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Columnas / PROVERBIOS MORALES

Missología

Donde se trata del español de América y de políticos vascos, futbolistas con principios y bellezas pudibundas

Día 08/08/2010
EN 1998, el entonces diputado del PNV Iñaki Anasagasti arremetió contra Jaime Mayor Oreja, a la sazón Ministro de Interior, afirmando ver su «mano peluda» (la de don Jaime) detrás de la filtración a los medios de varias cartas de presos etarras cabreados con la dirección de la banda. Me chocó la imagen. No sé si Mayor Oreja tiene manos más o menos peludas que las de Anasagasti, no me fijo en estas cosas. Lo normal habría sido insinuar que «en este asunto de las cartas, al ministro Mayor se le ve la oreja». O alguna gracieta parecida, más comprensible. Ni siquiera Jaime Mayor entendió de qué iba aquello y supuso que Anasagasti había querido decir «la mano negra». Pero no. A Anasagasti, venezolano de nación (a causa del exilio de sus padres, como bien sabemos y no cesa de repetir) se le había deslizado un idiotismo caribeño.
He pasado por Venezuela un par de veces, nunca con tiempo suficiente para conocer los usos peculiares de la lengua en dicha república. Me acabo de enterar de lo que significa «mano peluda», navegando por Internet en busca de noticias sobre María Begoña Juaristi Mateo. Vaya por delante que no tengo parentesco alguno con esta señora rubia y estupenda. En mi entorno familiar hay cuatro María Begoña Juaristi y jamás una de ellas fue elegida Reina de la Belleza en su barrio (no por falta de condiciones, evidentemente, sino de afición). María Begoña Juaristi Mateo, nacida en Maracaibo y en 1968 de padres españoles y acaso vascos, comenzó su fulgurante carrera como Miss Zulia 1986, y en calidad de tal compitió ese mismo año por el título de Miss Venezuela. El certamen fue disputadísimo, y María Begoña terminó en un honroso segundo lugar, detrás de Bárbara Palacios Teyde, Miss Trujillo, que ganó asimismo los títulos de Miss Sudamérica y Miss Universo. A María Begoña le correspondió el de Miss World Venezuela 1986.
Yo vivía por entonces en México D.F., donde mi indiferencia hacia el fútbol fue causa de que me pasara desapercibida la presencia de ambas misses en la ciudad, con motivo del Mundial, para animar a la selección venezolana. A María Begoña Juaristi Mateo la privaron meses después del título de «Reina del Banano 1986» en Machala, Ecuador, por negarse a posar en bañador de dos piezas mientras declaraba: «No quiero que estos asquerosos guajiros se morboseen con mi cuerpaso», lo que sentó muy mal a los ecuatorianos. La prensa venezolana, en cambio, reaccionó patrióticamente y atribuyó la descalificación de María Begoña a «una mano peluda» que habría actuado en la sombra. A eso se llama acertar en el diagnóstico.
A mí, el desplante de María Begoña Juaristi Mateo me recuerda lo que he contado alguna vez de Jesús Garay Vecino, el histórico defensa del Athlétic, que se negó a perorar en una peña deportiva de Caracas decorada con fotos de chicas en bikini. Los vascos en Venezuela son toda una reserva de los valores tradicionales hispánicos, aunque terminen hablando como en las telenovelas. No sé qué se hizo de la maravillosa Miss Zulia 1986, pero lo del Banano de Machala conmovió a América, y si no me creen, busquen en Google, en YouTube o en Wikipedia, donde encontrarán abundantes testimonios de la gesta.
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