando Domingo, restándole horas a su descanso, se sienta en el bar del hotel, ya cerrado y casi en penumbra, para conceder a ABC esta entrevista. Primero una pregunta musical, lo personal vendrá después:

¿Por qué ha querido interpretar el personaje de Simon Boccanegra, en un registro distinto al suyo, y un papel que tantas veces cantó aquí, en la Scala, Capuccili?
Yo vi esas funciones. Para mí siempre fue un sueño interpretar este personaje. Y dije de hecho que quería hacerlo al final de mi carrera, pero se adelantó un poco porque Daniel [Barenboim] insistió. Ya por lo pronto no ha sucedido al final de mi carrera... Un final que muchos llevan augurando, y no hay rueda de prensa o entrevista en que no se le haga la misma pregunta.

¿Cuándo se retirará?
Esta noche, después del estreno, no ha sido una excepción, y Domingo ha vuelto a contestar: «Será la voz la que me retire». Lo cierto es que su carrera se va prolongando poco a poco... Qué vamos a hacer (se ríe)

¿Por qué ha decidido regresar tan pronto a los escenarios después de la operación?
Gracias a Dios me he sentido muy bien durante la representación. Lo que sí voy a tratar de hacer es evitar algunas cosas que a veces, por esa pasión tan grande que tengo... Le va a matar la pasión... (le interrumpimos) Esperemos que no (se ríe). Yo sé cómo me siento. Si no, no lo hubiera hecho, porque lo que he pasado es una cosa muy seria. La verdad es que todo el mundo tiene en mente un Plácido Domingo imbatible y muy luchador. Capaz de cambiar de continente en apenas unas horas para cantar, dirigir, grabar un disco u organizar una nueva edición de Operalia. No es así... (interrumpe) Y de repente, escucha la palabra cáncer... Precisamente somos humanos. Yo sigo con el mismo entusiasmo. Los médicos me lo han dicho, que afortunadamente no tengo que seguir ningún tipo de tratamiento: «Puedes continuar con tu vida, y tú mismo sabrás lo que tienes que hacer de más o de menos...». Domingo, a medida que pasan los minutos, se va relajando. La noche del estreno ha terminado y ya no tiene que estar pendiente de todo lo que le rodea. Ahora sólo tiene que atender a esta conversación, a media luz y a medio volumen, el justo para romper el silencio de la noche.

¿Esta operación le ha hecho replantearse un poco su forma de vida? ¿Le va a poner algún tipo de límite?
Sí, le pondré límites por una sencilla razón: voy a tratar de hacer un poco menos porque quiero mucho todo lo que tengo, la familia, la carrera... porque la vida, a pesar de lo dura que es a veces, merece la pena vivirla. Y si puedes, hay que estar sano. Hay que tener unos chequeos más o menos seguidos... Ahora voy a tratar de hacer un poco menos. Lo importante es dormir bien y estar saludable. Y cuando sales al escenario darlo todo. Lo cierto es que los cantantes se preocupan mucho de su instrumento, la voz, pero a veces se olvidan de todo lo demás... Sí, es cierto que me cuido la voz porque la necesito para cantar. Pero ahora, a mis años [cumplirá 70 el próximo mes de enero], con todo lo que he hecho, es una cuestión que Dios o el destino dirá. Tampoco es una tragedia. He cantado tanto... Por supuesto que quiero seguir cantando pero si, de aquí a un año o a dos meses, la naturaleza te dice hasta aquí, de rodillas estaré agradecido con todo lo que he hecho.

Plácido Domingo se encontraba en Tokio donde debía ofrecer un recital cuando repentinamente sufrió un dolor en el abdomen. Canceló el compromiso e inmediatamente voló a Nueva York para hacerse un chequeo en el Hospital Monte Sinaí.

¿Qué es lo primero que se le pasó por la cabeza cuando escuchó el diagnóstico?

