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Isabel Aguilera: «En la empresa sigue habiendo comportamientos machistas»

Sevillana de 50 años, ha sido alta ejecutiva de compañías como Google, Dell Computer, General Electric o NH Hoteles. Ahora dirige sus propias empresas y ha escrito su primera novela

G. LOBATO

encarna freire

Estudió Arquitectura en la Hispalense cuando las alumnas que se atrevían con esta disciplina copada por varones eran rara avis. Su carrera profesional derivó hacia el mundo de la empresa y se ha desarrollado principalmente en multinacionales tecnológicas americanas. La revista Fortune la situó entre las 50 ejecutivas más influyentes del planeta y Financial Times, entre las 25 más brillantes de Europa. Dice que le gusta complicarse la vida, que le atrae la dificultad. Deportista —estuvo federada en Natación y competía en el Club Labradores—, llegó a tirarse varias veces en paracaídas para sentir la experiencia. Esta mista actitud, comenta, es la que la ha llevado a escribir una novela. «La encrucijada de Carlota» (Espasa) narra una historia protagonizada por una ejecutiva andaluza que se llama como su hija.

—Como en todas las novelas hay opiniones personales, pero no es autobiográfica. La protagonista tiene diez años menos que yo y es malagueña. Su carrera es diferente y también la familia. Mi madre me suele pedir que lo diga, porque ella está viva y en la novela la madre muere, ja, ja.

—¿Aparte de a escribir novelas, a qué se dedica actualmente?

—Soy empresaria por cuenta propia. Tengo un equipo de amigos y colaboradores con los que he montado una empresa en internet, Twindocs. Formo parte de varios consejos asesores y de algún consejo de administración, como el de Indra. He creado también una consultora estratégica que se llama Isabel Aguilera Consultoría. Hay muchas cosas que quiero hacer.

—¿Cómo logró llegar tan arriba?

—Siempre me he complicado la vida. La dificultad me parece atractiva. Lo he conseguido a base de preparación, y de pensar, planificar y trabajar muy duro. También de reconocer el talento y rodearme de equipos, marcas y oportunidades líderes.

—¿Cuántas horas trabaja al día?

—Doce. Creo que siempre trabajamos (los ejecutivos) doce horas diarias.

—En su libro aborda el tema de la conciliación laboral. Le agradece a amigas suyas que a veces le hayan recogido los niños del colegio.

—Tengo dos hijos y creo que son dos personas de hoy día, formados en valores, a los que he intentado dar ejemplo y una buena educación. Son buenos chicos y tienen una autoestima incluso por encima de la mía.

—¿Pero se siente culpable de haberles quitado tiempo?

—No. Creo que he hecho lo que tenía que hacer en cada momento. Me hubiera gustado duplicarme para estar más tiempo, pero el que he estado lo he disfrutado. Tenemos que aceptar que no somos dioses. A mí el mito de superwoman no me vale.

—¿La prevalencia del hombre sobre la mujer, el machismo, lo ha visto en su carrera?

—Todas sabemos que el machismo más obvio, más evidente, ha desaparecido porque está mal visto, pero siguen prevaleciendo comportamientos machistas, sutiles o menos sutiles, que incluso muchas veces provienen de nosotras mismas.

—Pero usted ha tenido mucho poder sobre los hombres.

—Según lo que se considere que es poder. He estado en esas posiciones, pero además de ese poder que asumía he tenido sentido común, o por lo menos quiero pensar eso, y no se me ha ocurrido ningún tipo de discriminación ni de revancha. Yo miro a la persona, no si es hombre o mujer.

—Rastreando entrevistas suyas en Google veo que ha suavizado su opinión sobre las cuotas femeninas.

—De entrada, por mi espíritu rebelde, rechazo las imposiciones. En la empresa privada las cuotas serían una interferencia, porque el capital es de otros y cada uno hace con su dinero lo que cree conveniente. Pero en la parte pública quizás tenga sentido, porque la política debe reflejar la sociedad. Creo que nadie cede sus privilegios porque sí. Desigualdades mucho más graves como la esclavitud no se abolieron hasta que hubo una ley. Por lo tanto, a veces la ley viene muy bien para fomentar ese cambio. Lo de forzar se pasa, pero a lo mejor es una fase necesaria para que las cosas tengan el equilibrio natural y que en aquellas compañías en las que la mujer deba representar más de un 40% en el consejo de administración lo representen. En cualquier caso es una medida bien intencionada.

—¿Que tiene que hacer España ante esta crisis?

—Debemos formar a nuestros jóvenes de manera más próxima a la realidad empresarial. Las administraciones deben facilitar la creación de empresas más que con subvenciones, que también son siempre bien recibidas, primando la fiscalidad de las aportaciones de capital de los nuevos emprendedores; y las empresas, salir de la zona de confort y abrirse a otros mundos. Y como sociedad, erradicar de una vez el deporte de tirar al que tiene éxito y herir al que fracasa. No pasa nada porque una persona se haga rica. En las sociedades anglosajonas se mide incluso a qué edad has conseguido tu primer millón.

—¿Cuándo lo consiguió usted?

—Yo no lo tengo. Siempre he tenido que pagar muchas cosas. Lo que sí es verdad es que a los 25 años salí adelante y a los 27 era muy independiente.

—¿Viene mucho por Sevilla?

—Aquí tengo la casa de mis padres. He estado muchos años sin venir a la Semana Santa y la Feria por motivos de trabajo, pero ahora llevo dos o tres viniendo porque me encanta.

—¿Casada?

—Enamorada, que es un estado civil más exigente que el de casada, más inquietante e interesante.

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