Las elecciones del próximo 22 de mayo en Baleares no sólo servirán para decidir quién gobernará la Comunidad, sino también para pasar página a una triste legislatura que ha estado marcada por una casi permanente inestabilidad institucional y por la investigación por parte de la Fiscalía de numerosos casos de corrupción, la mayor parte de ellos con el PP y Unión Mallorquina (UM) como formaciones más afectadas.
En estos momentos, todas las encuestas apuntan a un más que posible cambio de color político en el Archipiélago, en favor de un PP muy renovado, tanto en el Gobierno regional como en las principales instituciones de las Islas, en donde los socialistas han gobernado en estos últimos cuatro años con el apoyo de diversos partidos.
El llamado tripartito —PSOE, Bloc y UM— se rompió en febrero del pasado año, cuando el actual presidente autonómico, el socialista Francesc Antich, expulsó a UM de su gobierno por la aparición de un nuevo caso de corrupción. Desde entonces, el líder socialista ha estado gobernando en minoría.
En los inmediatos comicios, Antich tendrá como máximo rival electoral al actual presidente del PP de Baleares, José Ramón Bauzá, que desde que fue elegido para el cargo, en septiembre de 2009, ha conducido con firmeza y sin mirar a atrás la particular «travesía del desierto» de un partido que encontró profundamente desmoralizado. Bauzá se presenta ahora por primera vez como candidato a presidir el Gobierno regional. Su talante sosegado, dialogante y centrista, le está consolidando como el nuevo líder que su partido necesitaba para dar una una nueva imagen.
Por lo que respecta al tradicional partido bisagra de Baleares, UM, la casi continua imputación de ex altos cargos nacionalistas a lo largo de esta legislatura acabó derivando en su disolución, refundado como Convergencia por las Islas (CxI).
En cuanto a la coalición denominada Bloc, la única que no se ha visto afectada de forma directa por la corrupción, sus luchas internas han provocado su desaparición.
