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Demasiado conformista el día que menos podía serlo (1-1)

El débil inicio puso en ventaja al Celta pero empató Jorge Molina en plena vorágine bética que acabó en el descanso para dar por válido el punto

Demasiado conformista el día que menos podía serlo (1-1) J. M. SERRANO

mateo gonzález

Día señalado en Heliópolis, nuevo sinsabor. Va siendo clásico e inoportuno. Es cierto que el duelo ante el Celta no decidía nada, no iba a ser trascendental pero el equipo debió vivirlo como tal y no aparecer en escena tan pasivo y mostrar una cara tan conformista cuando sobrepasó el ecuador y jugaba contra diez. El Celta salió vivo. A cuatro puntos, sí, pero debieron ser siete más el goal-average . El arreón de fútbol de tres cuartos de la primera parte fue de los mejores del año, pero sólo sirvió para empatar y engordar las imágenes del lamento por las ocasiones perdidas. Luego, el entrenador y el equipo lanzaron un mensaje de aburrimiento , de distensión, de dar por bueno un punto que sabía a muy poco por cómo debió resolverse esta historia. Para subir hay que ser más valientes y el Betis pecó de falta de arrojo para ajusticiar a un oponente con pinta de cadáver deportivo, acobardado en su área cual equipo pequeño a pesar de ser rival directo. El ascenso obliga a lanzar otros mensajes a la categoría, a decirle al resto quién es el jefe de la manada. El Betis aspira a serlo y su cara fue la misma tras el gol del Rayo y en la segunda parte de ayer. Anodino, lento, excesivamente paciente, conformista y distendido. Necesita continuidad en lo bueno este Betis tan ciclotímico y más hambre, como sí tenía hace unos meses.

Porque el conformismo es un pecado en partidos así. Debe estar prohibido ante ambientes así, frente a enemigos que te quieren quitar el pan de la mesa. El Betis apareció sobre la hierba a verlas venir , y las que llegaron fueron un gol de David Rodríguez tras combinación sencilla y espaciosa de la delantera celeste (y con De Lucas en fuera de juego) y una imagen de bloque desbordable que hacía añorar a Iriney. Luego, los de Mel adelantaron líneas oportunamente y llegó lo mejor del partido. El Betis c onstruyó un muro infranqueable a 30 metros de la portería de Yoel. El Celta no podía salir, todos los balones venían de vuelta. Dos rupturas de Emana precedieron al tirazo de Jorge Molina al palo, al gran pie de Yoel ante Rubén Castro, al balón al que casi llega Juanma de cabeza, al pase de Emana para Rubén que despejó el meta, al penalti de Sergio Ortega a Jorge Molina, otro remate del alicantino tras internada de Nacho hasta la cal, el tiro cruzado de Rubén...

El monólogo era tal que cuando Juanma hizo una diagonal con el aliento de Michu en la nuca, abrió para Rubén Castro, quien buscó la profundidad para Emana y éste la sentencia de Jorge Molina. Premio para el Betis incrementado por la segunda amarilla de Roberto Lago. El partido se ponía de dulce y el descanso llegaba inoportuno , aunque se esperaba a un Betis avasallador para la segunda parte... Pero ese espíritu se quedó en la caseta, se enfrió en la ducha. El Celta renunciaba a todo quitando a De Lucas y metiendo a un imberbe lateral. Ése era el mensaje visitante, el del tercero de la categoría. Le valía el empate. El de Mel tenía que ser diferente, pero decepcionó . El lenguaje con el que el técnico se comunica con los suyos durante un partido es la manera de hacer los cambios. Cada subida de cartel del cuarto árbitro era un paso atrás. Momo, toda una vuelta parado y en su primera convocatoria sustituye a Juanma; Manu Palancar por Isidoro, un cambio hombre a hombre por miedo tras la tarjeta del pedrereño; Roversio por Emana después de la expulsión de Belenguer sacando al mejor del partido, aunque estuviera «pactado» y dando por bueno el empate.

Tres expulsados

Todo, con paréntesis puntuales como las ocasiones de Molina o Rubén, hace ver que el que está en inferioridad es el Betis. Tan paciente y con tantas ganas de abrir el campo que pierde la chispa, la frescura y las ideas. Remata menos y transmite poco en el partido más esperado. Un poco como ocurrió en Vallecas tras el gol de Piti. Se desinfla el Betis, sobre todo tras la expulsión de Belenguer , un tren descarrilado y desubicado en el centro del campo. La zozobra es impropia de quien quería ser líder de palabra y no lo ejecutaba de obra. Iago Aspas se empeñaba en darle más mérito al punto visitante, el segundo de los últimos 18 para el Celta, saliendo del campo antes de tiempo mientras se acordaba del árbol genealógico de un árbitro que disparó demasiado rápido. El Betis, anodino, insípido y desconectado de la ilusión que le demandaba su grada, veía suficiente la exigua renta que dejaba las cosas como están con una jornada menos. Visión válida para los optimistas, pero insuficiente para los ambiciosos, que son los que suben.

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