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La niña de la Esperanza

Quiere salir en la Macarena. Ana María Rodríguez ya no es solo la niña del milagro, también es ya de la Esperanza

DÍAZ JAPÓN

G. G. B.

Es muy tímida y cuando se ve rodeada de gente se cierra. Le da como miedo. Luego con su familia es charlatana y graciosa. Ayer cuando junto al hermano mayor de la Macarena, Manuel García, y al rector de la Basílica y párroco de San Gil, Antonio Borrego, fue recibida como hermana de la Macarena, Ana María Rodríguez Casado, la niña del milagro de la Beata Madre María de la Purísima , casi se asustó con el atronador aplauso de los presentes.

En la Basílica de la Macarena no cabía ayer un alfiler por el besamanos. La cola no paró ni a mediodía. La misa de ocho fue de acción de gracias y a la vez de bienvenida. Desde el inicio de la misa el rector de la Basílica se dirigió a Ana María y a sus padres y resaltó la intervención muy especial, «un milagro certificado, con todas las garantías» de Madre María de la Purísima. También se refirió al cielo más palpable de Sevilla, «en torno a la Señora que contagia lo que es Ella, una Esperanza permanente». Antes de finalizar la eucaristía el hermano mayor, Manuel García, recibió a la niña como hermana —todavía es muy pequeña para jurar las reglas — le impuso la medalla y le regaló un cuadro con la inscripción «A Ana María, que Dios quiso que recuperara la salud para mostrar la santidad de la Beata Madre María de la Purísima de la Cruz, como recuerdo del día en que fue recibida como hermana de la Macarena y selló su vínculo con María Santísima de la Esperanza».

En nombre de la corporación macarena, la redactora de ABC de Sevilla Gloria Gamito pronunció unas palabras de bienvenida en las que resaltó la prisa que tenía Dios porque Ana María recuperase la salud y por beatificar a Madre Purísima. Dijo que era la niña del milagro y también la niña de la Esperanza: «la de tus padres y abuelos que tuvieron fe y vieron concedida su petición de verte crecer sana y feliz. La de miles de personas que sufren y se encomiendan a diario a Madre Purísima y a Santa Ángela de la Cruz y al ver que en ti ha sido posible confían aun más si cabe en ellas, en su intercesión. Tú eres la prueba palpable de que Dios actúa a través de sus santos , de que siempre hay que tener confianza en Él y por supuesto, Esperanza».

Ana María, sus padres, Paloma Casado y Joaquín Rodríguez Aguirre, y su hermana Laura, estuvieron acompañados por muchos familiares. Entre ellos la abuela paterna, Pepa Aguirre García, y sus hermanas María, y Paquita, con su marido Miguel de Toro. También Mari Carmen Rodríguez Aguirre, tía y madrina, sus tíos Paqui Galán del Toro y Cipriano Rodríguez Aguirre y su primo Cipriano. Para todos, especialmente para Paquita Aguirre y Miguel del Toro, que fueron ángeles protectores de Paloma cuando la niña estaba en la UCI, era un día muy especial.

Paloma, la madre, estaba muy emocionada. Con lágrima en los ojos decía refiriéndose a la Virgen «Que cosa más bonita, qué cara. Esto no tiene palabras. Eso de que venga la madre del Señor a una...». Del día de la Beatificación decía que había estado en el cielo y que las Hermanas le dijeron que no, que era solo la antesala.

Ana María llevaba una medalla de Madre Purísima al cuello regalo de su abuela «porque se juntó con dos». Dice su madre que para la Beatificación le escribió una carta a Madre Purísima y que le reza todas las noches : «Todo los días va a las Hermanas desde las seis a las ocho para hacer los deberes y manualidades y le encanta. Allí ya ha perdido la timidez».

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