Cultura

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Las colecciones Jove y Lázaro Galdiano se miden en Madrid

Una exposición ofrece sugerentes diálogos entre dos grandes y muy distintos legados

Día 25/04/2011

MADRID

Un siglo separa ambas colecciones. Una fue formada por José Lázaro Galdiano (1862-1947). Su colección abarca del siglo VI a.C. a los primeros años del XX. La donó al Estado español y hoy se exhibe en un museo con su nombre en Madrid. La otra, que abarca los siglos XIX y XX, fue atesorada por el coleccionista gallego Manuel Jove (1941), que la cedió en depósito para su exhibición en La Coruña a la fundación que lleva el nombre de su hija María José, fallecida en 2002, y que preside otra de sus hijas, Felipa. Hoy se encuentran las dos colecciones cara a cara en el Museo Lázaro Galdiano en una exposición cuyo título es muy revelador: «¿Qué hace esto aquí?». Es lo que parecen preguntarse Ana de Austria, María Luisa Gabriela de Saboya y una pareja de donantes ante el «Pigmalión», de Leiro, que han colocado en el centro de la sala central de la planta baja.

Es solo una de las muchas sorpresas que hallará el visitante en el Lázaro Galdiano (Serrano, 122; hasta el 20 de junio). Dos Picassos y un Miró, de la colección Jove, conviven en armonía con los maestros antiguos que coleccionó Lázaro Galdiano; Millares y Saura cuelgan junto a una Crucifixión del XV y un «Cristo atado a la columna», de Naccherino; y obras sobre papel de Barceló, Chillida y Miró conviven junto a las cartas que Goya envió a Martín Zapater. Pero hay más sugerentes diálogos. En el Salón de Baile de la primera planta vemos un retrato que hizo Zacarías Velázquez de su hija al piano, junto a un Kandinsky. Varios artistas contemporáneos se miden con Goya. Una inquietante escultura de Louise Bourgeois se exhibe junto a varias obras del aragonés, entre ellas «El aquelarre». En otra sala (el tocador de Paula Florido, esposa de Lázaro Galdiano) se muestra el lienzo «Dix», de Georg Baselitz, junto al grabado de los «Caprichos» de Goya en el que está inspirado: el número 55.

Hay casos en los que las dos colecciones casi se diluyen (Regoyos cuelga junto a Lucas Velázquez, Pérez Villaamil...) Otras veces, la comparación resulta mucho más llamativa. Así, en la sala dedicada a los primitivos españoles, Barceló y Tàpies —dos pintores muy matéricos— se miden con imágenes medievales. En un espacio centrado en la mujer, admiramos una «Dama vertical» de Saura frente al «Retrato de dama joven», de Sofonisba Anguissola. Una Madonna, de la época más mística de Dalí (años sesenta) se expone junto a tallas de la escuela sevillana del XVII. Uno de los mejores diálogos es el que mantiene Juan Muñoz con los maestros barrocos españoles. «Sara frente al espejo» mira a Doña Inés de Zúñiga pintada por Carreño de Miranda. Juan Muñoz era un apasionado del Barroco y admiraba a Velázquez. Su trabajo, al igual que el del sevillano, es muy teatral, hay en él juegos de espejos...

En la segunda planta, sufrimos un fogonazo visual al ver colgado un Léger de los 50 junto a tres retratos del XIX. Bodegones de Maruja Mallo y Oscar Domínguez, cara a cara con naturalezas muertas del XVII; en la sala de pintura flamenca, el Equipo Crónica recrea una obra de Bruegel frente a joyas de El Bosco y Memling... En la tercera planta, las célebres arañas de Bourgeois comparten vitrina con la colección de tejidos de Lázaro Galdiano. La madre de Bougeois era tejedora y ello está muy presente en sus trabajos. En otro de los edificios del museo se exhiben tres estupendas piezas contemporáneas de la colección Jove, firmadas por Leiro, Cristina Iglesias y Kiefer.

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