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Andrés Senra: «Mostrar las emociones se ve hoy como algo pornográfico»

Con su intervención en Tabacalera, Andrés Senra se reencuentra de manera «oficial» con la ciudad de Madrid tras su paso por Berlín. Su apuesta: un análisis del dolor

Día 16/04/2011 - 11.54h

Una residencia en Berlín lo ha apartado de la escena madrileña, en la que trabaja en solitario o junto a los artistas Félix Fernández y Diana Larrea. Su vuelta a la ciudad se materializa en I Hurt Myself Everyday, nueva vuelta de tuerca a su interés por el individuo connotado y socializado, que se presenta en Tabacalera. Así lo explica Andrés Senra (1968), su autor, antes de recalar en el LOOP en mayo y en AVIFF, en Cannes.

Dice que busca conectar el plano político con el personal en su obra.

He estado trabajando cuestiones en torno a la identidad y su construcción, pero no solo desde una perspectiva individual, sino teniendo también en cuenta las relaciones que se establecen en ámbito social. Esa línea de trabajo la he vinculado con otras cuestiones, como la necesidad o el fracaso de la utopía. El mayor problema de la utopía es poder realizarse, porque entonces deja de serlo y, por ello, fracasa.

«I Hurt Myself» completa el proyecto inmediatamente anterior, «Auslandia». Fijemos sus parámetros.

Auslandia fue un proyecto que desarrollé en Berlín, una reflexión sobre una comunidad utópica que se desarrollaba en un no-lugar que pretendía ser un paraíso. Berlín, para mí, en un momento dado, se convierte en esa isla donde reflexionar sobre la utopía. Pero al hacerlo no desde el ámbito individual, sino desde el de las relaciones personales, se pervierte su sentido y surge el conflicto entre la ética y las normas sociales, esto es, qué podemos y debemos hacer para convivir todos juntos. Ese proyecto acababa en violencia: el paraíso idílico se transformaba en escenario de un crimen donde todos tenían algo que ocultar.

¿Se resuelve aquí ese crimen?

Ese final me llevó a considerar que el conflicto nace siempre del trauma de la existencia. Todo tiene una caducidad: el amor, las posesiones, la vida... Eso provoca desasosiego. Y desde ese trauma es desde el que abordé este trabajo, que es muy emocional. Quería alejarme de aspectos más sociales para centrarme en el individuo, lo que me lleva al sujeto despersonalizado. Por eso la recurrencia a la ocultación del rostro, con un mecanismo tan propio de internet. Y me centro en el dolor, en la pérdida... Da la sensación de que las emociones, en un momento dado, pueden resultar pornográficas. Quizás en obras anteriores he sido más explícito. Siento que ha llegado un punto en el que la emoción es más pornográfica que la sexualidad.

Hemos pasado de la necesidad de ocultar las emociones a la exhibición pública y sin control de las mismas. Mencionó antes internet.

Me interesa como se ha dado la vuelta a ese proceso. La emoción es algo que no está bien visto en sociedad porque muestra nuestros puntos débiles. Sin embargo, nos servimos de medios de masas para ofrecérselas a los demás. Pero la forma de hacerlo está totalmente guionizada. Es decir, es una emoción planteada como un show televisivo, por lo que, en el fondo, todo sigue siendo falso, no se cuestiona nada y se repiten patrones sociales. Me interesa poner de manifiesto que se siguen manteniendo vivas las defensas, que no nos exponemos ante el otro, aunque nos sobreexpongamos.

Se ha tomado muy en serio el espacio de Tabacalera.

El edificio se despliega en diferentes ámbitos y en el que expongo es como una cueva, un sótano, sin luz natural, alejado al resto del centro, de forma que, si nos atenemos a los niveles de conciencia de Freud, funciona como metáfora del subconsciente en el que se generan las emociones. Este es además un centro aún en construcción. Eso también queda expresado en la obra. El proyecto muestra cómo la estética puede ser anestésica.

Entonces, lo estético tiene una lectura en clave política.

Al trabajar desde la identidad y ser seres sociales, la obra se convierte en una reflexión política, porque en el diálogo nos construimos. Me interesan los momentos de la Historia en los que se produce una «suspensión del juicio», es decir, en los que las normas sociales dejan de ser válidas y surgen otras, como en las guerras o las catástrofes. El individuo vuelve a construirse a partir de esto. Esos momentos de «sálvese quien pueda» me sitúan en el conflicto ético de la filosofía de los últimos 2.000 años: ¿es el hombre un lobo para el hombre (Hobbes) o es un ser bueno por naturaleza (Rosseau)?

Esos mismos cataclismos se producen en la intrahistoria personal de cada uno: puede ser una muerte, una ruptura sentimental...

Sin duda. No puedo dejar de ver la sociedad como un organismo, y las relaciones personales se manejan desde el lenguaje y la identidad. Y una ruptura sentimental puede ser tan destructiva como la caída de la bolsa, sobre todo si no inviertes en bolsa.

Es un artista flexible, que lleva a cabo colaboraciones con otros de manera habitual.

Con Félix Fernández y Diana Larrea, y también con algún músico es con los que más he colaborado. De hecho, yo venía de un colectivo. Trabajar con ellos es como volver a lo que fui en los noventa. En el caso de Félix, es que somos como hermanos. El proceso creativo es el de un cuerpo con dos cabezas. Eso nos facilita muchísimo todo. Somos un colectivo sin saberlo. Con Diana me pasa igual. Y es algo muy enriquecedor, porque es muy fácil caer en el solipsismo.

Le pregunto ahora por Berlín. ¿Sigue siendo la tierra de las oportunidades?

A mí me lleva allí una beca. Estuve con María Castelló, lo que fue una gratísima experiencia, que me sirvió para desarrollar Auslandia. Berlín es una ciudad ideal, pero creo que ya se ha pasado su boom. Es muy creativa, pero quizás por eso mismo hay muchas cosas accesorias. Es barata, porque es muy pobre. Esos condicionantes la hacen ideal para estudiantes y artistas, además de por su gran apoyo a las artes. Como dice su alcalde, en Berlín, pobres, pero sexys.

Le volveremos a ver en el Loop. ¿Qué otros proyectos tiene en marcha?

Al Loop asistiré con una pieza con Félix. En Cannes hay un festival de vídeo paralelo al de cine que se llama AVIFF en el que también participo...

¿Cómo fue su vuelta a Madrid?

Dejé cosas en Berlín, pero me gusta estar aquí. Es mi sitio. Los artistas de Madrid lo tenemos complicado, pero están ocurriendo cosas en la ciudad. Ahora quiero pasar de lo intimista a lo político y lo social de nuevo. En mi próximo proyecto, que pronto presentaré a Intransit, investigo sobre la noción de Europa, qué ha ocurrido con el concepto occidental de Historia y cómo damos respuesta desde aquí a cuestiones más sociales. Si aquí he estudiado el dolor, ahora quiero centrarme en el exhibicionismo del éxito. Una euforia económica que de repente se ha cortado de cuajo. Y esta euforia se refleja en el cuerpo con rasgos similares a los del orgasmo. Así salto de nuevo de lo colectivo a lo individual. Estoy trabajando con retratos de «gente feliz» en este momento de éxtasis sexual y construyendo maquetas de este mundo ideal en el que enseguida se puede ver un lado perverso. Es la espiral de la que hablaba Hegel de que la Historia se construye con pasos a partir de otros. Hay una escalera en el centro de esta maqueta Europa, en la que, en su parte superior, habrá un personaje a punto de tocar una luz quie es el cielo, mientras en la base los problemas sociales y políticos están a flor de piel.

«I hurt myself everyday»

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