Se puede imaginar.... Es una palabra fatal. Sabes que a cualquiera le puede suceder. El porcentaje de personas que lo han padecido es tan alto..., pero, afortunadamente, muchas de ellas lo han superado. Lo más importante para mí fue eso. Me pregunté: ¿Y qué pasa con esto? Entonces rápidamente el médico me dijo que no pasaba nada. «Esto te lo quitamos y tendrás que dejar de cantar el tiempo lógico porque no puedes hacer esfuerzos. Ni levantar cosas pesadas, ni agacharte. Pero pasado esto podrás hacer lo que tú sientas que puedes llevar a cabo. Pero como médico yo no puedo decirte cúando puedes cantar. Eso lo tienes que ver tú, que tienes el apoyo en esa parte». Y es ahí donde precisamente ha sido la operación, en el abdomen. Pero si hubiese sido una operación de las antiguas hubiera estado fuera de juego cuatro meses. Afortunadamente lo puedo contar y puedo estar orgulloso... Le voy a recomendar a todo el mundo la prevención. Ahora se lo he dicho a mis hijos, porque al haberlo tenido yo es mejor que se lo hagan antes de los 50 años. Estoy batallando con ellos. Aunque todo ha salido bien, el tenor tendrá que someterse cada 30 días a una revisión.

Así nos lo explicó unos días antes uno de sus hijos, Álvaro Domingo, que no pudo estar presente en el estreno, pero que acompañó a su padre durante la celebración de Operalia, al igual que sus otros dos hijos, Pepe, nacido de su primer matrimonio, y Plácido Jr., el otro músico de la familia que ha colaborado con su padre en la orquestación de los poemas de Juan Pablo II, que el tenor ha grabado recientemene en disco. La versatilidad de Domingo es un hecho fácilmente constatable. Debutó como cantante de zarzuela cuando tenía tan sólo 17 años en la compañía de sus padres, a los que siempre lleva en la memoria. Su repertorio lírico contempla ya 131 personajes, a los que se suman sus discos de rancheras, de tangos, de copla e incluso de fados, su último proyecto que está por alumbrar. Pero volvemos a la parte humana del cantante. Resulta difícil imaginarse a Plácido Domingo parado durante seis semanas... Hacía bastante que no estaba parado tanto semanas (se ríe). Tuve algún problema vocal hace cuatro años después de un «Parsifal» en Los Ángeles. Tuve que hacer una producción en la que no podía moverme mucho y prácticamente perdí la voz. Tampoco me preocupé mucho, porque ya había cantando mucho... Parece un hombre muy positivo... Tampoco puedo decir que sea tan, tan positivo. Si me hubieran dicho que el cáncer no tenía remedio no le puedo decir que hubiera mostrado este entusiasmo...

¿Cuando se habló de cáncer pensó en otros compañeros de profesión, como José Carreras, quien ha estado esta noche viéndole aquí en la Scala, que pasaron por un trance similar?
Afortunadamante él lo superó, pero estuvo todo un año luchando. Y sigue cantando. Pero lo de Luciano [Pavarotti] sí fue definitivo. Sus padres también tuvieron cáncer.

¿Qué papel ha jugado su familia durante estas semanas tan díficles? ¿Cómo recibieron la noticia?
Un poco como yo. Primero, estábamos Marta, mi hijo Álvaro y yo, y la noticia nos la dieron a los tres. Después dije a mis otros dos hijos —Pepe y Plácido— que vinieran, y una vez allí se lo comuniqué, antes de la operación. No quise preocuparles durante el vuelo. Se enteraron pocas horas antes de que yo entrara en el quirófano. Durante estas semanas habrá recibido numerosas muestras de cariño.

¿Qué es lo más entrañable que le ha pasado?
Creo que la reacción de todo el mundo, la cantidad de mensajes, e-mails... Hubo una cosa muy simpática que me escribió un señor y que decía algo así: «Plácido, tienes 130 óperas en tu repertorio. Has hecho los personajes más interesantes y más importantes, ahora esperamos que te dediques al personaje más importante, que eres tú». Eso me llegó mucho. Una persona que está siempre a su lado es su mujer, Marta, cuyo criterio a nivel profesional también es muy importante para usted.

