Hazte premium Hazte premium

bienal de flamenco

El Arcángel de Córdoba resucita a Canales

«Es imposible ponerle un pero a ese espectáculo de cante de enjundia y toque mayestático. Pero no me removí en el sitio como hace tiempo me retorcía con las quejas del huelvano»

DÍAZ JAPÓN

alberto garcía reyes

Los vacíos de poder se ocupan. Y Arcángel lleva un tiempo sin ser todo lo poderoso que puede. Por su voz. Algo le pasa en la voz que donde antes hubo un brillo único ahora hay un espesor inexplicable. Por eso tal vez se echó atrás y le dejó todo el protagonismo al guitarrista cordobés José Antonio Rodríguez, que es un músico bestial. Rodríguez ocupó el poder que otrora tuvo un cantaor que me resigno a creer que desciende de su cima. Porque Arcángel, aun siendo extraordinario en su propuesta, no transmite las sensaciones de aquellos tiempos gloriosos en los que explotó. No sé explicarlo. Sólo sé que lo de anoche fue una preciosidad que, sin embargo, me trajo una especie de desazón que no atino a describir. Es imposible ponerle un pero a ese espectáculo de cante de enjundia y toque mayestático. Pero no me removí en el sitio como hace tiempo me retorcía con las quejas del huelvano. Quizás el problema sea mío, que no voy a ver un espectáculo en directo para que me muestren la perfección. Para eso están los discos. Yo voy a sentir el nervio de quienes se arriesgan. Y lo de Arcángel y José Antonio Rodríguez era tan bueno que me aburrí. Incluso me ofusqué cuando quise escuchar el cante con más claridad y no pude. El técnico de sonido no tuvo su rato. La guitarra sonaba a un volumen muy superior al de la voz. Así que sólo se intuyó el reniego seguiriyero de Tomás Pavón que Arcángel metió por bulerías sobre el toque cordobés. Y pese a todo, se pudo sacar una conclusión: la voz aguda del onubense estaba sobredimensionada. No era dulce. Todo lo contrario. Porque cantar al límite no va con las condiciones de este cantaor. Él es un espectáculo en la media voz. En el cante que se subyuga a sus facultades, no en el que las sobrepasa. Por eso lo mejor fue la soleá apolá, un homenaje a los recuerdos de Charamusco que tuvo Mairena frente al grito dolorido de Camarón. El problema es que en el mano a mano que plantearon los dos cabezas de cartel dobló más la espalda Arcángel que José Antonio. El cantaor se puso más al servicio del toque que al contrario. Y los vacíos de poder se ocupan. Rodríguez fue creciendo en el acompañamiento de la guajira para llegar a una taranta sublime en la ejecución y en la composición. Y Arcángel se fue achicando hasta lograr resucitar a Antonio Canales, un bailaor con más vidas que un gato que ya no estará para grandes montajes, pero que sigue siendo un genio en la patá. La que dio en la soleá por bulerías cuando clavó su eje en la tabla y se metió los puños en el pecho fue un delirio. La demostración empírica de que ese bailaor ha sido un titán. Arcángel es quien mejor lo sabe. Lo vio cuajarse en dos meneos por bulerías a pelo mientras se estaba acordando de Caracol. Por cierto, cómo se acuerda el cantaor de toda la historia del cante sin imitar a nadie. Esa personalidad vale un imperio. Y él la tiene. Pero insisto en que da la impresión de que no se cree a sí mismo.

Véanse los fandangos de Huelva, su fortín. Entre que el acompañamiento hundía su voz en una espesura inaudible y que tampoco tuvo el fuelle que le ha hecho distinto al resto, el resultado final fue sólo un gran cante. Como la trilla de Alosno, escondida tras un arrope meloso al que el propio cantaor contribuyó tocándose a sí mismo. O como las alegrías, otro estilo en el que el onubense ha sentado cátedra y en el que esta vez simplemente cumplió con el expediente. Que es lo que nunca tiene que hacer un artista de su talla. El ejemplo de José Antonio Rodríguez servirá. Él aprovechó su sitio. Finalizó con su célebre pieza "Manhattan de la Frontera", santo y seña de su repertorio. Y hasta se permitió hacer una exhibición con el segundo guitarrista, Chico Gallardo, tocando los dos, a cuatro manos, un solo instrumento. Una demostración de dominio técnico y conocimiento incuestionable. Pero yo sólo dije ole con la patá de Canales redivivo. Que Dios me perdone. Y que me perdone Arcángel, porque sigo pensando que es un monstruo. Pero creo que ha llegado la hora de apretarle las tuercas desde la humildad de este papel con el que mañana se envolverá el pescado de la plaza. Porque los vacíos de poder se ocupan. Y él está obligado a seguir mandando.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación