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El Quijote de Don Mingote de la Mancha

Lunwerg edita en 4 volúmenes los600 dibujos y un entremés de bocetos con los que el genio ilustra la obra

Día 06/06/2011
El Quijote de Don Mingote de la Mancha
mingote 

Don Mingote de la Mancha cabalga de nuevo. Lunwerg Editores ha lanzado una edición, en cuatro volúmenes, de la obra cervantina ilustrada al completo por el lápiz de Dios en la tierra, Antonio Mingote. El dibujante y emblema de ABC agradece a la editorial, en estos tiempos complicados, el esfuerzo realizado para poner en el mercado a un precio muy asequible —49,50 euros los cuatro volúmenes; en la Feria del Libro, a 44 euros— la biblia quijotesca, que incluye todos los dibujos —más de 600— con los que Antonio Mingote consagra las páginas escritas por Miguel de Cervantes. Caso único en la Historia, un humorista ilustra un libro repleto de humor, como ya ocurrió en la anterior edición de lujo de Planeta, que se agotó en un espacio muy corto de tiempo con una tirada limitada a 3.000 ejemplares y un precio de mil euros cada uno.

En esta espléndida y nueva publicación de Lunwerg, Javier Ortega, el editor, ha incorporado un entremés que hará las delicias del curioso lector: una selección de los bocetos preparatorios con los que Mingote ha ido configurando, línea a línea, trazo a trazo, pulsión a pulsión, de loco hidalgo a fiel escudero, capítulo a capítulo, cueva a cueva, molino de viento a molino de viento, aspa a aspa... una de sus grandes obras maestras. La delicatessenes un cuaderno de bitácora, de extraordinario interés, que muestra cómo Don Mingote de la Mancha dibujó el Quijote, un imprescindible «Así se hizo». Porque a don Antonio Mingote, el Quijote le «sigue poniendo». En dibujarlo ha volcado ríos de tinta, devoción y amor, de imaginación y de talento, de originalidad y de pasión quijotesca. Como un grandioso alquimista, Mingote estudia al detalle, al milímetro, cada paisaje, cada palacio, cada traje, cada utensilio, cada arreo y cada personaje, que Cervantes delinea. Don Antonio se sabe el Quijote a la perfección, como el Parque del Retiro, del que es alcalde honorario. Y se lo ha pasado, quijotescamente, de fábula. Pero su trabajo no hubiera sido posible sin el apoyo constante de su ángel de la guarda, su esposa Isabel. Y tan ingente labor la hizo sin una gota de bálsamo de fierabrás. Puro trabajo y talento.

El Quijote se engrandece con los dibujos y bocetos de Antonio Mingote. La extravagancia y grandeza del inmortal texto cervantino, las actitudes y los sentimientos del alma de sus personajes, las reacciones y las conductas de esos seres animados... Confiesa el genio que en sólo en una ocasión ha «traicionado» a don Miguel de Cervantes: cuando al héroe le descabalgan de sus dientes.Don Mingote de la Mancha se niega a dibujar a Don Quijote desdentado: «El héroe no se merece esa humillación». Y Cervantes lo aprobaría.

¡Dichosa edad y siglos dichosos aquellos! Dibuja don Antonio la libertad que dio Don Quijote a muchos desdichados, que mal de su grado los llevaban donde no quisieran ir... Don Quijote, loco, nosotros cuerdos... aunque últimamente el mundo gasta una locura que el cuerdo parecería Quijano. Ni rocín flaco ni héroe enclenque: Mingote, fiel a Cervantes, fija un Quijote que resiste el peso de la armadura, los apaleamientos, los acosos de los destripaterrones y los derribos del caballo, las noches al raso (a veces, en camisa de once varas), los ayunos largos, los descansos cortos, las prolongadas caminatas. Y los detalles. Así, el mostacho de Alonso Quijano lo pinta Antonio Mingote como Dios manda: negro y caído, «y nada de enroscado o con puntas hacia arriba, como si fuera el de un espadachín», aclara. Don Mingote de la Mancha tampoco dibuja a Sancho Panza como un «gordo ridículo: Sancho es ágil y fornido, capaz de resistir una vida dura y ajetreada. Es un campesino gordo del siglo XVII; de una gordura dudosa según nuestros cánones». El maestro humaniza a los tipos, a los seres y estares.

Son más de seiscientos magistrales dibujos repletos de ternura —el ternurismono es ningún delito—, comicidad, inteligencia y el prodigio de la sabia ironía. La naturaleza del humor y del ingenio nos conduce a que el semejante de Cervantes se llama Mingote, quijotesco y fiel escudero del hidalgo que enloqueció leyendo novelas de caballerías. Don Antonio se ha trasteado el Quijote de «pe» a «pa», desde el «En un lugar de la Mancha» del comienzo hasta el «Vale», con el que Cervantes culmina la novela sobre el curioso impertinente. Mingote se ha empleado a fondo en la tinta china y la acuarela gris para impregnar la obra cervantina de un aroma inigualable. Ha luchado a pincel partido contra las malandrines letras capitulares y el resultado es pura delicia: ternura, ironía, sentimiento. Mingote se mete en la piel de los personajes y refleja lo que sienten y padecen ante las peripecias de los demás. El único objetivo es provocar en el espectador el deseo de leer un libro que es una fiesta. Toda una epopeya de cuerda y fina locura. Vale.

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