Toros

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Bienaventurados los mansos...

Día 27/07/2010
EL CARTEL DE HOY
Toros de El Pilar para El Juli, Sebastián Castella y Leandro, que reaparece esta tarde
FERIA DE SANTANDER
PLAZA DE TOROS DE CUATRO CAMINOS. Lunes, 26 de julio de 2010. Cuarta corrida. Lleno. Toros de El Ventorrillo, mansos y desrazados.
EL JULI, de azul marino y oro. Pinchazo y estocada (silencio). En el cuarto, pinchazo y estocada (silencio).
JOSÉ MARÍA MANZANARES, de nazareno y oro. Gran estocada (ovación). En el quinto, pinchazo y estocada (palmas).
DANIEL LUQUE, de verde y oro. Estocada trasera y tres descabellos (saludos). En el sexto, pinchazo y estocada (silencio).
Más arriba de la andanada de la Plaza, una línea recta raya el cielo azul: es el vuelo de una gaviota, mensajera del mar, tan próximo. Es una de las muchísimas gaviotas que he visto, esta mañana, en la bahía y en Somo. En una vieja villa de esa playa vivían —porque era más barato— los componentes de la Barraca, cuando actuaban en Santander.
Allí recibió Federico García Lorca la noticia de la cogida mortal de su amigo Ignacio Sánchez Mejías y empezó en seguida a componer su famoso «Llanto». El manuscrito se lo dio a José María de Cossío, el gran tratadista taurino, y se conserva en su Casona de Tudanca. A la puerta de la Plaza de Cuatro Caminos he visto el autobús que trae a la corrida a los aficionados de Tudanca.
Los recuerdos taurinos se entrelazan, como una tradición viva. De la corrida de esta tarde, ¿qué recuerdos añadiré? Sin duda, es difícil ver ahora, en una Feria importante, una corrida tan uniformemente mansa y desrazada.
¿Se imaginan al Juli, con la racha espectacular que lleva, no siendo capaz de dar un lance ni un muletazo? ¿Creen que Manzanares no pueda mostrar ni rasgos de su habitual elegancia?
A Luque le toca el único toro con mínimas posibilidades, el tercero, y, con afán juvenil y recursos, consigue sacarle algunos muletazos lucidos. El descabello le impide cortar la oreja con que el público, muerto de aburrimiento, hubiera premiado su voluntad.
Lo hermoso de este espectáculo se fundamenta en la belleza del toro bravo. También tiene interés comprobar la lidia que se puede dar a un manso, si es encastado. Con esos toros me gusta a mí ver a los grandes lidiadores, para apreciar su capacidad. Lo que no tiene interés alguno es ver a mansos de carreta, descastados, sin raza alguna.
Los de esta tarde podrían servir para un estudio de los síntomas de la mansedumbre: huyen, se paran, vuelven al revés, pegan arreones, buscan las vueltas a los picadores, crean problemas a los banderilleros, se duelen, flojean, se rajan, tiran pitonazos al pecho... Todo un repertorio de virtudes. Más que toros bravos, parecen bueyes de carreta o mulos... pero con peligro. Y el tercero se hace sus necesidades a mitad de la faena de muleta...
No vale la pena singularizar más. Los toreros lo intentan... y desisten. «A enemigo que huye...», ya saben.
De mis lejanos estudios del catecismo de Astete y Ripalda me gustaría recordar si los mansos poseerán la tierra o de ellos será el reino de los cielos. Pero no hablaba de los toros de esta tarde, carne de matadero...
La corrida, pues, no ha sido mala... sino horrorosa. Un detalle: faltaban, por cornadas, dos banderilleros, Álvaro Montes y Antonio Manuel Punta. ¡Para que un «experto» diga que los toros apenas tienen peligro! ¡Que se lo pregunten al mexicano Macías!
Mal recuerdo nos deja esta tarde, pero recuerdo vivo, que mañana cambiará. No podrán decir lo mismo en Barcelona...
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