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Columnas / AD LIBITUM

Las caras de la Moncloa

Las caras de La Moncloa, como en su día las de Bélmez, entran en la jurisdicción de lo paranormal

Día 23/10/2010
LOS estrategas del felipismo, todavía de buen ver, le han robado a los romanos los planos del dios Jano y han construido uno que, según el reglamento, tiene dos caras. En una, luce el semblante cansino de quien quiso ser el señor del talante y en la otra brilla la mirada inquietante de Alfredo Pérez Rubalcaba. Es un diseño incómodo para quienes se sirven de él y perverso para el adversario. ¿Cómo podrá saber Mariano Rajoy si ese dúo presidencial va o viene, avanza o retrocede, gira hacia la izquierda o hacia la derecha? Lo único que parece claro es que los socialistas, que no saben ver llegar las crisis, pero que detectan la más leve hipótesis de pérdida de poder, andan encerrados en un cálculo decisivo: ¿Cuándo lleguen las legislativas de 2012, ocurra lo que ocurriese en los comicios previos, cuántos diputados se necesitan en La Carrera de San Jerónimo para no tener que devolver las llaves de La Moncloa?
Para el PP, en donde parecen pensar que la iniciativa es pecado, tiene una gran ventaja ese Jano con el que el PSOE trata de salvar los muebles. Darle una colleja a uno de los dos nombres máximos del Ejecutivo conlleva, por necesidad de diseño, darle en los morros al otro rostro triunfante y equívoco; pero esos son gozos para estilistas, para vocacionales de la acción política que engorda con la adrenalina del riesgo. En su actual configuración, la calle Génova es como uno de esos acreditados casinos de pueblo en los que conviene ser socio para tener derecho de asistencia; pero a los que, de verdad, no acude nadie. Por eso, la crisis de un perdedor abrumado por los acontecimientos, como la que acaba de superar el líder de León, se convierte en una derrota para las filas de la gaviota en las que, cuando alguien dice algo —pocas veces— es para poner en evidencia su mala condición, tal que el alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, o para perjudicar a un conmilitón con ganas y posibilidades como le ocurre en Asturias a Francisco Álvarez Cascos.
Las caras de La Moncloa, como en su día las de Bélmez, entran en la jurisdicción de lo paranormal. Podrían ser un fraude; pero, también, un ingenioso procedimiento para acentuar el pasmo de los populares y quietarles la merienda. En los laboratorios felipistas especializados en las acciones de poder han sabido, ante la imposibilidad de cambiar el jinete en mitad de la carrera, modificar su caballo hasta hacerlo pasar por una moto. En los salones en los que sestea el PP continúan con el debate sobre el modelo de silla que mejor le cuadra al penco en el que correrá Rajoy: ¿española, de doma, de salto, portuguesa, texana, inglesa...?
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