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«A Sevilla le gusta admirarse, pero no ponerse en cuestión»

José Miguel Pereñíguez presenta sus últimas obras en la galería Rafael Ortiz

«A Sevilla le gusta admirarse, pero no ponerse en cuestión» GOGO LOBATO

MARTA CARRASCO

SEVILLA. En el año 2007 el pintor sevillano Luis Gordillo fue galardonado por el Ministerio de Cultura con el prestigioso Premio Velázquez. Seguro que José Miguez Pereñíguez (Sevilla, 1977), se limitó a leer la noticia en prensa. Pero aquello supuso algo más. El galardonado tenía la potestad de recomendar a un artista joven para la Beca Velázquez del año siguiente. Aquel artista fue Pereñíguez, quien confesaría entonces que ni siquiera conocía personalmente a Gordillo y que ignoraba que hubiera visto su obra.

Pasado el tiempo, Pereñíguez que ha continuado con el dibujo, ha ido creciendo como pintor y en estos momentos presenta en la galería Rafael Ortiz de Sevilla sus últimas creaciones bajo el título de «La escena y el solar». En una pared de la galería se exponen como en explosión numerosos dibujos mientras al fondo de la sala, en una estantería del propio estudio del pintor, hay maquetas en barro, en papel, en madera que el artista utiliza como modelos. El resto de las paredes están en blanco.

Pereñíguez en esta ocasión ha acudido a los clásicos para encontrar inspiración, en concreto en los escritos de Plutarco haciendo referencia a la fundación de las ciudades, entorno a un pozo denominado «Mundum» y sobre el cual se hacía un circulo alrededor del que giraba la vida.

«Mundus» es el nombre de la gran obra múltiple que ha realizado Pereñíguez, siempre al carbón, un material que trabaja principalmente.

El pintor vive en Sevilla, confiesa no haber tenido la inquietud de marcharse fuera, «a veces me planteo si no soy perezoso en ese sentido, pero me voy seis meses y entre que me pongo o no, el resultado del trabajo no sería muy significativo. En cualquier caso, siempre he pensado que el arte se hace en la ciudad y para la ciudad. Me interesa estar radicado en un sitio y que lo que haga tenga una significación para el lugar donde trabajo».

A Pereñíguez le interesa que vean su trabajo como un valor cívico, «porque en los últimos años hay un problema, y es que cuesta que el arte contemporáneo tenga la cuota que le corresponde en el mundo de la cultura. En Sevilla parece que las personas tienen su cuota de trascendencia solucionada con otras cosas. El arte no sólo liturgia y repetición, sino cuestionamiento. A Sevilla le gusta mirarse y admirarse pero no ponerse en cuestión y hay que escarbar un poco debajo», afirma.

Como artista, su máxima es tener siempre una seguridad de que «todo lo que está en el dibujo, lo está por una razón. Esto vale o no vale, como la prueba del nueve, aunque al final me interesa que el cuadro sea muy aparente». Sus pasos en la creación transcurren primero por los textos y luego por la construcción de un objeto real, de ahí las maquetas previas, hasta que al final llega la última fase: el cuadro.

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