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entrevista

«Las mujeres ven débiles e inútiles a los hombres que no saben traer dinerito a casa»

El autor jiennense Juan Eslava Galán acaba de publicar «Homo erectus», donde expone su polémica visión sobre las relaciones de pareja, un manual «para hombres» que las mujeres, dice él, no deberían leer

«Las mujeres ven débiles e inútiles a los hombres que no saben traer dinerito a casa» mireya lópez

jesús álvarez

Juan Eslava Galán (Arjona, 1951) es uno de los autores españoles más leídos y conocidos tanto dentro como fuera de España. Ganador de innmerables premios y cultivador provechoso de casi todos los géneros periodísticos y literarios, se atreve ahora con un ensayo sobre las relaciones de pareja que va a caballo del erotismo, la historia, la antropología y la psicología. «Homo erectus» (Planeta) revela las complejas maquinaciones masculinas y femeninas en el arte amatorio.

—¿Qué es un «homo erectus»?

—Un mono que ha bajado del árbol y si sospechara la cantidad de complicaciones que le va a acarrear ese escalón evolutivo. volvería a las ramas, sin duda.

—¿Y un «homo salidus»?

—El resultado de aquel mono que se bajó del árbol y aprendió a progresar. Ahora tiene que perseguir a las monas en demanda de sexo, impulsado por un instinto perturbador.

—¿Cómo se le ocurrió escribir un libro sobre las relaciones de pareja «sólo para hombres»?

—No es para hombres: es también para mujeres, pero como a algunas talibanas no le va a gustar, me curo en salud prohibiéndoselo desde la portada. La perfección de la naturaleza está en que un hombre y una mujer sean compañeros y se entiendan.

—Afirma usted que en los últimos 30.000 años, desde las cavernas para acá, apenas han cambiado las cosas en las relaciones de pareja, que siguen siendo «un intercambio de bienes y servicios»...

—Dicho descarnadamente eso es lo que somos y en cuanto aprendemos a aceptarlo nos va mejor en la vida.

—Una cita textual de su libro: «Cuando tú estás calculando el tono exacto de los ojos de la amada, ella está calculando el montante exacto de tu cuenta corriente»...

—Como en toda exageración o simplificación, hay un fondo de verdad, pero aplicable sólo a una minoría de mujeres, las gold-diggers como dicen los americanos: las buscadoras de oro, las que buscan un tipo con pasta sin mirar más allá. En su pecado llevan su penitencia

—Dice usted que a todas las mujeres les encantan los hombres inteligentes, sensibles, altos, fuertes, de hombros anchos y brazos musculosos, pero que siempre acaban casándose con los «solventes», aunque no tengan ningunas de esas admirables cualidades...

—El tipo musculoso y alto les asegura buenos genes para el hijo; el tipo solvente, bienestar material para criarlo: es la naturaleza, es lo lógico.

—Otro refrán que cita en su obra: «Deme Dios marido rico, aunque sea borrico». ¿Por qué cree que las mujeres independientes económicamente, que ya son mayoría, siguen valorando tanto la solvencia de su pareja?

—El instinto de la mujer, forjado a lo largo de la evolución humana, tiende al macho cazador que asegura la alimentación de sus crías. Hoy las piezas de caza son el dinero. Aunque la mujer sea independiente económicamente le parece un contradiós que el hombre viva de ella o no sea capaz de traer caza a la cueva, termina despreciándolo por débil e inútil. Duro, ya lo sé, pero así funcionan las cosas.

—Otro aforismo argentino: «acabándose la plata, el amor se desbarata». ¿pero eso era amor o era otra cosa?

—El amor es una locura transitoria, después queda una buena amistad, que es casi mejor, pasada ya la pasión. Si entonces sobrevienen problemas económicos es difícil que la pareja se siga queriendo después de haber agotado la fase en que se le da al otro todo a cambio de nada.

—¿El sexo por placer, aunque dure poco, es la mayor conquista cultural del hombre?

—Una de las más importantes, sin duda; aunque sea pecado.

—Dice su libro que todos los hombres, por felices que sean con sus parejas, si ven una «tía buena» por la calle, piensan automáticamente en beneficiársela. ¿La proporción 0,7 entre la cintura y la cadera de la mujer, aceptada en todos las investigaciones como la medida universal del deseo masculino, es, pues, la perdición de todos los hombres hetereosexuales?

—A la vista está y el que esté libre de culpa que tire la primera piedra.

—El cerebro de las mujeres, según está demostrado científicamente, tiene muchas más conexiones neuronales que el hombre, ¿cree que por esa razón, además de jugar mejor al póker, especulan más con el sexo para conseguir mayor compromiso, u otras cosas, de su pareja?

—La mujer tiene la cabeza mejor amueblada que el hombre para casi todo. Y tiene que poner inteligencia y cálculo en las relaciones porque es ella la que se queda tirada con la progenie a cuestas cuando la familia se desbarata.

—El hombre, según sostiene usted, llega al amor a través del sexo y la mujer alcanza el sexo a través del amor. ¿No le parece que esto nos dificulta mucho las cosas?

—En absoluto, más bien las favorece siempre que cada uno tenga claro como funciona el cerebro del otro.

—Si los hombres y las mujeres no fuéramos infieles, ¿existiría prensa del corazón o telebasura?. ¿Y literatura?

—La telebasura se alimenta de eso, de braguetas; la literatura es algo más elevada: tiene dos temas, el infinito amor y la muerte.

—El amor sale muy malparado en su libro. ¿Usted nunca se ha enamorado?

—Algunas veces. Desgraciada la persona que no haya conocido el amor humano, con su carga de carnalidad o lujuria. ¿Qué ha hecho de su vida, entonces? Uno es plenamente feliz cuando está enamorado, pero ese amor como las radiaciones atómicas, hay que controlarlo para que no nos haga daño. Enamorarse de la persona inadecuada es fuente de desdicha. Enamorarse de la adecuada es plenitud y gozo.

—¿A usted el amor también le parece una enfermedad mental, como a la antropóloga Helen Fischer?

—Tanto como enfermedad, no; pero ya digo: locura transitoria, sí.

—Decía Neruda que «quien en la vida no arriesga lo cierto por lo incierto, empieza a morir lentamente». ¿Por qué cree que las mujeres se arriesgan menos que los hombres en el amor?

—Porque a ellas les perjudica más la relación fallida, especialmente cuando tienen que cargar con la prole

—¿Y suelen acertar?

—Muchas, sí; pero hay otras que marran el tiro por completo y se condenan a ser desgraciadas de por vida, o, lo que es peor, se unen a un miserable que las maltrata y hasta las mata.

—Otro antiguo refrán dice que «a la mujer se la conquista por el oído y al hombre por la vista». ¿Sería entonces el matrimonio más perfecto que existe el de un sordo con una ciega?

—Eso es un chiste, pero es cierto que ellas se dejan camelar si el tipo tiene labia, lo que demuestra cierta inteligencia, al menos; nosotros, no: somos tan brutos que nos contentamos con que esté buena.

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