Toros

Toros

Herido Ignacio Garibay

Día 23/05/2011

Con la ilusión puesta en los «toros guapos» de Pablo Romero (aunque hoy se llamen Partido de Resina) acudimos a Las Ventas los aficionados. Desgraciadamente, nuestros buenos deseos no se cumplen. Los toros resultan mansos, deslucidos; alguno, flojo; otros, peligrosos. El único que da opciones es el sobrero de Los Chospes, al que Serafín Marín receta una gran estocada. El mexicano Ignacio Garibay solventa con dignidad la papeleta pero acaba sufriendo una cornada. Sergio Aguilar no tiene ninguna opción.

El de Pablo Romero es un encaste definidísimo: toros de hermosa presencia, serios, proporcionados, cárdenos. Como indica André Viard, Pablo Romero encarnaba la autenticidad de la Fiesta. Fueron predilectos de los grandes toreros: de Joselito el Gallo (mató casi cien), Domingo Ortega, Manolete, Antonio Ordóñez, Paco Camino, Paquirri... Vinieron luego años duros, con falta de fuerzas y muchas caídas. Se han lidiado últimamente corridas esperanzadoras en Madrid, en Zaragoza... ¿Se confirmará hoy la recuperación? Por desgracia, no ha sido así: toros francamente complicados, mansos y peligrosos.

Ignacio Garibay se muestra toda la tarde digno y con oficio. El primero, de Nazario Ibáñez, es muy flojo. Aunque lo lleva templadito, se derrumba. Consigue algunos derechazos de mano baja, asentado y firme. Prolonga la faena y mata mal.

El cuarto pesa 672 kilos, es abierto de pitones: ¡un tío! Lo ovacionan de salida pero mansea claramente, barbea las tablas. Huyendo, recibe seis picotazos. No se amilana Ignacio, lidia con oficio pero el toro va con la cara muy alta; en un arreón, lo voltea y se ceba con él. Hasta acabar con el toro, no pasa por su pie a la enfermería: hemos vivido el lado más áspero de la Fiesta.

Serafín Marín se encuentra con el sobrero de Los Chospes, el único que se deja torear. Recibe ovaciones en verónicas y lo llama desde el centro. El toro parece que va ser muy bueno pero va yendo a menos y acaba parado. Después de apretadas manoletinas, consigue una gran estocada, de la que sale prendido: ése es —como el título de la película de Francesco Rossi— «el momento de la verdad». No le concede el Presidente la oreja pero sí da la vuelta al ruedo: una estocada así merece, sin duda, ese premio.

El quinto es manso, hace hilo, no se emplea, calamochea, embiste rebrincado, corta. ¿Seguimos anotando «virtudes»? Serafín traga, aguanta coladas, recibe aplausos al cruzarse al pitón contrario y lo mata: esta vez, regular.

Sergio Aguilar es diestro de buen estilo, muy castigado por los toros. Ninguno de los dos de hoy le permiten el triunfo. El tercero es muy reservón, corto, deslucido. Muletea suave, sin emoción. Algo parecido en el sexto, muy soso, que embiste con la cara alta, huye y no transmite nada. Otra vez será...

La corrida de Partido de Resina ha sido decepcionante. Imagino lo que habrá sufrido mi amigo Jaime Pablo Romero, en Sevilla. Pero peor lo han pasado los toreros. Y uno lo ha pagado con su sangre.

Al final, llegan noticias sobre los resultados electorales de Bildu y me acuerdo del Tribunal Constitucional. Eso puede ser todavía peor que el fiasco de los Pablorromeros...

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