¿Es ella la que lleva los pantalones en casa?
(Cuando escucha esta pregunta, el tenor no puede evitar dar un respingo). No, porque no quiere (se ríe). Con todos los años que llevamos juntos... Es una mujer extraordinariamente inteligente. ¿Le reprende mucho? No, me aconseja. Tiene muy buen ojo, ve las cosas de una manera muy clara. Ella sería excelente en cualquier teatro para controlar todo lo que va mal sobre un escenario. Tiene un gran conocimiento y sensibilidad. De hecho, ella era también cantante... Era cantante y ahora es directora de escena. Hemos trabajado siempre juntos. Cantamos muchas veces en Israel... El próximo 1 de agosto cumpliremos 48 años de casados. Se dice pronto, pero han sido en realidad como cinco minutos... debajo del agua (bromea).

Hablando sobre el futuro, esta noche le he escuchado su interés por abordar nuevos papeles, que se sumarían a los 131 que tiene ya en su haber. Por lo pronto, en septiembre interpreto en la Ópera de Los Ángeles [de la que es director general] a Neruda en una nueva ópera compuesta por el mexicano Daniel Catán. Después estoy buscando algunas cosas. Sería fantástico hacer «Il retorno de Ulyses in Patria», de Monteverdi. Estuvo a punto de cantarlo en el Teatro Real la temporada pasada, pero no pudo hacerlo por problemas de fechas. No tenía tiempo. También me apetece hacer alguna otra parte de barítono. Tampoco estará presente en la Expo de Shanghai... Me sabe mal no ir, no sólo por España, sino porque fui un poco culpable de que le dieran la Expo a Shanghai, ya que hice un concierto para apoyar su candidatura. Me apetecía mucho ir, pero no puedo. ¿Nos puede contar algo más sobre su nuevo proyecto de «Rigoletto»? Es una película de tv que se rodaría en Mantua los días 5 y 7 de septiembre, pero todavía no estoy seguro. Primero quiero ver cómo me siento. Y quiero esperar la reacción que hay del «Simon Boccanegra» aquí en Milán.

¿Cómo van sus relaciones con Mortier, quien en la próxima temporada además de mantener «Ifigenia en Táuride» ha incluido un concierto para celebrar su 70 aniversario?
Estamos bien. Me apetece mucho cantar en Madrid, pasar un tiempo allí todos los años. Es conocido de todos que las relaciones entre el gestor y el tenor no siempre han sido muy buenas después de vaticinar hace veinte años en Salzburgo que Domingo estaba terminando su carrera.

¿Son agua pasada aquellas declaraciones?
Son cosas que suceden. Hubo algún malentendido. De cualquier manera, Mortier me invitó a hacer algún proyecto, pero siempre cosas que no me apetecían.

Son las dos y media de la madrugada, y Domingo se va apagando poco a poco. Es hora de ir a descansar, algo que después de una función no le resulta siempre fácil al tenor, «pues la mente sigue muy viva». Pero tiene un método para conciliar el sueño: «Me pongo a estudiar o a leer algo que me vaya a aburrir», bromea. El tenor tenía previsto volar a Moscú al día siguiente para atender otro compromiso, pero la cancelación de los vuelos por la nube provocada por el volcán islandés no se lo permitirán. Nosotros nos despedimos en el vestíbulo del hotel. Vuelvo a la noche de Milán. Y, ahora sí, yo también he terminado mi jornada. En estas últimas semanas Domingo ha vuelto a su ritmo de vida frenético. Ha inaugurado restaurantes, cantado zarzuela en Qatar y Wagner en Los Ángeles. Hace unos días ha sido nombrado nuevo presidente de Europa Nostra. Genio y figura... hasta el final.
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