Cataluña

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PSC, año cero

Los socialistas han tocado fondo y de lo que hagan en los próximos meses dependerá que sean alternativa de gobierno en las próximas autonómicas o vuelvan a replegarse durante años, incluso décadas, en el poder municipal

Día 07/01/2011
EL socialismo catalán se enfrenta, en los próximos meses, a un auténtico calvario en forma de refundación del partido que, durante los últimos siete años, ha mandado en todos los ámbitos de poder: Gobierno, Generalitat, principales ayuntamientos y la mitad de las diputaciones. Exactamente los mismos que ha perdido o puede perder en los próximos meses. Los socialistas han tocado fondo y de lo que hagan en los próximos meses dependerá que el PSC vuelva a ser una alternativa de gobierno viable a CiU en las próximas autonómicas o se enfrente a una nueva travesía en el desierto como la que sufrió durante las dos últimas décadas del siglo pasado. Y esta vez, muy probablemente, sin el bastión del Ayuntamiento de Barcelona ni la Diputación en sus manos.
La batalla interna a la que, quieran o no José Montilla y su equipo, se enfrentará el PSC hasta la celebración de su congreso de otoño, se jugará en dos terrenos paralelos: por un lado, la reformulación del discurso socialista su voluntad de ser en los próximos años; por otro, por mucho que intenten evitarlo, la batalla por el control del partido y la forma en que se completa el relevo abierto por Montilla.
Municipalista o catalanista
En el primer ámbito, la tentación de la actual cúpula dirigente parece ser, visto el fiasco que ha supuesto la apuesta por el Estatut y los pactos con Esquerra, volver a hacer del PSC un partido de ambición puramente municipalista. Las ejecutivas se dibujarían por agregación y seguría siendo el partido ordenado y fuertemente controlado que siempre ha sido el PSC, porque los alcaldes tendrían el poder dentro y fuera del partido. Estos parámetros permitirían además rebajar al mínimo el elevadísimo nivel de tensión entre PSC y PSOE vivido en los últimos años.
El problema no es tener ministros en Madrid, porque en los dificilísimos 90 hubo incluso un vicepresidente catalán, Narcís Serra, sin que provocara roces. El problema es combinarlo con la presidencia de la Generalitat. Y eso nos conduce al punto flaco de esta vía: un PSC replegado en el mundo municipal difícilmente podrá aspirar a arrebatarle la presidencia de la Generalitat a Artur Mas ni en cuatro ni en ocho años. Aunque la tentación es fuerte.
La vía contraria es la defendida por el deslavazado sector catalanista, pero que comparten muchos otros cuadros del partido. El debate sobre el grupo propio en el Congreso de los Diputados es sólo la punta de lanza de un sector que se sintió timado cuando el PSC votó en el Congreso en contra de lo defendido en el Parlament tras la masiva manifestación de protesta por la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, encabezada por el mismísimo José Montilla. La falta de «visibilidad» de un PSC ha sido una de las claves, para este sector, de que se impusiera aquí y en Madrid la imagen de que lo que pensaban ERC e ICV era lo que pensaba el PSC.
Este sector insiste en buscar una voz propia que, sin romper con el PSOE, sea vista como la alternativa socialdemócrata a CiU. Pero eso reabre el debate sobre la relación con el socialismo español, y la eterna pregunta de si el millón y medio de votantes conseguido en 2004 es de José Luis Rodríguez Zapatero o del PSC. Un debate que, vistos los resultados del 28-N, ofrece pocas dudas.
Pero, más allá del discurso, en el socialismos catalán se ha abierto ya la batalla de los nombres. Montserrat Tura, número dos en la candidatura de Montilla y secretaria segunda de la Mesa del Parlament, es de momento la única que ha defendido abiertamente sus aspiraciones. Pero otros nombres, como el del alcalde de Lleida, Àngel Ros, suenan también con insistencia. Aunque, más allá de quién será el próximo primer secretario del PSC, interesa saber qué grupos ostentarán el poder en el nuevo socialismo catalán. Y en este sentido, se abren tres escenarios posibles.
«Operación Chacón»
La renuncia por tiempos de Montilla, que se propone llevar las riendas del partido hasta el Congreso con la ayuda de su núcleo duro de colaboradores, liderado por Miquel Iceta y José Zaragoza, obliga a albergar serias dudas sobre la voluntad de ese núcleo duro de seguir el camino de retirada marcado por Montilla. Algunos temen en el PSC que ese equipo, que controla el partido desde la revuelta de los «capitanes» en el histórico Congreso de Sitges de 1994.
El aparato mantendría el poder, con la aquiescencia de los alcaldes, para mantener el partido ordenado hasta las próximas autonómicas, en las que la ministra de Defensa podría ser el relevo, entonces sí, al frente de la candidatura del PSC. Especialmente si, por el camino, se cumplen las previsiones y el PP gana las elecciones generales de 2012. Visto el éxito de la «operación Camacho», con la que el PP ha obtenido sus mejores resultados en Cataluña con una «paracaidista» enviada por la dirección nacional sin representación en la Cámara catalana, algunos socialistas empiezan a ponerla de ejemplo para un eventual regreso de Chacón, que en todo caso no se produciría antes de las elecciones generales.
Esta operación presupone que la nueva generación del PSC, que ya ha ocupado puestos de responsabilidad tanto en el Parlament como en la Generalitat y el Gobierno español, está todavía «verde» para asumir el control del partido. Pero la «generación blackberry», como alguien los ha definido, integrada por Rocío Martínez-Sampere, Jaume Collboni, Albert Aixalà, o Marc Murtra, entre otros, no está dispuesta a seguir dejándose tutelar por quienes han goberando el partido durante los últimos 16 años.
Este grupo busca una entente con los alcaldes, grupo heterodoxo que hoy por hoy podrían encabezar el citado Àngel Ros o el alcalde de Cornellà, Antoni Balmón —heredero de Montilla pero con galones propios, parece llamado a convertirse en el nuevo hombre fuerte del Baix Llobregat— para asumir cuotas de poder dentro del partido que hasta ahora les han sido vetadas. Sin olvidar a Jordi Hereu, quien en el caso poco probable de que conserve la alcaldía se convertiría en el principal activo del PSC.
La tercera opción, la que Montilla confía en evitar con su dimisión por tiempos, es la de la lucha caínita entre los tres gruposmencionados por el poder en el PSC. El socialismo catalán se vería abocado así a un proceso similar al vivido por el PSOE tras el fracaso de Joaquín Almunia. Un escenario que, de momento, parece poco probable. Los alcaldes, por tanto, volverán a tener la llave del futuro..
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