Córdoba

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Otra universidad es posible

La verdad es que no se acostumbra uno a verse así tras tanto tiempo, con este formato nuevo, dígase dibujo al carboncillo o bajorrelieve última generación

Día 14/06/2010 - 11.38h
La verdad es que no se acostumbra uno a verse así tras tanto tiempo, con este formato nuevo, dígase dibujo al carboncillo o bajorrelieve última generación, bien es cierto que los amigos ya me decían que la anterior foto que acompañaba a esta columna - donde posaba yo tan peladito, tan formal -, parecía que me la había hecho al salir de la mili; pero, qué quieren que les diga, a mí me gustaba, y uno es muy coqueto para sus cosas.
En fin. Para estrenar este formato tan novedoso, me he fijado en una noticia que puede ser muy positiva para nuestra tierra, cual es el nacimiento de una nueva Universidad que tendrá su sede compartida entre Córdoba y Sevilla. Me refiero a la Universidad Loyola, segundo impulso que los jesuitas de ETEA dan a la enseñanza superior privada tras no llegar a buen puerto aquella Universidad Fernando III, que finalmente no pudo ser. Ojalá sea ahora. Ya se ha constituido la Fundación encargada de diseñarla, y tienen el firme propósito de que sea realidad en un par de cursos académicos, allá por el 2012 ó 2013. Creará, además, 300 empleos, bravos soldados de Leónidas luchando contra el paro. Y ojalá sea contrapunto a la actual Universidad cordobesa (UCO), tan adocenada y sectaria; tan dócil con el poder; tan endogámica y enchufista que incluso hay antiguos cargos directivos que reniegan de ella; tan trufada de mediocridad que conceptos como excelencia, currículum investigador o prestigio les suenan a mitología. Y como creo que otra universidad es posible, me alegro de esta nueva intentona de la Compañía de Jesús, pues la simple existencia de esta nueva Institución privada —que vincula a Córdoba con centros tan prestigiosos como Deusto o Comillas— alentará la competencia, lo cual hará que suba el nivel de ambas. Personalmente, siempre me han caído bien estos tipos; sea por su heterodoxia, por no cabildear con el poder, o por las muchas veces que los han expulsado de mil sitios (aspecto éste con el que tanto se identifica el abajofirmante, que también ha debido salir de naja de unos cuantos). Se les acusa de elitismo y excesivo rigor intelectual, pero, ¿acaso no nos vendría bien algo de eso en el actual sistema educativo?
Estoy convencido que la forma jesuítica de entender la enseñanza y la vida —esa lógica cartesiana, tan racional, el afán de superación, esas líneas rectas y diáfanas de pensamiento que plasman en sus edificios e iglesias— son buena receta para combatir la actual situación que nos ahoga. Al menos a Córdoba le vendrá bien esa claridad y rectitud. A ver si así salimos ya de tanta elipsis cíclica de fracaso, de ese turbio laberinto de conformismo. ¡Gaudeamus ígitur, pues! Y que San Ignacio nos ayude.
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