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Herido Abellán

Herido Abellán EFE

ANDRÉS AMORÓS

La noticia triste de la tarde es la herida en la boca que sufre Miguel Abellán al entrar a matar, por segunda vez, al primero de la tarde: conmocionado y sangrando, pasa a la enfermería.

Justo antes de salir para Las Ventas, veo en directo por Canal Plus (que se apunta un buen tanto) el paseíllo, al son de la «Carmen» de Bizet, en el precioso, ovalado coso romano de Nimes. Van a lidiar miuras y victorinos —¡nada menos!— un murciano, un sevillano y un francés de color. Delante de las Arenas hay puestos de «Churros-Crêpes» (sic) y bastantes banderas españolas con el toro.

Insisto siempre en que la Tauromaquia es seña de identidad española pero también arte universal. Hace poco, un francés, François Zumbiehl, y un venezolano, William Cárdenas, presentaron en Madrid la Coordinadora Internacional para su reconocimiento por la Unesco.

Volvemos a Las Ventas. Hoy, el público sabatino aplaude todo: lo mismo un descabello que un natural, una chicuelina que una verónica. (Cañabate salvaba una tarde gris porque se había librado, milagrosamente, de ver chicuelinas. Hoy no nos hemos salvado).

Aún así, la flojedad del 3º y 5º es tan grande que la protesta de los exigentes contagia a toda la Plaza.

El primer toro sale de varas flojo, corto, parado. Cinco veces lo llama Abellán sin lograr que embista: empeño infructuoso. (Es culpa del toro pero también hay que medir más el castigo). Le saca muletazos uno a uno, sin lucimiento. Pincha y, al entrar por segunda vez, recibe un golpe en la boca, como un boxeador: un feo percance.

Mata Daniel Luque dos toros que debieron ser devueltos, los dos, por su flojedad: el presidente, que los mantiene, recibe las justas broncas. El tercero va muy bien... si no se cae. Lo cuida Luque. Por falta de fuerzas, queda corto... y acaba doblando. Sólo al final logra un par de series buenas, de mano baja pero, por la flojedad del toro, todo queda en tono menor.

Lo mismo sucede en el quinto, que se derrumba. Sólo le aplauden que corte pronto la faena. Y muestra (como en Sevilla) que no lo ve claro a la hora de matar. Tarde en blanco para Luque.

Mata El Fandi tres: 2º, 4º y 6º. Mezcla verónicas con chicuelinas, levanta ovaciones en banderillas: lo mejor, para mí, cómo juega con los toros, sobrado de facultades. Parea con saltos, al violín, a la moviola... Brinda al público 2 y 6º: da muletazos correctos, con oficio (el año pasado toreó casi cien corridas) pero sin emoción ni transmisión. Tarde de buen profesional, en definitiva.

He escuchado frases duras: «Con ese toro, no tiene importancia nada de lo que hagas... Los inválidos, ¡al corral! ... El toro tiene que dar miedo, no pena». Lo triste es que tienen razón.

La Tauromaquia es un arte español y universal, sí, pero con toros. Aunque el peligro siempre exista, si los toros se derrumban, se queda en muy poca cosa.

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