EL próximo 20 de febrero, domingo, volveremos a tener, como el domingo pasado, una calzada cortada al tráfico, un montón de conductores que no se explican lo que está pasando, y un grupo de convecinos paseando por la calzada sin coches de una calle en lugar de por las aceras. Debe dar punto eso de pasear por una calle sin coches, porque nada más que a las delegaciones municipales de Izquierda Unida montan una así, la gente se siente coche y se pone a pasear por el centro del asfalto. Qué bonito. Si extravagante es el invento, seguramente importado, peor es la explicación que ofrece uno de sus principales promotores, Rodrigo Torrijos. La ciclovida es ridícula como esa batamanta que anuncian en las teletiendas nocturnas. Nuestra vida va a cambiar cuando nos encontremos con ella. Dice Torrijos que esto, lo de hacer las ciclovidas demuestra «la necesidad de tomar medidas en el ámbito urbano a favor de la sostenibilidad y la defensa del Medio Ambiente. De esta forma —sigue diciendo— crearemos una gran alianza social para que Sevilla se convierta en un ejemplo a imitar en la lucha contra la contaminación y los efectos del cambio climático» Es decir que cortando una calle al tráfico salvamos el planeta. Lo peor de todo no es la iniciativa en sí. Lo malo es que haya gente que se lo crea. Es como lo de los días sin coche que sirven para que la gente se cabree porque no puede hacer lo mismo que todos los días.
Si de verdad se quiere rescatar para el peatón un espacio como el de la Ronda que se cortó el domingo pasado, que se busque una alternativa al tráfico. Una de las ideas que lanzo el alcalde en la campaña de hace cuatro años, idea no desarrollada, fue la de hacer del Prado de San Sebastián una plaza peatonal (como aquel proyecto de Pepe Núñez) y soterrar el tráfico de la Ronda Histórica desde los Jardines de Murillo hasta la avenida de Maria Luisa. Eso sí es hacer una política seria. Lo del domingo pasado fue tan ridículo como una batamanta.
