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Columnas / CALLEJÓN DE LA VIDA

Murillo desahuciado

La burocracia del flamenco institucional desplaza al artista más representativo de la sensibilidad sevillana

Día 30/07/2010 - 07.39h
Tras años de abandono, la Casa de Murillo deja de serlo para albergar un centro oficial de flamenco. El experto señor Plata, que ahora lo es de cultura como otrora lo fuera de agri-cultura, ha dictaminado que el sitio donde debe estar Murillo es en el museo, como corresponde a los fósiles. Lo progresista es el flamenco, que —como todo el mundo sabe— no existía hasta que los socialistas llegaron al poder y lo descubrieron.
Ahora le quitan la casa a Murillo para dársela a otro centro burocrático de la Junta de Andalucía, donde colocar a otro puñado de cargos de libre designación y personal subalterno eternamente agradecido. La Casa de Murillo se hundía hasta que Soledad Becerril la mandó comprar y la rescató como reproducción ideal de la casa familiar del pintor. La jugada era magistral: Sevilla ponía en valor la vida cotidiana del pintor de la vida cotidiana, un ejemplar perfecto de casa solariega del XVII y un inmueble situado en el punto más turístico de la ciudad. La restauró —sin metacrilatos ni hierros mohosos—, la amuebló y decoró con piezas de la época y montó un estudio en el que sólo faltaba el maestro y su mujer posando para las inmaculadas. Después de años de trabajos para adaptarla a su nueva función, la Casa de Murillo se abrió al público, para solaz e instrucción de propios y extraños. Cuando Curri Roldán —nada sospechoso de reaccionario— se trajo a Sevilla la UIMP en aquel inenarrable otoño cultural hispalense y universal, eligió este escenario, que tanta alergia producía a los puritanos del «rancionalismo» materialista, para sede de sus cursos. Allí resonó la ópera del seminario que dirigía Víctor Gómez Pin (tampoco un cavernícola, desde luego), allí dio su triunfal rueda de prensa José Carreras, antes del terrible embate de la enfermedad.
En el actual momento crítico del imperio socialista, en que por primera vez falta el dinero necesario para sufragar las temeridades del partido, la Junta de Andalucía acampa también en aquel hogar entrañable y delicioso del pintor que sigue batiendo récords de visitas en sus exposiciones, para poner allí más dependencias todavía. El expansionismo hegemónico de los dos arquitos no conoce límites. Es difícil ya pasar por una calle andaluza de las principales en la que no se vea por algún sitio el logotipo de la Junta. La burocracia del flamenco institucional desplaza al artista más representativo de la sensibilidad sevillana (Velázquez es otra cosa). Ea, don Bartolo, a juntarse con los niños pelones de la calle. No olvide los pinceles.
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