Cultura

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En las tripas (podridas) de la industria cárnica

Jonathan Safran Foer presenta su último libro, «Comer animales», alegato en defensa del vegetarianismo

Día 11/05/2011
ÁNGEL DE ANTONIO

Sin necesidad de recurrir a aquello de «Leer este libro te cambiará la vida», la última obra de Jonathan Safran Foer no dejará indiferente a ningún lector con un mínimo de sensibilidad y algo de hambre. «Comer animales»(Seix Barral), su primera incursión en el género de no ficción, es un exhaustivo alegato en defensa del vegetarianismo fruto de la investigación que llevó a cabo durante tres años por las tripas de la industria cárnica.

—Para su abuela, superviviente del Holocausto, la comida es fundamentalmente amor ¿Qué significado tiene para usted?

—No tiene un único significado. A veces es una mera cuestión de hambre y otras es algo relacionado con el placer. Pero, sobre todo, es un maravilloso vehículo para ejercitar la memoria. El significado cambia por completo cuando pasas a tener que alimentar a tu hijo, que es la forma esencial de ejercer la paternidad.

—¿Por qué decidió escribirlo al enterarse de su futura paternidad?

—Siempre me ha preocupado el tema, pero la clave fue comprender la diferencia entre alimentarse uno mismo y alimentar a alguien más. Mi relación con el mundo también cambió al ser padre. Antes me preocupaba el medio ambiente pero no estaba concienciado, quieres que el planeta sobreviva pero hasta que no eres padre no eres consciente de la importancia que tiene ese legado.

—¿Qué consecuencias tiene «Comer animales»?

—Comemos animales a diario, pero también somos animales que comen animales. El error es no poner el énfasis en nosotros. Se trata de las elecciones a la hora de alimentarnos. Basta con pararnos a pensar antes de comer y eso hará que cambiemos como personas. No creo, como Tolstói decía, que mientras haya mataderos habrá campos de batalla, pero sí que ser sensibles con el sufrimiento de los animales nos hace ser mejores.

—Hay quien defiende que las plantas tienen vida y los vegetarianos como usted se alimentan de ellas. ¿Es una cuestión sobre la vida y la muerte?

—No, se trata del sufrimiento. Nunca sabremos cómo sufren los animales. La ciencia ha intentado estudiar su cerebro, pero no lo sabemos a ciencia cierta. Mi opinión es que debemos ser generosos con el resto de habitantes del planeta. Está claro que esa generosidad debe tener límites, no hace falta enviar a los cerdos de vacaciones a las Bahamas.

—¿Desde cuándo es vegetariano y que le llevó a tomar esa decisión?

—Es una decisión que he tomado muchas veces. La más reciente fue hace cuatro o cinco años porque me di cuenta de que sabía demasiado para seguir fingiendo. Crucé esa línea que determina que no puedes seguir comportándote de un modo que está contra tus valores. Es un propósito bastante sencillo si te lo planteas como una serie de pequeñas decisiones más que como una gran decisión que condicione tu vida.

—¿Considera que es mejor persona quien no come carne?

—Yo no debo juzgarlo. Cuando visité las granjas tradicionales descubrí que trataban a los animales mejor de lo que yo trato a mi perro. Con que haya un solo lector que lea mi libro y empiece a comer carne procedente de las granjas tradicionales estaré satisfecho. No es un chiste que se torture a los animales.

—Teniendo en cuenta la crisis mundial, ¿no le parece un poco frívolo preocuparse por el sufrimiento de los animales?

—Que no coma carne no quiere decir que no me preocupe lo que sucede en Libia. Es justo lo contrario: cuanto más se preocupa la gente por la comida, toma mayor conciencia del resto de problemas del mundo.

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