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«Parkett», la revista es el museo

La revista «Parkett», en sus 25 años, ha sido y es plataforma para la creación artística. Por sus páginas han pasado casi todos. En Cuenca, se exponen parte de sus fondos

Día 30/09/2010 - 18.12h
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Vista del montaje de la expo
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Los primeros números de cualquier revista son programáticos, cargados de energía, planteados como trincheras en las que resistir en una batalla campal. En el mundo literario, las publicaciones tienden a ser afiladamente polémicas, dispuestas a participar en cualquier algarada, mientras que las del sistema del arte no renuncian al viejo oficio de poner paños calientes, dando más relieve a la publicidad que al ejercicio de la crítica.
Una de las señas distintivas y más raras de Parkett es que, desde su fundación en 1984, publicó los anuncios de galerías y exposiciones en blanco y negro, al final de la revista, y, salvo en el caso de los clientes suizos, a página completa. Frente a ArtForum , repleto de márketing artístico, la publicación dirigida por Bice Curriger refinó el diseño sin miedo al anacronismo o a la impresión de lujo, porque lo que estaban planteando era una plataforma para que las obras de arte se pudieran difundir con la máxima calidad. Tras 25 años de exitosa trayectoria, lo más importante que ha generado ha sido las colaboraciones con los artistas, los insertos y las ediciones. Porque no ha sido el ámbito para un despliegue teórico ambicioso, sino para que los creadores tuvieran la posibilidad de expresarse, ya fuera en conversaciones o con piezas ex profeso.
Sobran los nombres
El año pasado se publicó un extenso libro, con textos de Susan Tallman y Deborah Wye, en el que se recogían las 200 piezas que a lo largo de 25 años ha editado Parkett. Obra gráfica, múltiples, fotos, dibujos, vídeos e incluso piezas sonoras constituyen lo que ha sido calificado con justicia como un Musée en appartement. Basta recordar algunos de los artistas que han realizado piezas para la publicación para darse cuenta de la magnitud del proyecto: L. Bourgeois, M. Cattelan, O. Eliasson, P. Fischli, Gilbert & George, Rodney Graham, R. Horn, On Kawara, J. Koons, T. Moffatt, Juan Muñoz, T. Oursler, S. Polke, Lou Reed, G. Richter, P. Rist, C. Sherman, W. Tillmans, J. Wall... En 2004, la Kunsthaus de Zurich presentó una exposición con el material generado hasta ese momento. Christoph Becker apuntó que «solo un escaso número de coleccionistas tiene el privilegio de tener todas las ediciones de Parkett». Helga de Alvear , con su lúcida y apasionada mirada de coleccionista, posee una de ellas completas, que ha donado a la Facultad de Bellas Artes de Cuenca, donde estará expuesta de forma permanente; visita obligada, por tanto, para investigadores y amantes del arte contemporáneo, archivo donde documentarse y pequeño pero selecto «museo».
En una conversación con Mirjan Varadanis, advierte Curriger que en su revista no están Schnabel, David Salle, Rainer Fetting o Jörg Immendorf. Se trata de «exclusiones» que aclaran que Parkett ha preferido planteamientos post-conceptuales al regodeo de la pintura postmoderna. Esta publicación, que fue criticada por ser «demasiado bella», con una apariencia «lujosa», toma en consideración lo que supuso otra previa como Interfunktionen (a la que dedicó una magnífica muestra Gloria Moure, y en la que colaboró Joseph Beuys), pero también la memorable revista vanguardista Minotaure.
De Warhol a Bruce Nauman
Después de más de 16.000 páginas y unas 4.000 ilustraciones, Parkett ha sabido dar espacio a algunos de los mejores artistas de las tres últimas décadas. En esta revista con formato de libro y una cabecera con letras bordadas por una «abuelita» (siguiendo una propuesta divertida que hiciera Enzo Cucchi), han intervenido desde Meret Oppenheim con sus guantes venosos, a Jeff Koons con su foto junto a un cerdo; de Bruce Nauman, retomando su vídeo del incidente doméstico, hasta Rebecca Horn con su martillo doble. Si On Kawara mandó en 2004 como «saludo» un telegrama en el que, siguiendo su retórica implacable, escribía «I am still alive», hay que recordar que Warhol firmó su edición para Parkett tres días antes de su inesperada muerte: se trataba, casi como un mal agüero, de una serie de fotos de esqueletos.
Bice Curriger señala que, tras veinte años, lo que quieren hacer es mantenerse «dinámicos y curiosos» y, sobre todo, evitar que Parkett sea un coffe-table-book. Los últimos números demuestran que la vitalidad de esta publicación no ha mermado. Así, en 2009 dedicaron un número a Baldessari, J. McElheny y P. Parreno, y en el último se ocupan de A. Kelm, C. Wyn Evans, K. Fritsch y K. Walker. La conversación que mantienen en el número 86 Buchloh y Bonami transmite de forma crudísima la decepción por la crítica: «Somos como conejos hipnotizados por el mainstream del mundo del arte». Menos mal que ese discurso, complacientemente apocalíptico, esta encuadernado en una revista que, desde sus orígenes, transmite la más optimista de las energías, esa que late en las creaciones de los artistas más intensos.

«Colección Parkett de arte contemporáneo»

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