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Luis García Montero y Benjamín Prado, un mano a mano creativo en la Feria del Libro

Presentaron el poemario «Un invierno propio» y la novela «Operación Gladio»

Luis García Montero y Benjamín Prado, un mano a mano creativo en la Feria del Libro GOGO LOBATO

ANDRÉS GONZÁLEZ-BARBA

La Feria del Libro reunió ayer a dos excelentes escritores pero sobre todo a dos grandes amigos: Luis García Montero y Benjamín Prado. Ambos presentaron sus últimas obras, el poemario «Un invierno propio» (Visor) y la novela «Operación Gladio» (Alfaguara), respectivamente, en medio de un ambiente de camaradería no exento de amor a la literatura y crítica contra los poderes establecidos.

Sobre la nueva novela de Benjamín Prado, que se desarrolla en la España de la transición, García Montero dijo que «el escritor que se acerca a la política intenta hacer un ejercicio individual de conciencia crítica, y la última novela de Benjamín es un ejemplo de esto». También habló el poeta sobre la idea de Balzac de que la novela «cuenta la vida privada de las naciones, algo que se puede aplicar a los “Episodios nacionales” de Galdós, en donde se mezclan lo público y lo privado». De ahí que reconociera que «“Operación Gladio” es un ejemplo de la vida cotidiana española», y habló de que la historia «está tejida de secretos basados en poderes silenciosos y fuerzas ocultas», añadiendo que la obra de Prado es una «reflexión sobre la memoria histórica y sobre las deudas pendientes entre la guerra civil y la transición».

Por su parte, Benjamín Prado comenzó su intervención citando un verso de García Montero que dice que «la realidad supone un buen negocio para la imaginación» . Además, criticó que se produjera una «santificación» de la transición porque «muchos cometemos la ingenuidad de creer que en la transición se solucionaron todos los horrores de una dictadura que duró 38 años».

A continuación, Prado habló sobre el último poemario de García Montero, «Un invierno propio» (Alfaguara). «Luis habla de la propiedad de la literatura, con la idea de que uno no es propietario de lo que tiene —como dice el capitalismo— sino de lo que sigue buscando». Sobre este poemario, Bejamín Prado admitió que «es una poesía que se da cuenta de que uno de los mayores lujos del mundo es el de sentirse escuchado. Leer es escuchar por escrito. Son versos llenos de opiniones, a veces de manera sutil. No son poemas políticos, pero cuando los acabas, terminas con el veneno de una idea ajena en la cabeza. Tienen contenido literario, ideológico y moral». Además, añadió que «la poesía de Luis es una invitación a reflexionar juntos. Son versos llenos de opiniones, y añadió que «es una poesía vigilante que mira en todas las direcciones». El acto concluyó con Luis García Montero leyendo algunos de sus poemas.

«Sevilla y literatura»

Ya por la tarde, la editorial Paréntesis organizó la tertulia «Sevilla y literatura», en la que se presentaron los libros «Sevilla, un retrato literario», de Eva Díaz Pérez, y «Sevilla sin mapa», de Fernando Iwasaki, editados ambos por esta editorial hispalense. El acto fue moderado por Francisco Correal. «Sevilla, un retrato literario» se propone acabar con esa idea «injusta e inexacta» de la ciudad de los tópicos y de los folklorismos superficiales. Uniendo literatura y topografía, se descubre dónde vivían y se reunían Fernando de Herrera, «el Divino»; Baltasar del Alcázar; Francisco de Rioja; Mateo Alemán; Blanco White; Bécquer; los hermanos Machado; Cernuda; Vicente Aleixandre, y un largo cortejo de escritores sevillanos. Y es que como Venecia, Oxford, Salzburgo y Nueva York, Sevilla es una ciudad que ha sido elegida por escritores de todas partes del mundo para formar parte de sus ensayos, memorias o ficciones.

Por su parte, Fernando Iwasaki ha reunido a muchos de esos autores en «Sevilla, sin mapa» y «los ha devuelto convertidos en personajes del gran relato literario» de la capital hispalense. Así, deambulan Lord Byron acosado por su casera, Borges apedreando las ventanas de la casa de Luis Montoto, André Gide arrobado en los jardines del Alcázar o Rubén Darío contemplando los diminutos pies de las sevillanas.

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