Cataluña

Cataluña / el mentidero

Infieles

Si encima la militancia le pone los cuernos a la dirección del partido, el ridículo resulta espantoso

Día 21/02/2011 - 09.50h

UNA infidelidad resulta ya de por sí traumática, pero lo es mucho más cuando es aireada a los cuatro vientos. Igual de humillante resulta que un partido político atraviese sus crisis internas con luz y taquígrafos. Y eso es precisamente lo que ocurre cuando una formación decide celebrar primarias en aras a una hipotética democracia interna y sólo logra solemnizar sus miserias. Si encima la militancia le pone los cuernos a la dirección del partido, el ridículo resulta espantoso.

El sábado, los barceloneses asistieron en directo al bofetón recibido por la ejecutiva del PSC, después de que el candidato no oficial a la alcaldía de Barcelona, Jordi Hereu, venciera a Montserrat Tura en una de esas consultas a las que son tan aficionados los partidos de la izquierda. Algún día se debería analizar la incidencia de estas luchas fratricidas en la desafección ciudadana y calcular los costes de publicitar tan alegremente las debilidades de unas formaciones a las que se exige transparencia, por supuesto, pero también confianza y firmeza. Las primarias socialistas sólo han servido para abortar el primer intento serio de regeneración de un PSC en caída libre. Y también para evidenciar que ya nadie manda en la calle Nicaragua; que al presidente José Luis Rodríguez Zapatero, la plaza catalana se le va de las manos; que el último bastión socialista depende de un candidato lanzado sin red a las elecciones municipales, y que Tura —una mujer que infundía solvencia— ha perdido la oportunidad de liderar el cambio en un partido donde los aspirantes a suceder a José Montilla surgen como champiñones. Ante esta situación, los nacionalistas ya se preparan para asaltar la Diputación de Barcelona y disponer de sus abundantes recursos económicos. Aunque para ello tendrán que contar con el permiso del PP, cuya tendencia al alza tiene visos de consolidarse en unos comicios donde CiU no podrá recurrir a la vieja estrategia de inaugurar hospitales o colocar primeras piedras. No hay dinero para esos eventos, lo cual condena al político a afrontar la soledad de su discurso. Quienes no lo soportan, recurren a la infidelidad.

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