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Cuando el cine español conectó con la gente

«Un cine como tú en un país como este» retrata con la nostalgia justa el soplo de aire fresco que autores como Trueba y Colomo supusieron en los años 70

FEDERICO MARÍN BELLÓN

De repente, los jóvenes cineastas tenían menos de cuarenta, al contrario que sus predecesores, se conformaban con la primera toma y carecían de pretensiones de autor, algo perfectamente compatible con idolatrar a Truffaut, antes que a Billy Wilder. Trueba, Colomo, Uribe, Aguirresarobe, Resines, Ladoire y otros locos con cacharros como equipo técnico se lanzaron a hacer cine cargados de sana inconsciencia. La crítica los recibió con generosidad y el público se sintió más retratado que excluido. ¡Milagro!

Era la España tardo y postfranquista de los cineclubes y la tele única, pero con Alfonso Sánchez. Los cachorros de cinéfilos se metían hasta cinco películas diarias en el cuerpo y los estrenos podían esperar a remontar después de diez días sin vender una palomita. Dos Fernandos, tanto monta, revolucionaron la comedia madrileña y fundaron sin saberlo una forma de ver las cosas que parece perdida. «Yo no creo en la industria del cine español. Ni ha existido, ni existe ni existirá. Creo en los artesanos del cine español», suelta Trueba, un hombre afiliado a dos principios, la desobediencia y el placer, «incompatibles con ningún partido». En un lejano San Sebastián, Colomo alecciona a Carmen Maura, mientras el público ríe: «Si nos preguntan, decimos que es una comedia y ya está». Tampoco tiene desperdicio el retrato de Resines de cuando algún crítico actual aspiraba a cineasta. «Éramos unos descerebrados», zanja el actor.

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