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Canarias / DESDE MI ESCAÑO

LAS CORRIDAS Y LA ESPAÑOLIDAD

Estoy plenamente convencido de que el espíritu que primó en el Archipiélago a la hora de abolir las corridas fue la de acabar con un sufrimiento innecesario

Día 06/08/2010
TIENE razón Miguel Cabrera Pérez-Camacho cuando afirma rotundamente que está en contra de llamar arte o cultura a una salvajada como las corridas de toros o las peleas de gallos. Todos estamos más o menos de acuerdo en que el maltrato a los animales debe de evitarse, que la muerte o el sufrimiento de una res, una cabra o un gallo no tiene razón de ser, que es un espectáculo sangriento y que, por supuesto, todos hubiéramos estado de acuerdo en que Cataluña haya seguido los mismos pasos que Canarias si no fuese porque en el caso del Parlament los condicionantes han sido bien distintos.
Quienes no conocen el caso de las Islas se han lanzado rápidamente a degüello contra el Partido Popular para reafirmar la doble vara de medir que tiene en distintos puntos de España. Y no, señores, no se trata de un criterio antagónico, sino que lo que los populares han votado en su Cámara no es toros sí, toros no, sino la permanencia o no de Cataluña como parte de España. Lo del debate de las corridas era algo accesorio, sin fuste. Nadie se cree realmente que a gente como Joan Saura, Carod Rovira o Artur Mas estén a favor de los derechos de toro. Se las trae al fresco porque, de lo contrario, con su normativa autonómica en la mano ya podrían haber puesto coto a esas animaladas, nunca mejor dicho, que se hacen en territorio catalán con el famoso toro embolado.
Los independentistas catalanes se sirven de cualquier excusa para diferenciarse del resto de España. Es curioso que se sirvan, dos décadas después, del caso canario para proceder a la abolición de la Fiesta Nacional. Paradójico resulta también que los que ahora se desviven por la vida del toro sean los mismos que a nivel nacional no tengan el mayor remordimiento a darle un sí tan grande como la Monumental de Barcelona a la barra libre del aborto. Sí, a estos impresentables les importa, de cara a la galería, más la vida de una res que la de un ser humano en el vientre de su madre.
Por eso, sinceramente, es como para revolverse cuando oyes a ciertos personajes aseverar que la derecha tiene un discurso distinto según la región. Estoy plenamente convencido de que el espíritu que primó en el Archipiélago a la hora de abolir las corridas fue la de acabar con un sufrimiento innecesario (que, ya de paso que se ha abierto la caja de Pandora, podía incluir ahora la prohibición rotunda de las peleas de gallos), pero nunca se puso en tela de juicio la españolidad de estas Islas. Y a las pruebas me remito tras la explosión de júbilo demostrada tras el gol de Iniesta y que sirvió para que España fuese campeona del Mundo de fútbol. Esa sí que fue una faena en toda regla y con salida por la puerta grande.
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