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NO DO

EL OBSERVATORIO DEL GORRÓN

FRANCISCO ROBLES

En esta época todo tiene un observatorio. Desde el Observatorio del Lince Ibérico, que será de cinco jotas por lo que nos cuesta cada animalito, hasta el Observatorio de la Leche Migá que reivindica el desayuno tradicional y mediterráneo frente a los cereales que pretende imponernos Obama el que mató a Osama. Los progres que se han inventado estos organismos donde siempre se colocan los mismos no saben que en Sevilla existe un observatorio desde hace un siglo y medio: la Feria. El Real nos devuelve la realidad del sevillano, que es la apariencia. En esta vieja Híspalis la realidad es el deseo, que diría Cernuda. Y viceversa.

La Feria es el observatorio que nos permite seguir las andanzas del «gorronis hispalensis», un espécimen que tiene más vista que el subvencionado lince ibérico: en Andalucía se subvencionan hasta los animales salvajes. El gorrón es un tipo que siempre pasa por aquí, que se mete en la caseta saludando a diestro y siniestro, un «agradaor» profesional que es capaz de alabar la belleza de Rosy de Palma si la ve en una trastienda donde todavía se enganchan las cigalas de tronco: «Ya no se pude ser más guapa, Rosita, ni tener más ángel en esa nariz que Dios te ha dado…»

D Cuando quinca un plato de jamón y una copa de manzanilla, o una rubia gélida y sureña revestida con el cristal de la Cruzcampo, el gorrón se viene arriba y le dice a Falete que tiene un tipito de novillero que no se puede aguantar, que está para tomar la alternativa… mientras él se toma lo que queda del guiso del mediodía. Porque el gorrón siempre está al liquindoi. Y luego, para compensar, promete una invitación que nunca llega, «te voy a llevar a un sitio donde cuecen el marisco que quita el sentío». El gorrón promete más que Zoido, que en cuanto ve a cuatro vecinos de un barrio les endiña un aparcamiento aunque no se lo pidan. O que Espadas, que hace unos rebujitos con el lenguaje hasta el punto de identificar a Sevilla con «la capitalidad inteligente que se abre a la interconexión provincial para copar de forma plural el liderazgo productivo y logístico en el Mediterráneo y el Atlántico Sur». Zoido y Espadas van por la feria gorroneando votos a cambio de besos y abrazos. ¿Se

puede ser más sevillano?

Cuando el gorrón se va, un suspiro de alivio sale del pecho del atracado. El talonario está para el tanatorio. Se lo ha bebido todo y ha rebañado el plato de las papas con chocos. Ni un pico en la cesta de mimbre. El gorrón se va a los toros. De válvula, naturalmente. Gorrón se escribe con doble ERE que ERE. El afectado por el ataque se queda peor que Bin Laden después de una visita a deshora. Herido de muerte. Pero que no cunda el pánico. El segundo gorrón de la tarde está entrando por la puerta de la caseta. De nombre, Gañotito. Derrota en el burladero de la barra. Entonces se escucha por lo bajini la frase que resume la sucesión de mangazos que se producen en la Feria: «Gorrón y cuenta nueva…»

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