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Adiós a Antonio Domecq

Adiós a Antonio Domecq EFE/RAÚL CARO

ANDRÉS AMORÓS

La despedida de Antonio Domecq es la nota más emotiva de la matinal de rejones. Cumplidos ya los cuarenta años, es el último representante de una ilustre dinastía de jinetes. Alternan tres españoles y tres portugueses: todos le dedican su faena. Los toros de Bohórquez son manejables pero algo aplomados; quizá los exprimen demasiado y dificultan más la suerte suprema, siempre complicada en el toreo a caballo..

Antonio Domecq hace emocionados brindis a su familia: a su mujer e hijos, a su hermano Luis, a su tío Álvaro. Su labor es seria y clásica, atemperados ya los ardores juveniles, pero tarda en matar y eso le priva de los trofeos. Saca a a la arena a su cuadrilla y su apoderado, José Luis Segura, antes de dar la vuelta al ruedo, con su hijo, y hacer el signo equivalente a cortarse la coleta.

Rui Fernandes, de casaca blanca, brilla con «Vivaldi» en quiebros, muy en corto, y galopando a dos pistas. Aunque mata a la segunda, transmite entusiasmo y corta una oreja.

Andy Cartagena entusiasma con los balanceos de «Pericalvo», que parece bailar delante del toro, y al clavar tres pares de banderillas cortas, muy reunidas, al violín. El rejonazo atravesado, fulminante, le vale una oreja y la petición de la segunda.

Joao Maoura hijo, de casaca carmesí, clava bien al pitón contrario y muestra su buena escuela al conseguir verdaderos muletazos, con el cuerpo del caballo. El rejón de muerte cae trasero y el premio se queda en petición y vuelta.

Leonardo Hernández entusiasma con quiebros espectaculares, con «Verdi», y al clavar las banderillas a dos manos, con «Xarope». Con el toro muy parado, mata con «Humorista» y el rejón queda caído: una oreja.

Francisco Palha, discípulo de Diego Ventura, se presenta en Sevilla y aprueba el examen . El toro salta al callejón inesperadamente, de lado, en medio de un gran revuelo, y quizá se lastima. Luce su monta en corvetas y haciendo que el caballo se apoye en el estribo. Mata a la segunda y consigue una oreja benévola.

Recuerdo hoy especialmente a don Álvaro Domecq, el único rejoneador al que se concedió la Medalla de Bellas Artes. (¿Para cuándo esa medalla para los hermanos Peralta, revolucionarios del rejoneo, como ha propuesto Antonio Burgos?). Después del gran Antonio Cañero, con su mítica jaca «Bordó», fue don Álvaro el que convirtió el rejoneo español en un verdadero arte, basado en el conocimiento de la lidia y de las querencias, con temple y ritmo despaciosos. Si se hace así, supone, verdaderamente, torear a caballo.

Adiós, Antonio Domecq: disfruta en paz de la belleza única del caballo y el toro bravo , en el marco del campo andaluz.

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