Equilibrio y armonía, sobriedad y sosiego definen al patio de la calle Don Rodrigo, 7 que ha vuelto al concurso este año después de dos sin participar y ha logrado un tercer premio en Arquitectura Renovada, modalidad a la que ha aportado un toque de originalidad con la candidatura a la Capitalidad Europea de la Cultura en 2016 como motivo principal.
Cerámica y vegetación comparten protagonismo en este espacio en el que, sobre el pozo, hay un sencillo y bello azulejo de la Virgen de la Salud alumbrado por una mariposa de aceite. y en el que la historia personal de María Fernández Pino, quien lo presenta a concurso, está presente en fotografías antiguas en las que se aprecian las mecedoras que permanecen a la entrada del patio donde ha recreado su antiguo rincón de costura.
El blanco impoluto de los muros y del pozo es común a todas las flores que hay plantadas junto a sus tallos en macetas de azul añil, los colores que predominan sobre el verde de un elegante limonero. Son blancas las gitanillas, geranios, sulfinias, gardenias, rosas, las diamelas, calas, hortencias, y las alegrías de la casa, mientras que también se reserva el verde, en un rincón alineado en el suelo junto a la cocina, para las plantas como la menta, el perejil, la hierbabuena y una tomatera.
El suelo es de ladrillo viejo, y el techo en el zaguán de madera. Las macetas se alternan con placas de cerámica, también de añil y blanco, en las que se leen los nombres de los personajes ilustres de la historia de Córdoba. Califas como Abderramán III o Alhakén II, pintores como Julio Romero, filósofos y escritores como Séneca, Lucano, Antonio Gala, escultores como Juan de Mesa, modistos como Elio Berhanyer, músicos como Zyriab y toreros como Cañero y Manolete, entre otros.
«Cuando miramos en la página del Ayuntamiento nos dimos cuenta de que todos los ilustres eran hombres», indica María Fernández, que decidió que la figura femenina no podía faltar. De ahí que la colección de cerámica que ha realizado Carmen Bascuñana se inaugure en las paredes del zaguán con rostros de mujeres anónimas y un texto de la Princesa Wallada. La estructura de la casa, de amplio patio y fechada en el siglo XVIII, es la típica de las de vecinos, con todas las habitaciones orientadas a esta zona común que antes formaba junto al aparcamiento de Bodegas Campos una vivienda que la tradición oral del barrio cuenta que perteneció a un obispo.
