¿TRASTORNO O MODA?
Análisis
ISABEL
ORJALES VILLAR
Todos los niños pequeños son distraídos, impulsivos y demasiado activos, pero mejoran con la edad no solo por la educación sino por la maduración neurológica. Algunos pueden mostrar estos síntomas de forma exagerada pero puntual, debido a celos, ansiedad o problemas físicos no detectados. Otros presentan estos síntomas de forma más crónica y asociados a un trastorno definido como un retraso intelectual, autismo o un trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Saber si un niño tiene TDAH requiere un diagnóstico clínico en equipo con una evaluación médica y psicoeducativa. Exige tiempo, un conocimiento profundo de la evolución del niño y sus circunstancias, de los antecedentes familiares y los medios necesarios para conocer cómo siente, se comporta, procesa la información y rinde. Todo ello para determinar que el niño: (1) presenta síntomas (de desatención, de hiperactividad, de impulsividad o varios de ellos) con una intensidad exagerada para la edad, su nivel de desarrollo y educación; (2) que parecen crónicos; (3) que no se explican sólo por la mala educación, el estrés u otros factores ambientales (aunque los empeore); (4) dificultan la adaptación comportamental, social, emocional o académica (rendimiento insuficiente o insatisfactorio para el esfuerzo o su buena capacidad) y (5) no corresponden a otro trastorno conocido. La observación del niño, las entrevistas y escalas de conducta a padres y profesores son imprescindibles. Las pruebas neurológicas y psicológicas descartan patologías y aportan información, pero aisladas no tienen poder diagnóstico. La prueba definitiva puede requerir un seguimiento largo (por ejemplo, si presenta el perfil pero no la desadaptación) pero la intervención psicoeducativa sobre los síntomas nunca debe esperar.
ISABEL ORJALES VILLAR ES PROFESORA EN LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA DE LA UNED
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