Desde Madrid y Barcelona están presentando a José María del Nido como un Quijote luchando contra los molinos de viento por su cruzada contra la sinvergonzonería en el reparto de los derechos televisivos. Pero el presidente sevillista ni está loco ni viaja solo ni su mensaje es demagógico y con fecha de caducidad ni le infunden miedo los gigantes. Del Nido y los otros dirigentes que lo secundan no sólo tienen razón en plantear batalla sino que además poseen armas para ganar la guerra. Porque esta es una guerra en la que está en juego ni más ni menos que la credibilidad del fútbol español, convertido ahora mismo en una farsa.
La decisión adelantada por Del Nido de llevar el acuerdo del reparto televisivo entre los dos listos y los once restantes paniaguados a la Comisión Nacional de la Competencia ya debiera dar sus frutos, pero si este mirara hacia otro lado, lo que no sería de extrañar en este país tan bizco para las causas justas, bueno sería que los seis clubes que defienden la dignidad de nuestro fútbol adoptasen posturas tan «deportivas» como las que promueven Real Madrid y Barcelona.
Manolo Preciado, el entrenador del Sporting, podría asesorar a sus colegas acerca de cómo ponerle las cosas facilitas a un grande y casi imposibles al otro. Setenta y dos puntos —los que los seis equipos disidentes han de disputar a madrileños y barceloneses— dan para mucho, tanto que bien administrados no sólo sobran para decidir a quién se le da el título, si a merengues o a butifarras, sino para convertir a un Villarreal o a un Athle- tic o a un Sevilla en racha en campeón liguero una temporada determinada.
Jorge Valdano, que ha terciado en la polémica Preciado-Mourinho, dijo el jueves que el entrenador del Sporting todavía puede pedir disculpas. Pues dígale lo mismo a su jefe, hombre: Florentino, aún estás a tiempo de pedirle perdón al fútbol español.