El literato que afirmaba que no escribía para agradar ni tampoco para desagradar, sino para «desasosegar»; el escritor que afirmaba no tenerle miedo a la muerte porque es un proceso «natural, casi inconsciente. Que conduce a la nada para disolverse en ella» pero frente al que desvelaba una defensa: «el amor», se evaporó ayer, a los 87 años de edad en su querida Lanzarote. Sus cenizas serán enterradas en su pueblo natal en Portugal, Azinhaga, y bajo un olivo de su casa en Lanzarote. A la derecha, arriba, Saramago besa a su esposa, Pilar del Río, el día de su enlace; debajo, con Fidel Castro.